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ISRAEL ADRIAN CAETANO CUENTA LOS DETALLES DE APACHE, LA SERIE QUE DIRIGIRA SOBRE CARLOS TEVEZ. -

Adrián Caetano. Dirige la serie “Apache”, sobre Carlos Tevez antes de convertirs­e estrella. Una mezcla de tragedia griega y western que se estrena el viernes por Netflix.

- POR GUSTAVO GRAZIOLI FOTOS: FERNANDO DE LA ORDEN

El 21 de octubre de 2001, de la mano de Carlos Bianchi y tan solo con 17 años, Carlos Tevez debutaba en la primera de Boca. A partir de ahí, lo que vino es historia conocida. Su nombre reluce en la vitrina de los ídolos del club donde sigue jugando. Pero faltaba contar algo más. En su vida no sólo hay hitos deportivos, también un destino que le mostró la violencia desde la niñez y de qué se trataba la muerte. Había que ir al lugar en donde empezó todo. Al barrio que lo vio crecer. Faltaba una serie y llegó: Apache, la vida de Carlos Tevez, que se estrena por Netflix el 16 de agosto.

La dirección y el guión son de Israel Adrián Caetano. En ocho capítulos se podrán ver los orígenes del diez xeneize: su familia, sus padres biológicos y adoptivos y la relación con sus hermanos. El ex jugador de la Selección Nacional, Corinthian­s, West Ham United, Manchester United, Manchester City, Juventus y Shanghai Shenhua, hoy en su tercera etapa en Boca, no solamente es el motor para llevar adelante esta tira: Tevez forma parte de la producción y será quien presente la historia de cada capítulo.

“El desafío era qué contar. Qué etapa. Hasta que entendí que de lo que menos se sabía era sobre la previa a su debut en

Boca. El desafío mayor fue hacer una biopic sin los hitos deportivos más conocidos del personaje. Encararlo desde lo micro para entender lo macro”, cuenta Caetano con tono parsimonio­so, mientras ofrece mate y se entusiasma con explicar más detalladam­ente.

“Su debut en Boca ya está en YouTube y hasta se han escrito libros, pero esto es otra cosa. Es la historia de cómo sale de ese lugar que lo tenía predestina­do a la violencia. Una vez me contó que estaba hablando con un tío y vino uno y le pegó un tiro al lado de él. Se crió esquivando balas, y la serie plantea ese universo. Acá la muerte violenta causa pavor, miedo. Quisimos huir todo el tiempo de que la violencia quedara como un recurso barato. Está puesta en momentos muy concretos, pero lo más violento es cómo se va destruyend­o la infancia.”

El director de Pizza, birra, faso, Un oso rojo, Bolivia y Crónica de una fuga, entre otras películas, logra cruzar los límites de Fuerte Apache y pone a prueba su oficio para contar historias. Acá desarma al ídolo, y lo que devuelve la pantalla es una especie de antihéroe con mucha sensibilid­ad. “Apache es una serie muy humana. Desgraciad­amente es cruel, también –dice–. Pero tiene una mirada amplia. Traspasa lo político, lo anecdótico. En Fuerte Apache encontrás gente que tiene problemas y comprendés por qué estás filmando ahí. Una cosa es que te guste la locación y otra es ir a buscar al que vive ahí adentro y ver cómo sobrevive o cómo muere. Eso le da una mirada nueva a la serie. Le da una mirada más comprometi­da.”

Y agrega: “Se cuentan muchas cosas. Es una historia medio universal. Una tragedia griega. Tiene mucho de western, también. Es un lugar sin ley. A diferencia de otros lugares de la marginalid­ad, donde de repente se arman movimiento­s sociales o hay cierta influencia política, en Fuerte Apache es muy difícil eso. La gente llega, se encierra en su casa, vive puertas adentro. Después de cierta hora nadie sale”.

Tevez carga con una historia que para cualquier otro sería demasiado pesada. A los meses de haber nacido, su madre lo abandonó, su papá biológico murió en una balacera y al año le cayó agua hirviendo en el cuello y le generó la notoria cicatriz que nunca se quiso operar para no perder su identidad. “Es parte de lo que soy”, llegó a confesar.

Caetano fue a buscar eso y más. Una vez que entró en el barrio que se ubica en la zona norte de Ciudadela, se encontró con un mundo distinto. “Entramos de la mano de la familia de él. Siempre con respeto. La gente estaba muy preocupada por saber qué se iba a contar, pero después vimos que se empezó a soltar y logramos entablar relación. Eso nos permitió tener confianza para ahondar en lo humano. Los vecinos ya no hablaban de cuestiones anecdótica­s de Tevez,

contaban por qué les costaba irse de ahí. Es difícil salir de ese micromundo”.

Dentro de las prioridade­s de Tevez están la familia y los amigos con los que se crió. Tan arraigada es su fraternida­d con la gente de la que se rodea que además de haber llevado a muchos de ellos a Europa –en sus épocas de jugador en el viejo continente– también tuvo un estrecho acercamien­to con el grupo de cumbia Piola Vago, que integraba su hermano Diego Tevez. Los ayudó a tunearse. Les compró instrument­os, pagó sus clases de música e incluso participó bailando en un video ( Déjala).

“Tevez me decía que lo que más lo protegió fue la contención familiar. Tiene una cosa afectiva de mucho soporte familiar. Es un personaje que irradia luz. El mismo dice que tiene una luz propia, que fue una persona tocada por una varita”, recuerda Caetano. -

La película de Tevez

A pesar de que se formó haciendo películas, Caetano no reniega de los formatos actuales y sabe cómo convivir con la lógica de la series. Si antes lo supo hacer con la televisión –dirigió exitosos programas como Tumberos, Disputas, El marginal, Sandro de América–, ahora se enfoca también en productos que se puedan acomodar al consumo masivo actual: el formato serie.

De todas maneras, reconoce que su manera de trabajar sigue funcionand­o con los parámetros del largometra­je. “Tevez sería un gran personaje para una película. Siempre que concibo algo, lo hago desde el largometra­je. Vengo de ahí. El gancho de Apache de capítulo a capítulo, típico de las series, existe, pero podría funcionar en una película de una escena a otra. Me parece que Apache se escapa de las fórmulas que puedan llegar a tener algunas series, aunque tampoco reniega de ese mecanismo. Tiene una narrativa clásica, trata de tenerte enganchado. Pero está pensada como una gran película”.

Apache genera expectativ­as. Hace rato que cada trabajo de Caetano es esperado con ansiedad. Hay un público que reconoce su manera de contar y aplaude la calidad de su dirección. Se hizo su lugar en la televisión a fuerza de trabajo. Desde su debut con Tumberos hasta la premiada serie sobre Sandro, el cineasta uruguayo ha marcado un estilo con nombre propio.

La producción de Apache es de Torneos. El jugador de Boca aceptó de inmediato que fuera Caetano el que se se hiciera cargo de la serie. La reunión entre ellos fue breve. “Carlos no es una persona que ande con rodeos –sostiene el director–. Fue muy claro desde el comienzo: ‘No quiero que nadie de mi familia se sienta mal’, me dijo. Pusimos mucho énfasis en eso. Hay cariño por todos los personajes que aparecen. No se juzga a nadie. Pero la familia tampoco quería una versión Disney. Hubo sinceridad a la hora de mostrar ciertas cosas

... “UNA VEZ, TEVEZ ME CONTO QUE HABLABA CON UN TIO Y VINO UNO Y LE PEGO UN TIRO AL LADO DE EL. LA SERIE PLANTEA ESE UNIVERSO.”

y eso me pareció totalmente válido de parte de Carlos”.

La cámara lúcida

Caetano está a punto de cumplir 50 años. Es padre de tres hijos y tiene su lugar de trabajo en Devoto. Cuenta con varias películas que lo consagraro­n como uno de los referentes del Nuevo Cine Argentino y para muchos es el director que mejor muestra y narra la marginalid­ad. “Cuando me vine para acá me di cuenta de que no era tan fácil salir a filmar a la calle, aunque hice Pizza, birra, faso (con Bruno Stagnaro). La película que me marcó mucho estéticame­nte fue Bolivia, porque me enseñó a hacer un rodaje casi entero adentro de un bar y con un presupuest­o de rigor. Eso me ayudó a filmar en espacios pequeños y a sacarle el jugo al bajo presupuest­o”.

Antes de venir a Buenos Aires, tener un paso prematuro por Córdoba y hacer la carrera de cine, pasó su niñez en un barrio de Montevideo, al que compara con Isidro Casanova por las imágenes de trabajador­es sobrevivie­ndo sin grandes lujos. Fue obrero metalúrgic­o y jugador de fútbol, hasta que una lesión le impidió seguir jugando. Pero reconoce que desde chico siempre cultivó una inquietud por contar historias.

“Escribía cuentos pero no era muy bueno. Leía comics e iba mucho al cine. Siempre fui de una imaginació­n medio rápida y si no la sacaba afuera explotaba. Por ejemplo, en la primeria, para la clase de biología hacía, con un compañero, una historieta que se llamaba Supercoxis. O les contaba cuentos a mis primos. Pero donde más flasheaba era en el cine. Por eso en cuanto se me dio la oportunida­d agarré viaje”, explica.

Caetano es como un antropólog­o que va conquistan­do territorio­s vírgenes a lo largo de sus trabajos. No parece adherir a la idea de sacrificio, más bien su militancia está en el esfuerzo. Es lo que vio de chico. Se crió en una familia que tuvo que hacer un exilio forzoso por la situación económica de su país y rearmarse otra vez.

“Yo nací con un país con una democracia muy próspera, hasta que empezó el tema de la lucha armada y llegó la dictadura. Viví en carne propia cómo el país se fue haciendo pelota. De chico íbamos a comer afuera, comprábamo­s ropa, hasta que empezamos a pasarla cada vez peor. Y veía también cómo algunos amigos se hacían mierda. No había tanta droga pero sí destrucció­n de otras maneras. Veías el empobrecim­iento. No me es ajena la crisis. Vengo de una familia que pudo haber sido clase media hasta que la crisis se la llevó puesta.”

Antes de que los mates empiecen a lavarse, el hombre de barba encanecida deja de lado su seriedad y bromea, con voz serena y monocorde: “Bueno, con esto ya tenes un montón, eh”. Se levanta del sillón y se alista para las fotos. Primero, en el living de su lugar de trabajo –donde se lucen un afiche de la tira televisiva Disputas y otro de Independie­nte, equipo del que es hincha y cuyo escudo aparece en varias de sus películas– y después en un patio repleto de árboles.

Caetano agradece la nota y se muestra apurado. Tiene que irse al set de otra producción en la que está trabajando de forma conjunta con Netflix y Pol-ka. Amaga adelantar algo pero lo piensa y prefiere la intriga. “Primero tengo que hacer propaganda de la de Tevez”, dice y se despide.

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CRECER DE GOLPE. BALTHAZAR MURILLO INTERPRETA A TEVEZ ADOLESCENT­E. TUVO UN COACH ACTORAL QUE LE ENSEÑÓ A HABLAR COMO LO HACIA EL JUGADOR DE BOCA DE CHICO. MURILLO DEBUTO COMO ACTOR EN UN FILME DE LUIS ORTEGA.
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CARA A CARA. CARLOS TEVEZ, DE IMPORTANTE PARTICIPAC­ION EN LA SERIE, CHARLA CON EL DIRECTOR ISRAEL ADRIAN CAETANO.

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