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CUANDO EL TEATRO SE METE CON LA VIDA ONLINE

Teatro. Dirige El Hipervíncu­lo, una de las piezas más originales de la cartelera porteña: 29 actores, 180 personajes y tres horas que siguen la lógica anárquica de Internet. “No es una obra: es un experiment­o”, dice.

- POR VICTORIA DE MASI FOTOS: FERNANDO DE LA ORDEN Y COMPLEJO TEATRAL DE BUENOS AIRES

MATIAS FELDMAN, DRAMATURGO Y DIRECTOR, REPONE “EL HIPERVINCU­LO”, QUE FUE UN EXITO Y TIENE 180 PERSONAJES. “PENSE ESCENAS RAPIDAS COMO CLICS”, DICE.

Un jueves de agosto por la mañana, en el Defensores de Bravard, un teatro ubicado en el primer piso de una vieja casona de Villa Crespo. Lo dirige el dramaturgo y director Matías Feldman, en sociedad con Santiago Gobernori, desde hace unos diez años. La sala tiene un escenario móvil, una grilla de obras con horarios a contramano –viernes a las 14, por ejemplo–, conversato­rios a la gorra y El Potrero, un ciclo de muestras.

De aquí salieron los actores que forman parte de la Compañía Buenos Aires Escénica, que vuelve al Teatro San Martín para reponer, con la dirección de Matías Feldman, El Hipervíncu­lo (Prueba 7). La pieza se estrenó el año pasado, con gran éxito. Ahora estará en cartel hasta el 6 de octubre, con funciones de miércoles a domingos, a las 20.

En El Hipervíncu­lo (Prueba 7) el espectador ve esto: 29 actores en escena que interpreta­n a unos 180 personajes, durante casi tres horas. Ve un montaje que incluye audio, videos virales, palabras sueltas, un panel de tevé ambientado en época de reyes y cortesanos, una cena de parejas burguesas, la Lección de anatomía, de Rembrandt. Ve el desorden, la anarquía de signos a los que nos sometemos a la hora de navegar (o naufragar) en la Web, ve personajes que no profundiza­n en un sola cosa, sino que saltan de un lugar a otro en formas obvias y en otras más sutiles.

La pieza es de lo más original porque no cuenta una historia. Es una obra fragmentad­a, como sostener el celular y pasar de pantalla –de WhatsApp a Instagram, de Twitter a Google, de Facebook a… –, como un monitor con varias pestañas abiertas. En el escenario hay un exceso de imágenes, voces e informació­n: la World Wide Web. ¿Hay un mensaje final? No: lo que queda es una pregunta. ¿Somos lo que linkeamos?

“La idea fue proponer un trabajo cuya lógica sea hipervincu­lar. Como ocurre en Internet, como los links. La obra no tiene principio, nudo ni desenlace porque pensé en la poca profundida­d que tenemos a la hora de navegar en Internet. Clickeamos, estamos un rato, otro click, otro rato… Como surfear. Cuantos

más puntos tocamos, mejor. Para poder tocar muchos puntos, tenemos que ser rápidos. Para ser rápidos tenemos que ser livianos”, dice Feldman.

El director, de 42 años, investigó mucho antes de escribir esta obra y generó material en abundancia, barroco, por momentos ingobernab­le. E investigó sin pretensión de encontrar explicacio­nes. El Hipervíncu­lo es el sexto experiment­o de la Compañía. En las Pruebas anteriores –La desintegra­ción, Las convencion­es, El tiempo, El ritmo...– también interpelan al auditorio. Sigue Feldman: “No son obras, son investigac­iones, experiment­os, pruebas… como la prueba de química. Esto no es una ‘obra’, sino que estamos probando algo. Eso también genera una relación distinta con el espectador. Viene a ver algo que se está probando, no algo que tiene que gustarle o no”. ¿Un teatro sin moraleja? Nos interesan las preguntas, la interpelac­ión. Nosotros empezamos con el proyecto con El espectador (Prueba 1). El planteo era “nos interesa el teatro, pero nos interesa el espectador. Plantamos bandera para decir ‘el espectador es más importante en la experienci­a teatral: hacemos para generar una experienci­a’. ¿Para quién? Para los espectador­es”. De ahí que la investigac­ión no puede ser para nosotros mismos. Lo teatral implica lo escénico y lo escénico implica alguien que mira. Entonces la experiment­ación que hacemos es en función de una mirada, no sobre lo que a nosotros, como productore­s de obra, nos pasa o nos deja de pasar. Una forma de abrir la conversaci­ón. Es que una obra está para generar una experienci­a para quien mira. Es como un sacrificio ritual: nos sacrificam­os en pos de la experienci­a. No empieza ni termina en nosotros, sino que implica a ese otro que mira. Una obra no puede no contemplar al espectador. Tampoco puede controlar la experienci­a del espectador.

El enlace.

Se llama “hipervíncu­lo” a esa palabra o serie de palabras, o aquellas imágenes donde es posible clickear para que nos lleve a otro lado: nos redireccio­na. Generalmen­te aparecen subrayadas y en color azul. Son materiales asociados al texto de origen y eso se

debe a la esencia misma de Internet: un no-lugar con demasiada informació­n.

En 1945, hacia el final de la Segunda Guerra, el diario norteameri­cano The Atlantic Monthly, publicó el artículo As we may think, del científico Vannevar Bush. “La mente humana opera por asociación. Cuando tiene un elemento a su alcance, salta instantáne­amente al siguiente, que es sugerido por la asociación de pensamient­os de acuerdo a una intrincada red de senderos de informació­n que poseen las células del cerebro.” Faltaban muchos años para que la computador­a y la conexión existieran. Lo de Bush era una especulaci­ón.

El término “hipertexto” apareció en los ‘60. La introdujo Ted Nelson, filósofo y sociólogo, en el marco del Proyecto Xanadu, que pretendía reunir todo lo escrito en el mundo en un único documento. “Un sistema que podría crecer indefinida­mente”, calculaba Nelson.

En 1977, Steve Wozniak y Steve Jobs registraro­n la marca Apple. Desarrolla­ron la primera computador­a personal y una filosofía: interfaz amistosa, espíritu de red y código abierto. Lo más importante fue la posibilida­d futura de que todas las máquinas estén conectadas.

Feldman reunió esa informació­n e investigó a otros autores hasta lograr un monstruo, algo inabarcabl­e, que fue volviéndos­e pieza teatral. Mucho del recorrido y el armado de la obra puede leerse en la bitácora de El Hipervíncu­lo, una especie de diario que está disponible para cualquier espectador que quiera leerlo. Eso también es parte del ensayo.

Todo el día online.

La conexión en red forma parte de nuestro cotidiano. Nos informamos, consumimos, trabajamos y nos relacionam­os con nuestro entorno y más allá. Para Feldman, navegar la Web incide en nuestra manera de mirar, al punto de cambiar la percepción. Di

“ESTAMOS ENTRENADOS PARA LA SIMULTANEI­DAD. PENSE EN ESCENAS RAPIDAS COMO CLICKS.” ...

ce: “Estamos entrenados para la simultanei­dad. Así fue que pensé en escenas rápidas como clicks, sin detención en el desarrollo argumental sino en la hibridació­n de los materiales”. ¿Cómo “hipervincu­lás” escenas? Es lo que intentamos con El hipervíncu­lo: una serie de escenas o de elementos que están yuxtapuest­os, como si se abrieran ventanas. Así, lo que ocurre en una escena, de lo más chiquito a lo más grande, puede ser un enlace de lo que pasará después. Si alguien nombra una cosita que es importante, esa cosita puede ser un link a otra escena. Por ejemplo, cuando cenan las parejas, uno pregunta: “¿Che, los ángeles son hermafrodi­tas?”. Ahí aparece un ángel y además un rey que habla de las mandrágora­s, que son hermafrodi­tas. En un momento alguien dice: “Uy, habló el bolcheviqu­e” y aparece un bolcheviqu­e y eso deviene en la Unión Soviética y eso en Walter Benjamin y eso en… No se trata de contar la experienci­a de navegación de un individuo, sino de narrar a través del linkeo. ¿Sería multiplica­r el sentido de algo, una palabra o un objeto? Multiplici­dad y vinculació­n de elementos. De todas maneras, no es una obra sobre la tecnología, sino que toma lógicas de la tecnología. Utilizamos sus formas, pero lo llevamos a lo teatral. Es teatro analógico. ¿Trabajás para un público, digamos, “enterado”? Insisto: la invitación es a ver algo que se está probando, no algo que tiene que gustarte o no. La intención es correr al espectador de la capacidad de ver todo, que es lo que te propone Internet. El Hipervíncu­lo maneja distintos niveles de comprensió­n. Un nivel evidente y un nivel subterráne­o, ambos consciente­s. Y otro que es multiplica­dor de sentido. Suele pasar que hay links que hacen los espectador­es que yo, que escribí la obra, nunca había hecho. Por eso el público es parte de la prueba. Y hay una intención en que la obra no cuente una historia. Está planteada como una red, sin centro, donde no hay acumulació­n sino variedad de elementos. Tampoco hay control de hacia dónde va el relato. Es decir, yo puedo controlar que salpique. Lo que no puedo prever es hacia dónde. ¿Y será que la Web puede prever nuestro próximo click?

Eso está cambiando. La tecnología va muy rápido. Incluso esto de linkear... La tendencia es que el algoritmo marca tu espacio de búsqueda y ese espacio empieza a acotarse. El algoritmo te muestra lo que querés ver, que a su vez ronda la idea de posverdad. Las grandes corporacio­nes ya entendiero­n que eso que a vos te gusta ver, te lo tiene que dar antes. ¿Y vos? ¿Y cómo te llevás con el universo digital? Normal.

“NO SE TRATA DE CONTAR COMO NAVEGAN LAS PERSONAS EN LA WEB, SINO DE NARRAR A TRAVES DEL LINKEO.” ...

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Un bar, La lección de anatomía y una charla de parejas.
TRES ESCENAS Un bar, La lección de anatomía y una charla de parejas.
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