EL MARGINAL 3: LOS RELATOS SALVAJES DE ESTA CRISIS
LOS RELATOS SALVAJES DE ESTA CRISIS
Una gota, dos, tres. Caen, una por una, sobre un charco igual de blanco que inunda el baño. Cámara lenta, cámara de eco: el que gotea es un señor que viola a otro contra una pared. Esta escena figura en el episodio 9 (temporada 1) de la serie argentina El Marginal. La víctima es el pobre César, que ametralla en vano el insulto “Puto”. La situación bordea la inverosimilitud. En su artificio narrativo, recuerda las estrategias propias de un Hitchcock al contar que una chica fue asesinada bajo la ducha. No nos impresiona lo que se muestra, sino lo que se oculta o se insinúa. Y sobre todo, se exagera, en una épica de lo microscópico (¡esas gotitas!). Acá no hay “pornografía de la violencia”: más que realismo, se trata de sobre-estilización. Sin embargo, no es por sublimaciones de lo abyecto como éstas que tanto se habló este año de El Marginal III, en cuyo infierno el hombre (léase “el varón”) es el lobo del hombre. Welcome to Machiruland. ¿Cómo puede ser que haya superado los 9 puntos de rating una tira tan reaccionaria ante los valores del neofeminismo en marcha? Por si fuera poco, en esta temporada, nos propuso sutilmente ( alla Hitchcock, de nuevo) empatizar un ratito con un femicida inspirado en el Caso Barreda. En plena “deconstrucción” del macho, ahí la única ley que valía era la del más fuerte. ¿Y si El Marginal III exhibiera un síntoma justamente de cómo va esa deconstrucción? Ahora que nos cuidamos antes de hacer un mínimo chiste que pudiera herir susceptibilidades de género o raza, que implique discriminación o hegemonía patriarcal, la gente en esa cárcel ficcional le quita retórica a su lenguaje, tornándolo performático. El que dice “Te mato”, mata ; quien amenaza con “romperte el c...”, bueno, acabará haciéndolo. Lo que gritamos por ira, o porque es imposible que se realice (“Volvés a tocar eso y te corto la cabeza”), en el penal San Onofre pasa. El Marginal desublima el disfrute del fútbol: miren si las ganas de meterle un gol a otro perdiera la metáfora deportiva junto con sus necesarias reglas. Por eso, gana el boxeo en la serie de Sebastián Ortega. Ahí sólo queda el cuerpo a cuerpo: vean esa lucha final entre el Pantera (foto), una anatomía bárbara y animal (el chabón ni hablar puede), y el roedor peroxidado de Diosito. Está filmada para una generación que conoció las artes marciales en Dragon Ball Z. El montaje es todo. El Marginal, oscilando entre la crudeza y la sublimación, refracta cuánto cuesta y duele eso de “deconstruir” el machismo nac & pop para abrazar valores no del todo internalizados. En tiempos de crisis, la catarsis manda y exige el mismo menú: “Relatos salvajes”.