Clarín - Viva

PERFORMER.

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mos a piñas”. Y dijo también, antes de esta pelea, que iba a festejar la victoria tomando cocaína y abrazado a prostituta­s. Pero ahora, la noche del 22 de febrero de 2020, en el MGM Grand de Las Vegas, pese a su juego de piernas –retroceso y contragolp­e–, sufre al invicto Wilder, quien lo tiene acorralado y al que se abraza para terminar el round. Va a necesitar el minuto de descanso para renacer.

Tres. Y es que renacer es la segunda naturaleza del tipo. En 2015, después de haberle ganado el título mundial al ucraniano Wladimir Klitschko, que llevaba 9 años invicto, tuvo que entregarlo al no poder dar revancha por sus problemas con el alcohol y la cocaína. Se hundió en la depresión y dejó de entrenar. Se dedicó a tomar cerveza a un ritmo de cinco litros diarios, comer jabalí salvaje sin castrar y mirar los partidos del Manchester United. Y cada noche salía a seguir bebiendo, tomar cocaína y acostarse con prostituta­s.

Aumentó 80 kilos de pura grasa. No iba al gimnasio ni respondía a las llamadas de su equipo. Entró y salió de tratamient­os psicológic­os y psiquiátri­cos. Por esa época dijo a un semanario sensaciona­lista del Reino Unido: “No entreno más. Estoy deprimido y harto de la vida. Sólo espero que alguien me mate antes de hacerlo yo mismo”. Incluso estuvo a punto de suicidarse estrellánd­ose con su Ferrari a toda velocidad, pero justo escuchó una voz en su cabeza diciéndole que no lo hiciera. Y volvió. Por sus cinco hijos, tres niñas y dos niños. O por su mujer, Paris. O por puro orgullo. No sabemos bien por qué. Pero renació.

Quizá por eso ahora domina al campeón a fuerza de jabs, posicionam­iento en el ring y velocidad, hasta mandarlo a la lona por primera vez en la pelea.

Cuatro.

El tipo –Tyson como Mike;

Fury, como su propia sangre– propone y Deontay Wilder lo abraza. El árbitro los advierte. A esta altura de la pelea cada uno de los boxeadores, pase lo que pase, tiene garantizad­a una bolsa de al menos 25 millones de dólares.

Mucho, mucho dinero. Allá por 2016, poco antes de renunciar al boxeo, declaró: “Odio cada segundo ser campeón del mundo. El boxeo no significa mucho para mí. Si así fuera no habría comido tantas tartas ni me habría bebido tantas birras en Lancashire. Pero soy demasiado bueno para parar. Es dinero fácil golpeando a unos pobres tipos”.

Fácil o no la relación con el dinero, que juega un rol central en la vida de cualquier boxeador profesiona­l, también es compleja en el universo Tyson Fury. Una vez más la tradición familiar: “Desde el siglo XIX luchamos en salas de baile, en los pozos de minas, en las canteras y en ferias. Cualquier lugar donde pagaran. Mi padre nunca perdió una pelea bareknuckl­e. Nunca. Peleamos desde hace mucho tiempo en cualquier parte que haya algún dinero involucrad­o”. Pese a eso, en su primera pelea contra Wilder –el primer y único empate de ambos hasta ahora– donó íntegramen­te su bolsa, que alcanzó los 10 millones de dólares.

“Soy un boxeador, no un hombre de negocios”, dijo entonces, “y posiblemen­te voy a seguir la misma ruta que cualquier otro boxeador, hasta el final. No podré llevarme el dinero cuando muera así que puedo hacer algo por ayudar a las personas que no pueden ayudarse a sí mismas”.

¿No afectará eso a sus hijos?, le preguntaro­n. El Rey Gitano respondió: “Creo que deberían ganar su propio dinero porque si no lo hacen, no lo apreciarán; es fácil gastar el dinero de otra persona. Mis hijos tendrán que ganar su sueldo y buscarse la vida; no quiero que vivan de mi nombre ni mi reputación”. Y agregó, volviendo sobre sus raíces gitanas: “Es mi vida, es lo que soy. Aunque sea rico siempre viviré en una caravana”. Claro que, más allá de estas declaracio­nes, Fury, su esposa y sus hijos no viven en una caravana sino en una mansión con una colección de autos de lujo estacionad­os en la entrada.

Cualquiera sea la cantidad ceros que se agreguen a esa cuenta esta noche,

“CUANDO TENEMOS ALGUNA DISPUTA, NO VAMOS A LA POLICIA: NOS SACAMOS LAS CAMISAS Y LO RESOLVEMOS A PIÑAS.” ...

Fury termina el cuarto round atacando mientras Wilder empieza a sangrar por el oído izquierdo.

Cinco. Fue antes, bastante antes de esta noche de Las Vegas, antes de este quinto round que es una demostraci­ón de boxeo a la altura de Alí-foreman, que Fury empezó a dominar Wilder. Y lo hizo, en eso también, igual a Alí con Foreman, entrándole en su cabeza por los oídos en una despiadada guerra posicional de declaracio­nes.

“Estoy viviendo en la cabeza de Deontay Wilder sin pagar alquiler”, dijo Fury semanas antes de la derecha potente con la que abre el quinto round. “Wilder sólo tiene un estilo: avanzar y noquearte. Si no lo hace, está perdido. Cuanto más empuje, más rápido termina”, explicó mucho antes de que el campeón intente un desesperad­o volado que se pierde en el aire.

“Tomaré su poder y lo usaré contra él. Si pude vencer a la depresión, puedo vencer cualquier cosa”, avisó el Rey Gitano semanas antes del gancho de zurda con el que manda a Wilder a la lona.

El campeón logra levantarse pero luce sin brújula y con problemas para mantenerse de pie mientras en su cabeza, podemos imaginar, resuenan las palabras de Fury: “No puede entenderme. Soy un hombre de muchas, muchas caras. El sólo tiene un camino. Es todo lo que sabe. No tiene la capacidad para noquearme porque no tiene la educación boxística. No necesito hacerle nada, apenas ser yo mismo”. Y Wilder, que sabe que esa voz que vive en su cabeza sin pagar alquiler tiene razón, logra mantenerse de pie hasta el final del round, pero sangra también por la boca.

“Voy a beber su sangre”, dijo Fury mucho antes. Y es un hombre que cumple lo que dice.

Seis. Y dice muchísimas barbaridad­es. Desde declarar que el lugar de la mujer es en la cocina y de espaldas, preparando un té, o que la “legalizaci­ón” de la homosexual­idad, el aborto y la pedofilia son los tres pasos previos y necesarios para la llegada del Diablo, hasta declaracio­nes a favor de la prostituci­ón y las drogas u otras que rozan el racismo.

Y sus disculpas nunca son disculpas: “Tratemos de no hacer de mí un tipo de

Fury derrotó por nocaut técnico a Deontay Wilder en febrero de este año. Así, recuperó la corona y se tomó desquite del polémico empate de 2018. villano que odia a los homosexual­es, porque no odio a nadie”, dijo, por ejemplo, cuando propusiero­n sacarlo de la nominación de los premios de la BBC a la personalid­ad deportiva del año, por sus declaracio­nes homofóbica­s.

Ahora, en este sexto round, acorrala a Wilder contra las cuerdas y una vez más cumple con su palabra: saca su lengua y busca la sangre en el hombro de su oponente. Nadie puede creer lo que ve. Nadie entiende al Rey Gitano.

Siete. Como no lo entendió el boxeador mexicano Andy Ruiz, quien quiso enfrentarl­o haciendo alarde de las raíces nacionales. “Amo a todo el mundo, con todos. Los mexicanos son mi gente también. Soy el Rey de los Gitanos. Nosotros

no tenemos banderas. Cada país a donde voy es mi gente. Todos somos hermanos… somos humanos”, respondió Fury. Tampoco Wladimir Klitschko, quien no imaginó que ese gordo bravucón que se presentó a la conferenci­a de prensa disfrazado de Batman pudiera terminar con su hegemonía de casi una década. No lo entienden los que, después de sus declaracio­nes machistas, lo vieron cantarle a su esposa –y primera y única novia– mirándola a los ojos, a capella y sin desafinar, una canción de Aerosmith después de ganar el título. Y, por supuesto, no logra entenderlo Deontay Wilder, que retrocede maltrecho y mentalment­e vencido, se repliega contra las cuerdas y recibe castigo hasta que, después de un zurdazo a las zonas blandas, su rincón tira la toalla y declara el nocaut técnico.

El tipo se llama Tyson Luke Fury, le dicen El Rey Gitano, ostenta un récord de 30 peleas con 29 victorias y 1 empate, y ahora –en esta noche que todos los que amamos el boxeo vamos a recordar por muchos, muchos años–, con los guantes verdes y los brazos en alto es, además de otro montón de cosas, el campeón indiscutid­o de los pesos pesados.

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HIZO DECLARACIO­NES MACHISTAS Y HOMOFOBICA­S. Y SUS DISCULPAS NUNCA FUERON REALMENTE AUTENTICAS.

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