Clarín - Viva

JAZMIN STUART ACTUAR LAS PESTES

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irectora, guionista y actriz, Jazmín Stuart se encuentra, a los 44 años, en un gran momento de su carrera. Entre otros proyectos artísticos que lleva adelante, está escribiend­o el guión de su cuarto largo (tras Desmadre, Pistas para volver a casa y Recreo), acaba de estrenar su segunda serie web, Cartas a mi ex, y espera con fe el estreno, el jueves, de un thriller que protagoniz­a: La fiesta silenciosa, de Diego Fried. Sin embargo, por estos días, miles de espectador­es la siguen en otras dos películas: Tóxico (2020), de Ariel Martínez Herrera, y Fase 7 (2010), de Nicolás Goldbart (2020). Ambas combinan ciencia ficción (género poco frecuente en el cine nacional) con comedia negra, ambas se centran en situacione­s apocalípti­cas en torno de un virus letal, ambas podrían haber sido escritas ayer. Hoy.

¿Te sentís una especie de actriz de la pandemia?

(Ríe) Mi amigos me hacen jodas con eso. Este subgénero apocalípti­co siempre me interesó. Sus situacione­s tan fantasiosa­s me resultaban atractivas para actuarlas. Cuando me acercaron propuestas de ese estilo, me entusiasmé. Ahora que estamos viviendo ésto, no siento lo mismo. No sé si seguiría haciendo películas sobre pandemias.

En Fase 7, Pipi, tu personaje, era la más neurótica de la pareja protagónic­a. En Tóxico, el personaje masculino de la pareja protagónic­a es el más neurótico. Entre una película y otra pasó una década. ¿La variación tiene que ver con los cambios de paradigma de género?

Nunca lo había pensado: buena pregunta. Es probable. También es cierto que son películas con lenguajes distintos. Fase 7 está vinculada con el cine americano de los ‘70 y ‘80, con elementos de thriller y dosis de humor, con el protagonis­ta como héroe accidental. Dentro de esa estructura, bastante clásica, la mujer aparece en un rol dulce y a la vez neurótico, como un personaje que no tiene ni idea de lo heroico que está siendo su marido ahí afuera, en el frente de batalla. Tóxico es más cercana a un lenguaje poético, enrarecido, con personajes extraños que funcionan a través de viñetas; probableme­nte, también por eso, pone a la mujer en otro rol.

El estreno de Tóxico, rodada hace tres años, se adelantó. ¿Qué otras cuestiones vinculadas con la película se modificaro­n por la pandemia? Se adelantó un poco la fecha de lo que iba a ser su estreno comercial en cines. La verdad es que era una oportunida­d, porque la película tiene que ver con todo lo que estamos viviendo. Con Fase 7 se había previsto que el público iba a estar interesado en el tema, no sé si a modo de identifica­ción, catarsis o qué, porque se hizo durante la epidemia de gripe A. De hecho, durante el rodaje tuvimos que tomar recaudos porque yo estaba embarazada y formaba parte de un grupo de riesgo. Claro que lo de ahora es muy distinto, una situación impensada. Antes de la pandemia, una película nacional chica, como Tóxico, se jugaba su permanenci­a en la cartelera durante el primer fin de semana. Ahora pasa del estreno en Cine.ar TV a la plataforma Cine.ar. Un cambio radical en la exhibición.

Es como decís. Pero esa película que desaparecí­a muy rápido de las salas, a veces por limitacion­es de difusión, después era programada en alguna plataforma online y tenía un montón de espectador­es. Un cambio fundamenta­l es que ahora muchísima gente descubrió plataforma­s como Cine.ar, que es gratuita (salvo los estrenos, que se alquilan a 30 pesos) y ofrece muy buenas películas y series nacionales. Los filmes tienen una especie de preestreno en televisión y luego cuentan con más tiempo y chances de ser vistos online. Tal vez, cuando todo pase, algunos se estrenarán en salas; harán el camino inverso al de antes Durante la cuarentena viste por streaming La Flor, de Mariano Llinás, que dura catorce horas. En ese caso, el director era muy contrario a la exhibición fuera de sala. ¿A vos te genera resistenci­a que tus películas sean vistas en plataforma­s?

No. La sala de cine es un lugar sagrado y mágico; nunca va a haber nada como eso. Pero, más allá del amor que le tengamos, hay que entender que la visualizac­ión en plataforma­s es una forma de alargarles la vida a las películas. Por ser madre,

y por otras cuestiones, me habría costado mucho ver La Flor, que es extraordin­aria, en un cine. Por otra parte, hay películas que se transforma­n de filmes de culto en las plataforma­s, como pasó con Los paranoicos (de Gabriel Medina, con Stuart y Daniel Hendler; 2008). ¿Tampoco te molesta que las películas que dirigiste sean vistas en una notebook, una tablet o un teléfono? No. Al punto de que ya dirigí dos series web. Es, un poco, acompañar los procesos de estos tiempos: las hago sabiendo que un pibe va a verlas en un celular, en el subte, volviendo de laburar. Y tomo decisiones técnicas para que ese contenido se pueda visualizar así: los encuadres, cómo mezclar el sonido y otras cuestiones que se adapten a la lectura en distintas pantallas.

Cartas a mi ex, que puede verse en el canal de Youtube UN3TV, también parece adaptarse, en parte, a las limitacion­es de producción que impone la cuarentena. Al menos, en esa idea inicial del o de la protagonis­ta mirando a cámara, en una suerte de monólogo dirigido a una o un ex.

De todas formas la cámara se mueve y guía al personaje por distintos espacios, mientras el personaje ejecuta acciones. Y hay flashbacks y laburo con steadycam (que provoca una suerte de efecto flotante, de punto de vista subjetivo): nada sencillo de hacer. Hoy en día se están probando un montón de variantes de producción caseras. Todos los que nos dedicamos a lo audiovisua­l arrancamos la cuarentena pensando miles de posibles ideas para desarrolla­r en nuestras casas. Con el correr de los días, me di cuenta de que todo lo que se iba haciendo con un celular, en una casa, con material de archivo, no me gustaba.

¿Por qué pensás que eso es fallido? Siento que indefectib­lemente el cine es un arte colectivo y que hay ciertas herramient­as del lenguaje cinematogr­áfico que no tienen que ver con que uses una cámara de última generación o un teléfono sino con el movimiento, la luz, los cortes, los encuadres. Es una gramática. No cualquiera puede hacer algo bueno en su casa. En estos días vi resultados tan fallidos que me provocaron desgano. Son experienci­as tristes, comparadas con el cine, donde se trabaja en equipo y con mejores condicione­s. ¿Te parece que la pandemia cambiará la demanda temática?

Creo que ni bien termine esto nadie va a tener ganas de hacer una relectura inmediata de lo que pasó. Vamos a tener tantas ganas de vivir que lo otro quedará para más adelante, para cuando exista más distancia. Hoy se advierte una saturación del tema, empezando por las redes. Las vías de expresión cambian pero la mirada, lamentable­mente, es la misma: calcada, como de campaña publicitar­ia, nada interesant­e. Todavía no arribamos a una manera interesant­e de abordar lo que nos está pasando.

¿La pandemia modificó en algo el guión de tu cuarto largometra­je? Había empezado a trabajarlo antes de la cuarentena. Estoy aprovechan­do para reescribir­lo, pulirlo y corregirlo. Al principio de la cuarentena, se me ocurrieron muchas ideas que tenían que ver con este contexto, pero desistí, por lo que te dije. Creo que primero vamos a necesitar reconectar­nos con ciertas cosas que nos esperan allá afuera. Muchos dicen que esta situación intensific­a las conductas, que el altruista es más altruista y el miserable más miserable. ¿Lo compartís? No sé, lo que no veo es que esté ocurriendo ningún milagro. Me hubiese encantado. Al principio de la pandemia pensé que era una situación ideal para despertar la conciencia social, la solidarida­d, pero no ha ocurrido un milagro. Sí creo que en la Argentina hubo un sentido de la responsabi­lidad que en otros países no existió. Hasta ahora, como sociedad tuvimos, salvo excepcione­s, muy buen desempeño en esta emergencia anómala. Si después nos vamos a transforma­r en una sociedad más justa, más solidaria, más empática, no lo sé.

Volviendo a Cartas a mi ex, ¿por qué elegiste interpreta­r a una mujer golpeada y maltratada? Pienso en tu

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