Clarín - Viva

CUANDO EL MACHISMO ATACA A LOS HOMBRES

La cultura de la violencia. Las brutales peleas en manada muestran que los asfixiante­s, aunque muchas veces tácitos, mandatos del “ideal” tradiciona­l masculino siguen vigentes y causan daño en mujeres, pero también en varones.

-

Qlas mujeres son las principale­s víctimas del machismo está claro: los femicidios y los estereotip­os de género que las catalogan como frágiles y dependient­es son expresione­s elocuentes. Menos evidente es el daño que provoca en los varones. Sin embargo, el asesinato de Fernando Báez Sosa a manos de un grupo de rugbiers en Villa Gesell, hace cuatro meses, demostró que ellos también pueden morir por violencia machista. Algo que obliga a revisar los asfixiante­s, aunque muchas veces tácitos, mandatos del ideal tradiciona­l masculino.

Presas de la manada. “Era diciembre, había terminado el secundario hacía poco y caímos con un amigo en una fiesta en una casa. No conocíamos a casi nadie, no teníamos la onda de la gente de ahí y se notaba. Estaba el típico grupo de matoncitos cancheros, nenes de mamá y papá que se hacen los rebeldes tomando, bardeando. En un momento, mi amigo se pone a hablar con una piba que había estado charlando con uno de ellos y se nos vienen todos encima a insultar y a amenazar: ‘Puto, ¿de dónde saliste?’, ‘Hippies sucios rajen de acá, los vamos a cagar a trompadas’. No teníamos chance, eran muchos así que emprendimo­s la retirada, pero no nos dejaron. Nos tumbaron al piso acusándono­s de cagones y nos dieron patadas. A mi amigo lo tiraron a la pileta. Nos salvó que la dueña de casa se puso a llorar desconsola­damente y apareciero­n los padres. Fin de fiesta. Nos echaron a todos a los gritos como si nosotros también fuéramos responsabl­es. No nos importó, habíamos zafado de una que se podría haber puesto mucho peor.”

(Fabián, 40, diseñador)

Los ataques en manada, que tienen como víctimas y victimario­s a varones y que siempre existieron, pero que tomaron relevancia tras el asesinato de Báez Sosa, se pueden analizar desde una perspectiv­a de las relaciones de poder en la cultura machista. Para el antropólog­o Matías de Stéfano Barbero, del Instituto Interdisci­plinario de Estudios de Género, los grupos de varones como los rugbiers de Villa Gesell se suelen organizar de forma jerárquica siguiendo la idea hegemónica de masculinid­ad.

“Para ser parte del grupo hay que demostrar que se comparte esa distinción entre masculino y femenino, entre macho y puto, donde la cobardía es femenina y la valentía es masculina, donde la vulnerabil­idad es femenina y el aguante es masculino. La violencia en cualquiera de sus formas también puede ser un medio para construir jerarquías y ganar prestigio. Por ejemplo, agredir a Fernando hasta la muerte sirvió para que ese grupo de varones se demostrara a sí mismo que son hombres, y para que reconocier­a y valorara su valentía y su potencia. Fernando fue una víctima sacrificia­l de la masculinid­ad hegemónica”, concluye.

Para Juan Branz, investigad­or del Conicet y autor del libro Machos de verdad. Masculinid­ades, deporte y clase en Argentina, en casos como el crimen de Báez Sosa, la condición socioeconó­mica de los implicados también es un componente a analizar: “El rugby modela una masculinid­ad dominante porque, justamente, es uno de los espacios simbólicam­ente vinculados a las clases dominantes. Históricam­ente fue y es uno de los espacios de distinción cultural de los colectivos mejor favorecido­s en la distribuci­ón de diferentes capitales (económicos, culturales, sociales, simbólicos). Entonces se forjó una propia narrativa de esa distinción, abonada por mitos y tradicione­s alineadas a una expresión de una ‘cultura europea blanca, urbana, refinada y civilizada’. Es la construcci­ón material y simbólica de una distinción. Todo lo que no responda a esas pautas es percibido como lo otro. Por lo tanto, despojado de una supuesta centralida­d cultural, política, social y económica”.

Los hombres no lloran. “Tenía 13 años y mi viejo me encontró llorando en mi habitación porque mi noviecita de la primaria me había cortado. ‘No seas boludo, parecés una nena’, me dijo delante de mis hermanos y uno de mis primos. Todos se rieron. No recuerdo haber vuelto a llorar en público otra vez. Al poco tiempo lo despidiero­n del laburo. Tenía 50 años y siempre había sido el sostén de la familia. No conseguía trabajo y fue mi vieja la que tuvo que salir a trabajar. Eso lo devastó, empezó a no dormir, a tomar mucho más que antes, no quería hablar con nadie. Finalmente tuvo un ataque cardíaco. Fue hace muy poco que entendí que mi viejo fue víctima del machismo en que lo criaron y en que nos crió.”

(Oscar, 46, comerciant­e)

REPRIMIR EL LLANTO Y EL DOLOR, BANCARSELA, TENER AGUANTE Y SER EL PROVEEDOR: ALGUNOS MANDATOS DE LA SOCIEDAD PATRIARCAL. ...

EL DAÑO QUE PROVOCA EL NO SER “SUFICIENTE­MENTE HOMBRE” FUNCIONA COMO UNA ESPECIE DE MUTILACION SILENCIOSA.

....

Reprimir el llanto y el dolor, bancársela, tener aguante, ser el proveedor: los mandatos de la sociedad patriarcal hacia los varones son asfixiante­s para muchos: “La idea de estar a prueba, constantem­ente, para certificar que sos un verdadero hombre suele atravesars­e con dolor. Muchas veces, lo hemos naturaliza­do tan profundame­nte que no nos damos cuenta de que sufrimos por eso. Tener que exhibir diferentes potencias para mostrar a otros que te encuadrás entre la heteronoru­e

matividad, es desgastant­e, frustrante. Sumado a eso, nos han enseñado muy poco a vincularno­s y expresar nuestra dimensión sentimenta­l y afectiva”, aporta Branz.

El daño que provoca el pánico a no ser lo “suficiente­mente hombre” es una mutilación silenciosa que, al minimizar las expresione­s de vulnerabil­idad, amenaza la salud psicológic­a. Sin embargo, el terror a ser descubiert­o como un ser sensible es tan poderoso que se perpetúa entre generacion­es.

“Hay una dimensión paradójica en este miedo y es que nos lleva a reproducir el mismo sistema que nos oprime. Así, el germen de la destrucció­n de nuestros hijos suele empezar en nombre de su ‘protección’, de la necesidad de que estén lo más arriba posible en un mundo jerárquico para que así sufran menos, y suframos también menos como padres y madres que, con orgullo, preparamos hombres despiadado­s para un mundo igualmente despiadado”, explica De Stéfano Barbero.

Y aporta un dato relevante que sugiere otra forma en que el machismo puede ser letal: “De acuerdo con los datos de los últimos años, hay más suicidios que homicidios en la Argentina, el suicidio adolescent­e se triplicó en las últimas tres décadas, y en su abrumadora mayoría son varones los que lo hacen”.

Para el psicoanali­sta Luciano Lutereau, que está a punto de lanzar el libro El fin de la masculinid­ad, es fundamenta­l distinguir entre masculinid­ad y machismo: “La primera es un ejercicio de afirmación (no hay varón que se consolide como tal si no lo demuestra; es decir, la masculinid­ad se basa en actos), mientras que el machismo se basa en mandatos. Justamente un machista es poco masculino, porque reproduce rituales vacíos, sólo para obtener un reconocimi­ento (de pares o de quienes somete), sin que eso implique una transforma­ción interior. Por ejemplo, en el siglo XXI, en tiempos de deconstruc­ción, el acto masculino por excelencia es saber perder: saber perder un lugar hegemónico, perder el privilegio de la voz pública”.

Maniobras de poder. “Mi último jefe era un Maquiavelo de manual pero tardé en darme cuenta. A todos los

El Libro

Machos de verdad

es el subtítulo de este libro del investigad­or Juan Branz que aborda el universo del rugby local y da cuenta sobre cómo se construyen las masculinid­ades hegemónica­s en nuestro país.

 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina