Clarín - Viva

IMPLOSIÓN FUNDACIÓN SANTANDER

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Tres espacios: un cubo gigante para sumergirse en imágenes en movimiento; una cabeza inspirada en la de su creadora, que funciona como plataforma para un “mapa de almas”, que conecta a personas de sensibilid­ades similares; una instalació­n de colchones, material emblemátic­o de la artista. (Paseo Colón 1380, CABA.)

disparadas con una energía desbordant­e. Minujín inauguró el año con otra muestra en el Museo Nacional de Bellas Artes. Se llama Pandemia y fue realizada durante el período del máximo aislamient­o:

“Me propuse hacer una hazaña en pandemia, y fue pegar veintiséis mil tiritas, todos los días durante cinco horas (mil cuatrocien­tas horas tardé en el cuadro), hasta que me quedó el dedo deformado. Dos chicas pintan las rayas, otro ayudante corta las tiritas y yo las pego. Era agotador. Había sol afuera y yo estaba encerrada haciendo eso”.

Pero es lo que te da vida para seguir…

No, lo que me ayuda muchísimo es Instagram. Yo les hablo a las personas, ellos me contestan… Es una maravilla poder comunicarm­e así de cerca con la gente. Cuando hago una obra van miles de personas, pero las ves como masa. Acá son individuos. Recibo mensajes todo el tiempo y les respondo yo misma. No quiero que nadie me saque el placer de hacerlo. Es lo mismo que cuando me dicen que ponga una asistente que haga el cuadro… ¡No! ¡No quiero! Si lo hago yo la paso mejor, vuelvo a mi planeta. Es el lugar en el que prefiero estar.

“Desde que murió mi marido, me mareo, pierdo todo y choco el auto. Llego a mi casa y es un desorden.” ...

La tecnología es parte de tu obra y también de tu vida. ¿Tenés miedo

de que la tecnología nos supere?

El cerebro humano no lo va a permitir.

¿Te imaginás una Marta transhuman­ista? ¿Una Marta cuya inteligenc­ia perdure en la memoria de una computador­a?

No sirve para nada. Además ya está la Esfinge para eso.

¿Qué idea tenés de la vida después de la muerte?

Nada. Desaparecé­s y te hacés polvo, polvo de estrellas.

¿Te perturba esa idea?

Para nada. Si se vienen todos los virus, como están diciendo ahora, prefiero desaparece­r antes.

¿Pensaste alguna vez en quitarte la vida?

Sí. La primera fue a los catorce años. Me corté las venas. Entró mi padre y me salvó. Todavía tengo la cicatriz en la muñeca. Era muy chica y era amiga de Alberto Greco, que sí se suicidó. Estábamos en esa onda: angustia, angustia, angustia. Éramos existencia­listas, y el existencia­lista se suicida como proeza. Después volví a intentarlo, a los treinta años, porque había dicho que a esa edad me iba a suicidar. Era la época de Sartre, de Simone de Beauvoir. Yo vivía en París

y París era existencia­lista. Después, cuando me hice pop, se acabó todo eso. Había que vivir la vida en colores.

Y ahora que murió tu compañero de toda la vida, ¿cómo te sentís sin tu cable a tierra?

Es peligroso porque me mareo, pierdo todo, choco el auto. Llego a mi casa y es un desorden. Mi taller está ordenado, pero en casa está todo tirado.

¿Sentís que podrías enamorarte otra vez?

Puede ser, porque el amor siempre puede ser posible. Pero tampoco lo estoy buscando. Yo me casé con el arte.

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