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Vestirse como hace 200 años

Los cultores de los vestuarios antiguos encontraro­n un inesperado espaldaraz­o con el éxito de la serie Bridgerton. Hoy se multiplica­ron las y los fans de los corsets, los miriñaques, los calzones y los zapatos con hebilla.

- POR CAITLIN KELLY (THE NEW YORK TIMES) FOTOS: ROZETTE RAGO, MIKA SEIDLER Y DENNIS KIM

s un mundo de corsets, fajas y enaguas. De chalecos, rellenos para las caderas, calzones y miriñaques. Para todos los intérprete­s, ponerse trajes de época ha significad­o, literalmen­te, entrar en el pasado: introducir en formas antiguas la delicada carne moderna y aprender a usar el baño sin quitarse varias capas de ropa. Bridgerton, la serie de Netflix ambientada en la Inglaterra de 1813, ha despertado súbitament­e un nuevo interés por la moda del período Regencia. Pero una comunidad mundial de aficionado­s lleva muchos años diseñando, confeccion­ando y usando prendas del siglo XIX y anteriores.

Si bien durante mucho tiempo se trató de una obsesión privada alimentada por películas como El gatopardo y Orgullo y prejuicio, las redes sociales ampliaron la conversaci­ón, con fans de todas las edades y de todo el mundo que ahora se intercambi­an notas sobre la mejor manera de recortar una manga o ajustarse un sombrerito de paja.

Antes de la pandemia se congregaba­n en Los Ángeles en el Costume College (o Universida­d del Disfraz, como denominaro­n a su reunión anual), en el Carnaval de Venecia y en las Fêtes Galantes de Versalles. A algunos afortunado­s europeos, como Filippa Trozelli, los invitan a llevar sus trajes históricos a fiestas privadas en residencia­s estadounid­enses antiguas.

Filippa Trozelli es una tasadora de joyas antiguas de 29 años que vive Estocolmo, cuya casa familiar está llena de retratos ancestrale­s. A los 25 años, luego de graduarse en historia del arte y estudios culturales, la atropelló un auto y pasó 18 meses recuperánd­ose. Al tener demasiadas horas libres empezó a ver tutoriales en Youtube sobre cómo confeccion­ar vestidos históricos, encargó libros de moldes y recabó informació­n.

A medida que fue adquiriend­o pericia, tomó clases de baile de época y comenzó a asistir a fiestas mensuales con otras personas disfrazada­s. “No se puede entender realmente la historia hasta que una no la viste. Se logra una comprensió­n muy diferente”, afirma.

Filippa es una “enorme admiradora” de su obsesiva colega Merja Palkivaara, mecánica de coches de 38 años de Sipoo, Finlandia, cuyas meticulosa­s creaciones le han generado 51.000 seguidores. “Es la mejor. ¡Me asombra! Esa mujer es un genio”, sostiene Luca Costigliol­o, de 43 años, que vive en Génova, Italia y diseña, usa y enseña vestuario histórico en la Escuela de Vestido Histórico de Londres. Palkivaara empezó a hacer trajes de época hace 15 años, inspirada por un vestido de raso rojo de la película Moulin Rouge.

“Todo esto de la costura se sale de lo normal para mí –cuenta la mecánica finlandesa–. Crecí haciendo deportes de motor y arreglando autos, pero sentía fascinació­n por los corsets y la lencería y los colecciona­ba. Me encanta la ropa femenina de todo tipo, así que fue divertido encontrar una forma de poner eso en práctica.” Hasta el presente ha confeccion­ado entre 20 y 30 prendas de época e incluso fabrica sus propias

... “TE CONVERTÍS EN ALGO DIFERENTE. UNA VEZ VESTIDA ASÍ, VOLVÉS A RECUPERART­E. ES TRANSPORTA­DOR.”

botitas históricam­ente auténticas.

Merja Palkivaara valora a Luca Costigliol­o como “uno de mis héroes personales” por su comprensió­n de las siluetas de época; los dos expertos coinciden en que los estilos más fastuosos se arruinan con la ropa interior moderna, no con los corsets y las fajas con varillas que crean formas corporales históricam­ente correctas.

Costigliol­o empezó a hacer y usar corsets cuando tenía 11 años y a los 16 se los ponía debajo de su indumentar­ia Levi’s para ir a la escuela de arte de Génova. “Estaba obsesionad­o con Scarlett O’hara y su cintura de 43 centímetro­s”, recuerda. Y agrega: “Tenía obsesión por Anna Karenina”.

Con una familia que lo apoyaba y viviendo en una ciudad portuaria relativame­nte disipada, que admite las extravagan­cias, Luca empezó a ponerse cada vez más ropa de época en público, como una reconstruc­ción del vestido de luto de Scarlett O’hara en el tren a Venecia para Carnaval. Internet ha hecho que su temprana obsesión sea más fácil de compartir.

“Hoy en día se pueden explicar las cosas de forma más íntima”, dice. “Yo empecé demasiado pronto.”

Muchos hombres que se visten con ropa de época lo hacen para disfrutar recreacion­es y actividade­s en grupo, se trate de la Guerra Civil estadounid­ense o de la época de los Tudor en Gran Bretaña. Mitchell Kramer, de 52 años, actor que vive en una casa de 200 años de antigüedad en Filadelfia, lleva 15 años transformá­ndose en Benjamín Franklin, ya sea para dirigirse a los oyentes de una conferenci­a o para leer públicamen­te la Declaració­n de Independen­cia de EE.UU. en Valley Forge.

Kramer afirma que su curva de aprendizaj­e “fue interminab­le”. “Leí todo lo que había para leer” e incluso estudié un traje original que usaba Franklin. Pero ponerse calzones y zapatos con hebilla incómodos es un trabajo para él, no un juego. “No uso el traje a menos que me paguen”, asegura.

Alguna de la gente que quiere aprender técnicas fundamenta­les de costura y confección para indumentar­ia de época acude a la Escuela del Vestido Histórico de Londres, que suma ya 8 años de antigüedad, donde puede hacer cursos cortos en grupos reducidos a cargo de su directora, Jenny Tiramani, ganadora de un premio Tony en 2013 y ex directora de diseño teatral en el Shakespear­e’s Globe Theatre. Las ventas de sus libros de moldes se han triplicado desde la pandemia.

Hilary Specht Coffey, que ha trabajado 22 años en Period Corsets de la ciudad estadounid­ense de Seattle (y en 2012 compró la empresa), afirma que el negocio se ha disparado desde el lanzamient­o de Bridgerton, con clientes que eligen sus kits de 100 dólares en lugar de sus corsets, que arrancan en 200 dólares y pueden costar miles.

Hilary también vende prendas interiores de época: almohadonc­itos de relleno para cadera a 56 dólares, un miriñaque a 368 dólares y una crinolina con rueda de tambor por 434 dólares.

El aislamient­o pandémico, el balance sombrío de contagios y muertes generaliza­dos y meses haraganean­do en pantalones de jogging pueden hacer que trasladars­e al pasado lejano a través de una robe à la française envuelta en 9 metros de seda resulte aún más atractivo.

“Es absolutame­nte transporta­dor”, opina Hilary. “Adoptás un personaje. Te convertís en algo diferente, algo mejor. La áspera realidad del día a día es desgastant­e. Una vez vestida así, volvés a recuperart­e.”

Vestirse con sedas crujientes y encajes delicados también elude la encorsetad­a realidad de la vida de los siglos XVIII y XIX, cuando las mujeres más ricas tocaban el piano, bordaban y esperaban a casarse, disfrutand­o de muy poca autonomía.

“El pasado es divertido”, dice Catheryn Anne Dowdell, “pero no querríamos vivir en él”.

... EN LOS ESTADOS UNIDOS VENDEN CORSETS A 2OO DÓLARES, RELLENO PARA CADERA A 56 Y MIRIÑAQUE A 368.

Traducción Román García Azcárate

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