CLÁSICO Y MODERNO
En Palermo. Un neo bodegón-rotisería rescata los valores de la cocina porteña y los lleva a una instancia contemporánea.
s el último hijo de una estirpe de bodegones tradicionales cuyos nombres están marcados con resaltador en la agenda de los amantes de los sabores porteños. ¿Quién no disfrutó en algún momento de las sardinas asadas o del rabo de toro del Miramar, de las picadas memorables del Bar de Cao y de los sándwiches o ravioles de pavita de Margot? No es simple ser heredero de semejantes iconos.
El escenario es un neo bodegón en formato rotisería. Barra con banquetas altas. Techos elevados. Pizarras, vidrios, metal, azulejos de color que conviven con pollos de campo suculentos que rostizan lentamente en el espiedo a la vista del cliente. El deus ex machina de la situación es el joven y experto chef Santiago Amín. Armó una carta fresca, armónica, coherente y tentadora dividida en raciones frías, calientes, de quesos, de embutidos y chacinados a las que se suman platos principales, ranas, croquetas, guisos, tortillas, fritos, ensaladas y postres.
Buen comienzo con el trío paté de la casa (delicado y cremoso), porotos alubias (tiernos y acariciados por un escabeche muy criollo) y la frescura de los pepinillos agridulces.
La ensalada de quínoa y queso de cabra tiene presencia y fundamentos. Queso, zapallo y palta, cortados en cubos parejos, se fusionan con la quínoa en su punto, la cebolla morada agridulce, aceitunas negras y carnosas, naranja y una vinagreta bien cítrica.
Las croquetas de sobrasada son confortables y gratamente picantes.
Impecable milanesa de peceto en tamaño XL acompañada por spaghetti de espinaca a la crema de leche.
Tragos de autor, cervezas artesanales tiradas, vermut, limonadas y una buena selección de vinos. Take away y delivery.