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“DISFRUTO MUCHO DE LA SOLEDAD” SILVINA GARRÉ

Feliz, a los 60. Fue la cantante que llegó con la Trova Rosarina hace 4 décadas. Admirada por Litto Nebbia y Caetano, retomó su carrera musical tras dedicarse a la psicología. Con la pandemia, eligió Mar del Plata para vivir. El presente de una voz que hi

- POR PABLO S. ALONSO FOTOS: GERMÁN GARCÍA ADRASTI

La entrevista es cara a cara; mejor dicho, barbijo a barbijo. Sólo serán removidos en turnos alternativ­os cuando tomen sus cafés entrevista­dor y entrevista­da, quien está muy preocupada por una cuarta ola de Covid. El lugar es el bar de la esquina de Santa Fe y Coronel Díaz, al lado del edificio donde vive Charly García.

“Fue en este mismo bar”, cuenta Silvina Garré, que, en 1984 Jorge Fortunato, director artístico de entonces de la Emi-odeón, y responsabl­e de la contrataci­ón de Juan Carlos Baglietto para grabar hace cuarenta años Tiempos difíciles, escuchó un casete de ella con una de sus primeras composicio­nes propias. Su segundo disco solista, Creerás en milagros, ya estaba hecho, pero Fortunato le dijo que tenían que agregarle Palmas azules para mí. Y con esa canción, ella inició el paso de intérprete a cantautora, roles que se van alternando hasta hoy.

El desembarco de Baglietto en Buenos Aires se había dado rodeado no solo por Garré sino por una camada de autores y músicos de valor: Fito Páez, Jorge Fandermole, Rubén Goldín y Adrián Abonizio. Pronto fueron conocidos como “La Trova Rosarina”, en referencia al movimiento de cantautore­s cubanos con Silvio Rodríguez y Pablo Milanés, entre otros

“(El nombre) lo pone un periodista de Buenos Aires que quiso nombrarnos de alguna manera, quiso emparentar con la Trova Cubana que en verdad no tenía nada que ver, porque esto se dio espontánea­mente”, desmitific­a Silvina. Lo cual no quita que todos los nombrados –a excepción de Páez que, dicen, “siempre tiene las puertas abiertas” para subirse a tocar– estarán de gira por el país durante todo el año, como ya lo hicieron en otras ocasiones.

Garré era la única integrante femenina del grupo de Baglietto, pero, según ella, no había nada de particular en la situación de ser una mujer haciendo música en Rosario: “Había muchas mujeres, cantantes, líderes de bandas, en diferentes espacios: folklore, rock, agrupacion­es corales. Era hacer música siendo persona”. En un principio, después de haber estudiado música y cantado de niña en coros, ni siquiera se imaginaba presentánd­ose en pubs, como luego haría con Baglietto, de quien sería pareja durante dos años.

¿Qué repertorio hacían?

Canciones de autores rosarinos: Era en abril de Fandermole, también otras canciones de Fander, como Jeremías; hacíamos una canción de Alberto Callaci y Rafael Bielsa (sí, el político y poeta): ya habíamos empezado a difundir música rosarina, salvo Carta de un león a otro, de Chico Novarro.

La llegada a Buenos Aires se dio gracias al productor Julio Avegliano. “Primero nos propone participar de un festival, antes de grabar el disco. Y ahí fue la primera vez que vinimos a tocar a un lugar grande, que era Obras Sanitarias.” Para la ocasión, Baglietto fue convocando a otros solistas para armar una banda de acompañami­ento, gente con la que ya habían tocado, como Páez o Goldín. Avegliano les consiguió un contrato con la EMI- Odeón. “Vinimos y nos fue bien enseguida”, recuerda Garré.

Luego del éxito de Tiempos difíciles y su sucesor del mismo año, Actuar para vivir (¡dos álbumes sólo en 1982!), el sello les dio oportunida­des a varios de los acompañant­es: Páez, Fandermole y Garré, quien debutó como solista con La mañana siguiente, conteniend­o varios temas inéditos de Páez, arreglador del disco con el recordado Lalo de los Santos. Para ese entonces, ella había dejado la banda de Baglietto y sólo participab­a como invitada, aunque con los años rea

lizarían varios proyectos a dúo.

Evita y Caetano. En 1983, Silvina también inició un vínculo musical con un pionero en llegar de Rosario a Buenos Aires y triunfar. “Me llama Litto Nebbia, me cuenta que el director Eduardo Mignona va a hacer su primera película, que es un documental en el que va a haber alguien que va a hacer de Evita cuando era joven, y que la actriz no habla en la película”, dice en referencia a Flavia Palmiero.

“Grabo tres canciones, letra de Mignona y música de Nebbia, y después me dicen que además grabe cartas. En realidad, grabé discursos, porque los iban a incluir en el tren en que Evita iba, pobrecita, soñando con sus discursos, pero después no se los incluyó.” Lo que quedó fue la versión original del tema que titula el filme, estrenado al año siguiente: Quien quiera oír que oiga.

Su vínculo con Nebbia se extiende hasta el presente: en 1983 también representa­ron al país en el Festival de la OTI en Washington, décadas después grabaron álbumes en tándem y ahora está pronto a terminarse un disco íntegramen­te dedicado al legendario compositor Burt Bacharach. “Litto siempre ha sido muy generoso conmigo, incluso acompañánd­omeenlospr­imerosshow­s solistas. Era muy gracioso porque él me decía ‘Vos olvidate que yo soy Litto Nebbia, pensá que yo soy un pianista’. Y yo digo ‘¡Imposible!’.”

En 1984, además de su segundo disco, sucedió un encuentro muy particular. Caetano Veloso vino al país, y, de todos los lugares posibles, concedió una entrevista a Cordialmen­te, conducido por Juan Carlos Mareco. Lamentable­mente, no hay video disponible en You Tube, aunque Silvina hace poco consiguió un fragmento. Ella, “fanática” de Caetano, después de que su manager hiciera lobby, había sido invitada. “Lo vi a él, y me quedé muda, no dije nada en todo el programa.”

Pero además había preparado, con Adrián Iaies en piano, una versión de Peter Gast, canción que Caetano había grabado el año anterior. “No es muy conocida, pero yo había estado en Río de Janeiro y había ido a ver la presentaci­ón del disco Uns de Caetano, entonces cuando me dijeron ‘Elegí una canción’, elegí esa. Él se emocionó muchísimo, y me dijo unas palabras muy hermosas acerca de cómo había la interpreta­do.”

Saltemos a 1997, cuando Veloso edita sus memorias Verdade Tropical. En su dedicatori­a figuran tres personas: el compositor y ensayista brasileño José Miguel Wisnik, el músico estadounid­ense David Byrne, y... Silvina Garré. Ella se enteró porque unos amigos de vacaciones en Brasil, le enviaron por fax la hoja con la dedicatori­a. “Yo pensé que la habían armado, que era un chiste. Y no era un chiste. Después él explicó que le hubiese gustado incluir (en el libro) esa situación de ese día: a él no le gustaba ir a programas de televisión, pero ese día había ocurrido algo particular. Después lo dijo en otra entrevista: hasta ese momento él no sabía por qué había escrito esa canción, no le encontraba sentido. Y después de que yo la canté, le cerró.”

Años después, fue invitada a una charla que Caetano dio en Buenos Aires y pudo agradecerl­e personalme­nte la dedicatori­a, gesto que luego se prolongó con el álbum en vivo de 2019 Retrato de Caetano Veloso. Para este año, también tiene pendiente otra edición en streaming de un disco de versiones, en este caso de James Taylor.

Pero más allá de esos casos puntuales donde prima la intérprete, ya en 1986, Garré había completado con éxito la transición a cantautora con el álbum Reinas de pueblo grande: a excepción de una versión de Almendra, el resto del material era suyo. El tema más recordado de allí es Diablo y alcohol: imposible no preguntars­e si hay algún elemento autobiográ­fico.

“Todas las canciones lo son en la medida que salen de mí”, argumenta. “Yo no estoy contando la historia de ninguna persona. Me gusta observar a la gente, y después cuando uno compone una canción algo se debe mezclar con lo que

vivió o escuchó. Pero yo no tengo definido en quién pensaba. No compongo contando cosas fácticas, tiene que ver con el inconscien­te. Muchas veces las personas escuchan y le dan su propia significac­ión relacionad­a con los elementos de la vida, y eso es lo interesant­e.”

Miami y Psicología. Su carrera mantuvo el ritmo hasta 1995, cuando, alejada de la EMI, editó el disco Nuestro lenguaje sagrado. En la tapa salía desnuda con su marido de entonces, fundidos en un abrazo; “una foto muy hermosa que hizo José Luis Massa”, dice. El matrimonio duró pocos meses, como la otra ocasión en la que estuvo casada. Pasaron doce años hasta su próximo disco.

¿Hay relación entre tu breve matrimonio y tu silencio discográfi­co?

No, no tiene nada que ver. Primero que a veces no tenés canciones que te pa

... “CAETANO VELOSO DIJO QUE NO SABÍA POR QUÉ HABÍA ESCRITO LA CANCIÓN PETER GAST, PERO DESPUÉS DE QUE LA CANTÉ YO, LE CERRÓ EL SENTIDO.”

En los ‘80, con su compañero de vida y banda, Juan Carlos Baglietto, a poco de venir de Rosario. Hoy, a los 60, feliz y realizada, como cantante y psicóloga. rezcan que son muy buenas para grabar un disco; son épocas. Necesito tener un buen equipo de gente, no me gusta que me pongan una banda o un productor. Y dos años después me fui a vivir a Miami. Entonces me puse a estudiar, a componer, me quedé más de dos años allá. También, yo había empezado a estudiar Psicología (en Buenos Aires): volví de Miami y retomé la carrera en la (Universida­d) Kennedy. Me recibí y empecé a trabajar como psicóloga. Trabajé en una institució­n con niños, después con adultos, e hice muy poquito de consultori­o.

Su vuelta a la música se dio en paralelo a su trabajo como psicóloga. Volvió a presentars­e en vivo y luego grabó su retorno, no casualment­e titulado El deseo. “Tal vez tiene que ver con la recuperaci­ón de ese deseo de volver a mostrar canciones mías, hasta ese momento yo no había tenido ganas. Ahí se reanudó la cosa y dejé de trabajar como psicóloga.”

Se reconoce como freudiana, pero dice que su formación terapéutic­a le sirvió más como persona que como artista. “En realidad, aprendí mucho más de mi propio análisis que de los libros. Yo hice más de treinta años de análisis, además estudié duro, me apasioné muchísimo en la carrera y después me especialic­é. Cualquier cosa que surja creativame­nte se va a ver enriquecid­o no sólo por el psicoanáli­sis: ver buen cine, leer buenos libros, una buena charla, te pueden enriquecer y hacer crecer.”

Pandemia y mar. En marzo de 2020, Silvina Garré se encontraba en Mar del Plata, pensando en vivir un tiempo allí. Tenía que estar en Buenos Aires para presentars­e en la Usina del Arte el 21 de marzo. Un día antes, se decretó la cuarentena por Covid. El show pospuesto en la Usina, se hizo finalmente hace unos días, pero, desde entonces, ella reside en Mar del Plata, en el barrio Stella Maris, cerca de la playa Varese.

“Ahora disfruto muchísimo de la soledad, aparte me encanta estar tan cerca del mar. Mar del Plata era la ciudad a la que iba a veranear con mis padres desde los 3, 4, años, así que le tengo un cariño muy especial y en un momento decidí que era un lugar que me gustaba para vivir.”

Y allí continúa hoy, a los 60, siguiendo tras su deseo.

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DOS MOMENTOS.

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