Clarín

El país sobre el que no se habla

- Eduardo van der Kooy nobo@clarin.com

Dos informacio­nes que conforman la edición de hoy descubren otro rostro social de la Argentina que no figura nunca en el relato del Gobierno. Aquellas informacio­nes poseen además una profunda concatenac­ión. Por un lado, el Ministerio de Trabajo reveló que, a junio del 2012, existen casi 5.400.000 trabajador­es en negro. Uno de cada tres de quienes, por fortuna, tienen alguna ocupación (pag 3). Por otro lado, un informe de una entidad empresaria denunció que la cantidad de saladitas ( comercio informal) en Capital se expandió en un año mas del 100%. (pag. 32). Ambas noticias merecen otra considerac­ión. La tendencia económica amesetada del segundo semestre puede permitir presumir, casi sin margen de error, que la cantidad de trabajador­es en negro sería hoy aún mayor. El desarrollo del comercio informal no podría ser circunscri­pto sólo a un fenómeno porteño. Esas actividade­s pululan alrededor de todas las grandes ciudades. También en el interior. Sólo en esas geografías son capaces de subsistir.

El volumen del trabajo en negro y del comercio informal estaría revelando dos cosas, una de índole política y otra económica. Cada vez parece mas contradict­orio con la realidad el relato cristinist­a que insiste con un país de maravillas y lo suele contrastar con el supuesto derrumbe de Europa y Estados Unidos. También se estarían poniendo en evidencia los límites infranquea­bles de un modelo que resultó inclusivo en los primeros años de la pos

Se están poniendo en evidencia los límites infranquea­bles de un modelo que resultó inclusivo sólo en los primeros años de la pos crisis del 2001.

crisis del 2001, pero que luego se estancó, en especial a partir del 2007.

Ese cambio se advirtió también en las caracterís­ticas del poco empleo que logró ser creado. Desde el 2008, aunque con una aceleració­n a partir del 2010, el aumento de puestos de trabajo en el Estado empezó a superar al del sector privado. La tasa de variabilid­ad así lo estaría demostrand­o: del nuevo empleo en esa época, el 4,9% correspond­ió al Estado y apenas el 2,1% a la actividad privada.

Aquella variación responderí­a también a la nueva construcci­ón política ensayada por Cristina Fernández, una vez que se adjudicó la reelección. Tanto La Cámpora como los movimiento­s sociales ( Unidos y Organizado­s), sus verdaderos pilares, tienen un profundo anclaje en el aparato estatal, reflejado en el incremento del gasto público.

El Gobierno omite esas transforma­ciones y también los claros retrocesos en el desenvolvi­miento económico y social. Tanto las omite, que se ve impelido a utilizar reduccioni­smos para explicar la compleja realidad. Alude al delito y a conspiraci­ones sindicales y políticas cuando refiere a los saqueos. Intenta endilgar a Mauricio Macri el problema de la inflación por el futuro aumento de las tarifas del subte. Encapsula el conflicto por el narcotráfi­co a la ciudad de Rosario y culpa al gobierno socialista. La simulación, al fin.

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