Clarín

Perdida en París

La actriz habla de su jugado papel en “Graba”, película en la que interpreta a una inmigrante argentina. Se estrena el jueves.

- Nadia Zimerman Especial para Clarín

“Me encantaría que Buenos Aires estuviera siempre así, como en enero”, dice Belén Blanco en un día de lluvia, gris, como los que transcurre­n en Graba, su última película, que también es en enero, pero el francés. Allí se la puede ver caminando, abrigadísi­ma, por una París nada turística, despojada de todo romanticis­mo.

En esta historia ella interpreta a María, una inmigrante argentina “que está en luto, haciendo un recorrido emocional inconscien­te. Se siente muerta y busca volver a sentir, revivir su cuerpo; lo pone a prueba. Es una película sobre el cuerpo”.

En escenas jugadas que, reconoce, “después en algunos momentos no podía verlas”, la actriz se puso a las órdenes de Sergio Mazza - director de El amarillo y Gallero- y procuró respetar su criterio estético, incluso cuando él le avisó: Mirá que esto es crudo. “Pensé, dudé, pero me gustaba mucho el personaje”, cuenta Blanco.

A pesar de tener experienci­a en situacione­s similares en cine y TV (en Disputas, por ejemplo), confiesa: “Trato de evitar las escenas de sexo, no me gustan. Pero acá son fundamenta­les, sin ellas la película no tiene corazón.” Dice que en otros trabajos logró que le sacaran partes así porque “sobre todo en tele, donde todo es más inmediato, hay cosas que no se justifican”.

En el filme, mientras espera que le salgan los papeles de residencia, su personaje alquila una habitación en la casa de Jérôme ( debut de Antoine Ronan Raux, un periodista francés que vive en Argentina). Entablará con él una relación de apoyo mutuo muy particular: “Se usan, como objetos”.

“Graba nació acá pero se pensó para hacerse en Europa. Yo había estado en París, pero fue muy difícil trabajar en invierno. En la película hay una luz gris continua, una atmósfera necesaria para el clima de la historia”. María camina sola por zonas desiertas en varias secuencias. Para componerla, Blanco aprendió francés “con una coach, le debo mucho; yo estudia- ba por fonética”.

Sobre el vínculo con su coprotagon­ista, dice: “ese contacto con un desconocid­o no es fácil. Había escenas inensayabl­es, más allá de que trabajamos mucho con Sergio, trabajamos muy poco con el actor antes de rodar. En esas tomas no había nadie del equipo, sólo el cámara, a veces ni siquiera Sergio. ¡Doce horas de sexo! La transpirac­ión, es muy invasivo, complicado. Cuando cortábamos hacíamos chistes sobre nosotros mismos, porque todo era muy verdadero, posiciones muy reales”.

Aunque su estadía en París fue, según ella, “como la historia, encerrada”, tuvo tiempo para disfrutar de las crêpes y los vinos. Belén es vegetarian­a y varias escenas las tiene en la cocina; cuenta que “Antoine cocina muy bien, pero cuando su personaje le pide a María algo típico argentino tuve que hacer milanesas y me quemé, fue un desastre, imaginate”.

Graba ( alude a “algo que está grabado en uno para siempre”) se presentó en Mar del Plata 2011. Allí el público le preguntaba, sobre todo, por el destino de María: “Los festivales no me gustan, pero son parte del negocio”.

Cuando tuvo la oportunida­d de estar en el de Berlín, Blanco se descubrió en una cena en la misma mesa que el director Mike Leigh. “Hablé poco con él pero le di mi película; odio el autobombo y soy cero cholula, pero doy la vida por trabajar con ese hombre”.

La actriz, que al principio había advertido “desconfío del periodismo, te prejuzgan”, termina la entrevista relajada, aunque no revela sus proyectos: “Vienen por el lado del cine y el teatro, no te adelanto nada por si no se dan”.

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Dureza El personaje de Blanco, en una París fría, ríspida, nada turística.

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