Clarín

Habría 500 mil aportantes más si no se actualiza el impuesto

- Ismael Bermúdez ibermudez@ clarin.com

Si no se tocan Ganancias y asignacion­es familiares, este año al menos otros 500.000 trabajador­es pasarán a pagar aquel impuesto, otros 2.300.000 que ya están alcanzados pagarán mucho más y los que obtengan una suba salarial, por ejemplo del 25% anual, a sus bolsillos irá menos del 18%.

Por eso, fijar una suba salarial sin saber qué va a pasar con Ganancias y con las asignacion­es familiares, encierra un enorme peligro. Porque al casi seguro deterioro inflaciona­rio, hay que sumarle la mayor retención de Ganancias y el recorte o la eventual pérdida del beneficio del salario familiar.

Un trabajador soltero y sin hijos que este año gane $ 10.000 mensuales, tiene el mismo poder adquisitiv­o o sueldo equivalent­e que en 2001. Pero ahora por el impuesto a las Ganancias tendrá una poda en su ingreso del 7,62%, casi un aguinaldo entero. En 2001 no pagaba Ganancias.

A mayor salario, la pérdida salarial aumenta. Por ejemplo, un empleado con un sueldo de $ 12.000 pierde de cobrar casi un aguinaldo y medio.

Lo que pasó es que durante todos estos años el Gobierno aumentó el mínimo no imponible y demás deduccione­s menos que la inf lación o la suba de los salarios. Y directamen­te no ajustó las escalas salariales sobre las que se aplican las alícuotas, que se mantienen en los mismos niveles que en 2000, durante la gestión de Fernando de la Rúa- José Luis Machinea.

Según el nivel salarial, Ganancias puede representa­r una pérdida salarial del 2, 5, 8, 10 % del sueldo y hasta más. En algunos gremios, esa situación se encuentra el 80 o 90% de trabajador­es en relación de dependenci­a, como operarios petroleros, de la siderurgia, camioneros, bancarios, de Luz y Fuerza y tantos otros gremios. Y hasta más de 200.000 jubilados pagan Ganancias, mientras la renta financiera sigue exenta.

Además, con cada aumento de los salarios, si no se eleva ese piso salarial a partir del cual se paga Ganancias, el impuesto aumenta y de manera creciente. Y en lugar de un 8 por ciento, el descuento salta al 10% y así cada vez más.

A eso se agrega que siguen con- geladas –hace 12 años– las escalas sobre las que se calcula el impuesto. Entonces, en lugar de que le retengan una alícuota baja, del 9 %, el trabajador tributa una alícuota del impuesto más alta – del 14, 19 o 23%– y que rápidament­e puede llegar al 35%.

Con las asignacion­es familiares pasa lo mismo: a mayor salario, el trabajador deja de cobrar este beneficio o cobra menos.

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