“Espejo, espejito, ¿quién es la más linda y la mejor?”
Hace un tiempo supuse que era la protagonista del cuento de Andersen, la que se paseaba desnuda convencida de que vestía un traje elaborado con una tela costosísima y fabulosa que sólo los tontos no conseguían ver …
Sin embargo, ahora creo que es aquella que le pregunta al “espejito-espejito” quién es la más linda del reino, quién es la mejor … El problema es que cuando el espejito no le contesta lo que le gustaría -la vida real, no es el relatolo estrella contra el suelo y lo hace mil pedazos.
Ella va construyendo con sus palabras, con sus estadísticas siempre a favor y con su séquito de aplaudidores a ultranza, una realidad paralela. Al cabo de uno de sus grandilocuentes discursos no puedo evitar preguntarme de qué país habla, ¿será el mismo en el que vivo yo?
Quizá no sepa de qué cuento se ha escapado … pero no dudo de que es una reina. La prueba más cabal es que actúa como si en lugar de ciudadanos fuéramos sus súbditos.
Incluso se siente con derecho a humillar, descalificar y agredir a aquel atrevido que ose opinar distinto. Por eso es que, poco a poco, se dedica a acallar los ecos de cada una de esas voces que frente al “espejito-espejito” le responden lo que no le complace oír.
Mientras permanentemente dice ser “la Presidenta de los 40 millones de argentinos”, se comporta como si solamente lo fuera de los que piensan igual que ella. Para saber la razón, deberíamos corrernos de la literatura y hacerle un lugarcito a Sigmund Freud. En una de esas, se trata de un acto fallido y actúa de tal modo porque -para su inconscientelos que no pensamos igual, no existimos.
Paola María Vicenzi
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