Clarín

La luna de Luciano

En la segunda noche del festival cordobés, Luciano Pereyra hizo erizar la piel al público, y el cantante no pudo contener las lágrimas.

- LucaLucas Cruzado CórCórdoba. Correspons­al

Con un buzo blanco a rayas rojas, JuliJuliet­a camina a las apuradas entretre llas butacas de la plaza Próspero MoMolina. A la 1.05 de la madrugada del lunes -y a sus 10 añitos-, tiene una sola preocupaci­ón y se la hace sabsaber a este periodista: la de saber a ququé hora pisará el escenario su gran ídolo, Luciano Pereyra. gr

Por eso, va y viene y, sin permiso,so, llevanta a cada rato la manga izquiquier­da de la remera de su mamá comcomo buscando un tesoro. El tesoro,ro, ppara Julieta, es el reloj. Porque parpara ella y su pasión, las agujas parparecen estar suspendida­s en el tiemtiempo. La segunda luna coscoínana ttuvo miles de Julietas en todo CosCosquín. Y un solo Romeo: Lucianono Pereyra.P El domingo, el nacido en Luján enamoró a unas 10 mil personas que vibraron al ritmo de sus canciones.

Se percibía desde temprano y en los alrededore­s de una plaza que tuvo, allá por las 2 de la mañana, con un 95 por ciento de sus gradas colmadas: la energía folclórica que se respiraba en el ambiente superó - ampliament­e- a una noche inaugural en la que la timidez y las formalidad­es le ganaron al espíritu festivo.

A las 22 y después del grito de guerra “¡ Aquí Cosquín!”, Los Guaraníes salieron decididos a copar el Atahualpa Yupanqui y lo lograron. Con América -su primera canción-, desataron un revoleo de banderas multicolor­es y contagiaro­n a un público que estuvo siempre bien predispues­to para con el escenario.

La noche continuó entre chamamé ( Luna Payecera Trío); la juventud de Murmullo y la experienci­a y solidez de Los 4 de Córdoba. Estos últimos fueron claves para sostener el escenario caliente previo al ingreso del hombre más esperado de la noche. En el medio, el solista instrument­al Joaquín Benítez dio cátedra con el acordeón.

Alrededor de la 1.30, los pétalos del escenario se fueron abriendo y - de traje gris con vivos negros, chaleco y corbata- apareció Pereyra: la plaza Próspero Molina se volvió un griterío multitudin­ario. A esa hora, las preocupaci­ones de Julieta ya se habían terminado.

Con un homenaje a Horacio Guarany en pantalla gigante, el pibe

aP que tuvo su primera guitarra a los 3 añitos cantó Memorias de una vieja canción. Pegadita, llegó La hora del cantor y junto a ella, la emoción total. Pereyra terminó de cantar y ante una ovación que erizaba la piel a cualquiera, entrecruzó sus dedos; miró hacia a los costados, se tapó la boca y, luego, levantó la cabeza hacia el cielo sin poder contener las lágrimas. Su público lo abrazo con fervor y fidelidad.

Era su gran regreso a Cosquín después de una ausencia en la que la salud intentó torcerlo y no pudo. La noche prosiguió entre los clásicos melódicos de vocales estiradas y canciones de su último disco, Con alma de pueblo. Ya entrada la madrugada y después de más de una hora de show, Luciano Pereyra cerró la noche con el hit El vestido rojo. Y la multitud fue todo amor, delirio y admiración. Como Julieta.

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DANIEL CACERES Pura emoción Se hizo esperar, pero valió la pena./

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