Clarín

Gustavo Fernández, el crack que llevó su sueño hasta Australia

A los 19 años, es el número 5 del ranking mundial de tenis adaptado. Viene de familia de deportista­s y cada vez juega mejor.

- MELBOURNE. ENVIADA ESPECIAL Luciana Aranguiz laranguiz@clarin.com

Maniobra la raqueta y la silla de ruedas al mismo tiempo, con una habilidad asombrosa que atrae la atención de las personas que andan recorriend­o el Melbourne Park. Y cada uno que pasa se queda viendo como él, Gustavo Fernández, le pega a la pelotita amarilla que le llega desde el otro lado de la red. Él, cordobés, hincha de Boca y de 19 años recién cumplidos, quien al cierre de esta edición debutaba en el Abierto de Australia y se transforma­ba en el primer sudamerica­no en disputar un torneo de Grand Slam de tenis adaptado. Él, que hace siete años se topó casi sin querer con el deporte en el que hoy es el número cinco del mundo.

“Cuando tenía seis años empecé a entrenarme con convencion­ales, iba a las clases de tenis y lo hacía bastante bien. Y a los doce me encontré con la Asociación Argentina de Tenis Adaptado (AATA). Me enteré de que ellos trabajaban en el CeNARD y fui. Ese fue mi primer contacto”, cuenta ya más relajado, luego del entrenamie­nto. Y recuerda: “En 2006 jugué mi primer torneo, el Argentina Open, y llegué a la final. Ahí sentí por primera vez esa adrenalina que te genera la competenci­a. Vengo de una familia muy deportista ( su papá Gustavo fue jugador de la Liga Nacional de Básquetbol y su hermano Juan Manuel participa en la italiana) y esa fue una experienci­a con la que había soñado siempre, pero que nunca había podido vivir. Eso me hizo dar cuenta de que había encontrado mi deporte”.

Con su entrenador Fernando San Martín, empezó a viajar y a acumular experienci­a en torneos. Y con las giras, llegaron los logros. En 2010 ganó por primera vez el Junior Masters, título que repitió en 2011, antes de convertirs­e en el 1 del mundo en esa categoría. Ese año consiguió la medalla de oro en singles y la de plata en dobles en los Juegos Parapaname­ricanos de Guadalajar­a. Y en 2012 tuvo su debut paralímpic­o en Londres: alcanzó los cuartos de final, justo tras haber trepado por primera vez al quinto puesto del ranking mundial y haberse coronado campeón en el Super Series de Japón (equivalent­e a los Masters 1000). “El tenis ya es mi profesión. Trato de hacerlo con la mayor seriedad posible, en cuanto a entrenamie­nto, a competenci­a, a todo”, afirma.

Gustavo reconoce que una dificultad duras que se le presenta son los viajes y los largos períodos lejos de su casa. “Es la vida de cualquier tenista. Hay que pasar mucho tiempo alejado de la familia, arriba del avión. En hoteles, a veces lindos, a veces feos. Y se extraña. Es uno de mis mayores problemas. No puedo andar trayendo conmigo a toda mi familia y a mi novia. No gano 2 millones de dólares”.

Y al contrario de lo que pueda parecer, la discapacid­ad - con la que vive desde el año y medio, cuando un infarto medular lo dejó paralizado de la cintura para abajo- no agranda el desafío de ser un atleta profesiona­l: “Las dificultad­es son las mismas del día a día. Tratar de tener cierta independen­cia, de hacer una vida como cualquier otro. En Argentina se notan más porque no está muy inculcado el tema de la discapacid­ad. En Buenos Aires no te podés mover solo. Las calles están llenas de pozos o los taxis no te quieren subir. No es lindo. Pero en el resto del mundo, olvidate, no pasa. Están a años luz”.

Involucrad­o desde hace siete años en este deporte, Gustavo conoce el mundo en el que vive. Y reconoce que, después del problema del dinero, el mayor desafío es la repercusió­n. “El tenis adaptado no se conoce porque no se le da la difusión que merece. Estoy seguro de que a la gente le encantaría. Los que vienen a ver los torneos se sorprenden y se prenden”, asegura. Algo de razón debe tener. Porque termina el entrenamie­nto y una niña envuelta en una bandera australian­a se acerca, le pide un autógrafo y él estampa su firma en una pelota con una sonrisa. Él, Gustavo Fernández, el único argentino presente en la segunda semana del primer Grand Slam del año.

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