Clarín

JULIO CHAVEZ

Nuevo hombre de mar

- MAR DEL PLATA. ENVIADA ESPECIAL Silvina Lamazares slamazares@clarin.com

Protagonis­ta de “La cabra”, es la primera vez que hace temporada en

Mar del Plata. Con 36 años de oficio, destierra

el mito que dice que el público es distinto al del resto del año. Y cuenta cómo se prepara volver

a la televisión.

Con 36 años de oficio, ésta es su primera temporada en Mar del Plata. Protagonis­ta de “La cabra”, recuerda cuando de chico veía a los actores frente al mar, en la tapa de ‘Radiolandi­a’. Como ahora él, en la tapa de ‘Clarín’.

Como esos defensores que hacen goles o esos goleadores que saben cuidar el arco propio, Julio Chávez se mueve con la misma naturalida­d tanto en la metáfora como en la realidad más precisa. Va de punta a punta sin perderse en el relato. Sabe cuándo y cómo echar mano a uno u otro recurso, como cuando se refiere a la muy buena convocator­ia de La

cabra en Mar del Plata -la obra que protagoniz­a y dirige, que para muchos no era para llevar a la costa y sin embargo está sexta en la taquilla- y dice que “no esperaba tanto. Me gusta, en todo caso, que el producto que hago en mi cocina no está hecho para que eso pase, pero también me gusta que pase. Y me gusta también que, por el hecho de que pase, me obliga a mí como cocinero a no modificar la manera que tengo de cocinar. Y eso es un lindo entrenamie­nto”. A los seis minutos de tamaña lectura, el hombre que -con 36 años de oficio- se animó a su primera temporada marplatens­e, se recuerda “en la playa de Vicente López, comiendo un sándwich de milanesa y viendo la tapa de Ra-diolandia, con los actores de esa época haciendo furor. Para mí era ver a Stefanía de Mónaco. Yo tengo un poco esa mitología en la cabeza. Y mirá…”.

El “mirá” suyo lo muestra cómodo, en el piso 15 de una torre que da al mar, muy cerca del puerto. Un departamen­to que alquiló para pasar el verano, con unos cuantos libros de Derecho para preparar su regreso a la TV (ver De la política a la abogacía). Hace café, deja que el aire marítimo se cuele por los ventanales y se echa a hablar, uno de los verbos que mejor domina, porque se toma el tiempo para la pausa, la reflexión, la claridad.

¿ Por qué no hiciste temporada antes, con otras obras?

Es que nunca se me pasó por la cabeza. Soy una persona, cómo decirlo, “un poco tarde”. Yo soy de entrarle tarde a las cosas. Sigo teniendo esa sensación de que hay algo que pertenece al mundo de los que pueden y yo siempre me ubico en el mundo de los que no pueden. Para mí, Mar del Plata sigue siendo de Guillermo Bredeston y Nora Cárpena, de (Alberto) Olmedo, de Alfredo Al- cón y Thelma Biral en Doña Ro

sita la soltera. Es más, ni siquiera veníamos de vacaciones. Veía ese universo a través de las revistas.

A más de 40 años de aquellos tiempos, su cara ahora cautiva desde la marquesina del teatro Bristol (ver Una cabra a me

tros...). “Creo que en toda mi vida vine dos veces a esta ciudad: una en invierno, de visita, y otra, un fin de semana con Ella en mi ca

beza, que trajimos al Auditorio. Por eso ahora tengo sensacione­s muy especiales. Pero sigo igual, como siempre, mirando como si estuviese abajo y viese, allá arriba, la luz encendida del palacio”.

¿ Como ubicado en un lugar de inferiorid­ad?

No tan así, como en un lugar de no pertenenci­a. Es una cosa histórica para mí, sabés, el tema de la conquista. Yo tengo un asunto muy fuerte con eso y con ciertas cuestiones que quiero mantener en un lugar de privilegio. A ver: en el momento de la pelea expresiva, no me importa nadie. Cuando tengo que imponer mi punto de vista no hay rey que me valga. Así bajase Brando del cielo, no me dejaría amilanar, y eso que Marlon Brando es uno de los grandes reyes. Pero me sigue gustando poner a alguien en el lugar del rey.

Refugiado en su habitual perfil bajo, todas las tardes, a eso de las 18, desanda el camino en taxi rumbo al teatro, en pleno centro. No es que no le guste caminar, sólo reconoce que “me da pudor salir y que me paren. No es porque sienta que me interfiera­n ni

nada por el estilo. Al contrario, agradezco el reconocimi­ento. Pero una cosa es Buenos Aires, donde todos estamos trabajando y el saludo o la foto es un poco al pasar. Acá casi todo está detenido, porque se detuvo el trabajo para dar paso a las vacaciones, al descanso, al entretenim­iento y entonces la gente puede quedarse una hora esperando a la salida de un teatro, como pasa a diario, por un autógrafo o lo que fuera. Y eso es parte de la rutina de la temporada, se ve. Cuenta que la idea de llevar La

cabra a la costa, luego de haberse estrenado en el Tabarís, fue suya y que sus productore­s (Nacho Laviaguerr­e y Adrián Suar) lo miraron “sorprendid­o. ‘¿Querés llevarla a Mar del Plata? ¿Estás seguro?’. Y me apoyaron, por supuesto. Uno de los temas importante­s para un intérprete es justamente enfrentar las trabas o dificultad­es que pueden acontecer en la preparació­n del plato del día. Aquí, la comida no se puede

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Confesión Chávez dice que suele “entrarle tarde a las cosas”. Se tomó 36 años para ir a “La feliz”.
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FOTO: GUILLERMO RODRIGUEZ ADAMI En lo alto Desde su departamen­to del piso 15, Chávez ve el mar de lejos. Prefiere la piscina del edificio.

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