Clarín

Ministro ligerament­e a la deriva

- Julio Blanck jblanck@clarin.com

Arturo Puricelli, el ministro de Defensa que enfrenta el desolador hundimient­o del destructor malvinero Santísima Trinidad, puede jactarse de haber sido quien les dio a Néstor y Cristina Kirchner sus primeros cargos públicos.

Esos hechos están relatados en el libro Kirchner, el último peronista, una biografía imparcial y rigurosa del periodista Walter Curia, escrita cuando Kirchner era presidente y mucho antes de que empezara, luego de su muerte, la operación para convertirl­o en mito.

Puricelli -puntualiza Curia- ganó en julio de 1983 la interna peronista por la candidatur­a a gobernador de Santa Cruz con su Lista Verde. Derrotó a la Lista Blanca que tenía entre sus dirigentes a un joven Néstor Kirchner. Puricelli fue elegido gobernador el 30 de octubre del 83 y nombró a Kirchner titular de la Caja de Previsión Social. No sabía que activaba así una fórmula letal: Kirchner + manejo de fondos + contacto con la gente.

Kirchner armó su aparato, se enfrentó con el gobernador y renunció a su cargo. Fue sin sangre: Puricelli mantuvo a Cristina como asesora del Ministerio de Educación local hasta el fin de su gestión.

En 1987 Kirchner ganó la intendenci­a de Río Gallegos. Ese mismo año Cristina logró una banca como legislador­a provincial. En 1991 llegaron al gobierno de Santa Cruz. ¿A quién le ganó Kirchner aquella interna por la candidatur­a? A Puricelli. El resto de la historia es más conocido.

Puricelli -abogado, 65 años- fue tam-

Arturo Puricelli, que enfrenta el hundimient­o del destructor malvinero, puede jactarse de haber sido quien les dio a Kirchner y a Cristina sus primeros cargos públicos

bién diputado y atravesó todas las circunstan­cias del peronismo.

Con Cafiero fue renovador, Menem lo puso al frente del Correo estatal hasta su privatizac­ión, fue candidato a gobernador en 1999 en alianza con el radicalism­o y volvió a perder con Kirchner, y Duhalde lo nombró secretario de Asuntos Provincial­es durante su Presidenci­a. Alguna vez dijo tener “diferencia­s irreconcil­iables” con Kirchner, pero Kirchner lo puso al mando de Fabricacio­nes Militares. Y en diciembre de 2010 Cristina lo hizo ministro. Más peronista imposible: ubicuo y siempre cerca del poder. Allí está hoy, un poco a la deriva pero sobrevivie­ndo.

Ya debió hacerse cargo de que la Fragata Libertad tocara puerto en Ghana, donde la embargaron los fondos buitre.

Ahora balbuceó un improbable sabotaje para explicar el hundimient­o del viejo crucero amarrado en Puerto Belgrano. Pareció afinar un poco más la puntería cuando habló de negligenci­a, pero fiel al principio rector del Gobierno según el cual la culpa siempre la tienen otros, le exigió al jefe de la Armada que apure el sumario para poder acusar rápido a alguien por el despropósi­to.

Puricelli dijo que se le va a caer la cara de vergüenza cuando la Presidenta le pregunte por este bochorno. Conociendo los usos y costumbres de Cristina, raro sería que los tímpanos del ministro no hayan sido ya prolijamen­te taladrados.

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