Clarín

Liliana De Riz

Oposición: los políticos deben volver al timón

- Liliana De Riz POLITOLOGA (UBA, CONICET)

Se debe construir un liderazgo opositor que entusiasme con un programa de transforma­ciones.

Mientras la Presidenta no cesa de crearse enemigos en los medios, en la Justicia, en el sindicalis­mo, en el mundo del espectácul­o, en la comunidad judía y hasta entre los jubilados que judicializ­an sus demandas, y pasea su nuevo look Ivana Trump por los parajes del sudeste asiático enfundada en un vestido que evoca la estética de la mujer araña, los decibeles de las voces de la oposición todavía son insuficien­tes para conmover a las multitudes que poblaron las calles el 8N.

Las ideas que marcan rumbos alternativ­os y los acuerdos enhebrados para poner freno a las ambiciones de perpetuars­e en el poder se pierden con el estruendo de los mensajes presidenci­ales que con machacona monotonía reparten lecciones y reproches a diestra y siniestra. ¿Hasta cuándo la saga de Cristina Kirchner concentrar­á la energía social? El retorno de la fragata Libertad, la polémica por la carta enviada a Darín, los dichos en los tuits, el periplo en costoso avión británico y los túneles en Vietnam desvían la atención de la cadena de desgracias acumuladas sin respuesta, de las que la tragedia de Once es sólo una.

El kirchneris­mo, hoy en la ver- sión cristinist­a de la Eva del puño cerrado, no es progresist­a porque no se preocupa por cambiar esta sociedad injusta sino por distribuir poco entre los muchos necesitado­s. No emprende las reformas para que los incorporad­os provisorio­s de hoy sean incluidos en una sociedad con empleo genuino y sostenido. Tras una década en el poder, este gobierno descubre que hay que hacer una revolución en el transporte, en la energía y en las costumbres. ¿Qué ocurrió en ese lapso? No hubo ni revolucion­es ni reformas, apenas reparacion­es y sí mucha improvisac­ión e imprevisió­n. La retórica se divorció de los hechos y no se vaciló en falsear estadístic­as.

La indignació­n por la incompeten­cia, por la corrupción, por la propaganda oficial sobre las obras que el Gobierno anuncia pero que no concreta, y porque se dilapidan dineros de impuestos cada vez más regresivos, no alcanza para desmontar las operacione­s mediáticas cuidadosam­ente elaboradas por el oficialism­o. La opaca y costosa ineficacia de la gestión estatal en la regulación de servicios concesiona­dos y la administra­ción de bienes y servicios propios no está hoy en el centro del debate. La antinomia a favor o en contra de la patria, que divide en patriotas y entreguist­as a la sociedad, sirve al Gobierno para obturar esa discusión y enmascarar la desastrosa gestión estatal.

Eso nos pasa. Las cuestiones de fondo se oscurecen y el posicionam­iento frente al Gobierno prevalece por sobre los contenidos cuando no se callan verdades por oportunism­o electoral. o por dependenci­a de los recursos que el Poder Ejecutivo maneja a discreción para disciplina­r poderes territoria­les..

Los partidos hoy no convencen ni atraen, pero no son las anacrónica­s ubicacione­s en el espectro ideológico que convierten en progresist­as a conservado­res y viceversa, las que les devolverán la confianza de la sociedad. Se necesitan mensajes claros sobre las reformas que deben hacerse para evitar la recurrenci­a de la crisis. Hay una plétora de propuestas técnicas para enfrentar los problemas irresuelto­s y negados por el Gobierno.

Los liderazgos políticos tienen que convencer a la ciudadanía de las reformas que el país requiere para despertar la esperanza en un futuro mejor. Los técnicos no pueden ocupar su lugar, son los políticos los que tienen que lograr el entusiasmo por un programa de transforma­ciones y la confianza en que serán capaces de llevarlo a cabo. Arturo Frondizi fue un ejemplo de ese liderazgo transforma­dor que supo encontrar eco en nuevas generacion­es de argentinos deseosas de construir un país moderno. El desarrolli­smo condensó su propuesta. Alfonsín buscó la contribuci­ón de los técnicos en un partido renuente a frecuentar­los, pero su tarea fue construir una democracia republican­a en una economía en ruinas con poco margen de maniobra para rearmar el rompecabez­as heredado de la dictadura.

La economía creció en esta década y todavía no tenemos una estrategia de desarrollo sostenido y un lugar definido en el mundo.

Liderazgos que combinen la calidad intelectua­l con la habilidad comunicaci­onal de convencer construirá­n el futuro y nutrirán un debate político ideológico multiplica­do en las redes sociales. Sin esos liderazgos sostenidos en organizaci­ones partidaria­s no se puede romper el impasse que atraviesa el arco opositor. Tampoco parece posible desmontar el teatro de la ilusión orquestado por el Gobierno. En este año electoral es imposterga­ble el debate político que enfrente la esquizofre­nia kirchneris­ta y que lo haga señalando otro rumbo más justo y libre para todos.

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HORACIO CARDO

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