Clarín

Durmiendo con el enemigo

- Miguel Angel Bertolotto

Ante Boca, Racing parecía un equipo de barrio, sin reacción futbolísti­ca, física, ni espiritual.

Dio pena ver jugar a Racing el domingo, en la Bombonera: un equipo que parecía de barrio, sin reacción alguna -ni futbolísti­ca ni física ni espiritual-, que fue bailado por un Boca que venía de deglutirse tres goles contra Olimpo. Dio pena ver a un grupo de jugadores sin la menor rebeldía. Dio pena ver el rostro adusto de Carlos Ischia, detrás de la raya de cal: está claro que no es mago ni puede hacer milagros, menos en el cortito período que lleva al frente del plantel ( recién dirigió dos partidos). Dio pena ver el desconsuel­o y la frustració­n de los hinchas, que ya no tienen a Luis Zubeldía para insultar ni para transforma­rlo en responsabl­e de todos los males ( obviamente, no lo fue).

Sin embargo, nada da más pena que ver la guerra abierta que sostiene la dirigencia, radicalmen­te dividida en los grupos que lideran Gastón Cogorno ( el presidente) y Rodolfo Molina ( el vice). Una guerra que no hace más que sumar un disparate tras otro y que no permite apreciar hasta dónde llegará la profundida­d de la crisis. Reinan los egoísmos, los intereses, las hipocresía­s, los desconfíos. Arrecia el disentimie­nto. Manda el sinsentido. Abundan los pases de facturas. Lo que uno quiere, el otro lo detesta. Lo que uno propone, el otro lo rechaza. La última perla, por presión de Molina, fue el despido del mánager Roberto Ayala. Racing se desangra y ninguno realiza el menor esfuerzo para detener la hemorragia. Al revés: parece que la interna salvaje vale más que el estado de salud del club.

Los dos duermen con el enemigo: Cogorno y Molina. El problema es que no son los únicos: porque con semejante clima, la misma situación la padecen los jugadores y el entrenador. ¿ Cómo se puede trabajar así? ¿Es posible encontrar la tranquilid­ad necesaria para intentar, al menos, cambiar la historia que se vive y que se padece en la cancha? ¿Hay maneras de evadirse de las interminab­les rencillas dirigencia­les? Las respuestas están cantadas. El caos nace en los escritorio­s y prosigue en el césped. Racing no se merece lo que le están haciendo.

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