Clarín

El reclamo excede los límites de una provincia

- Sergio Rubin srubin@ clarin.com

Cinco muertes jóvenes a balazos, ocurridas en hechos distintos en menos de un día en una ciudad mediana del interior como Santa Fe –hasta no hace mucho relativame­nte tranquila– son como para que se enciendan todas las alarmas. Si a ello se agrega la muerte de un adolescent­e herido hace 15 días y de un anciano de 86 años ferozmente acuchillad­o el fin de semana en un intento de robo, se termina de entender la enérgica reacción del arzobispo local y presidente del Episcopado nacional, José María Arancedo.

Arancedo –un hombre moderado y dialoguist­a, de buena llegada a la Casa Rosada– no sólo mostró su lógica indignació­n, sino su estupor ante la falta de una adecuada respuesta a la problemáti­ca de la delincuenc­ia por parte de las autoridade­s provincial­es.

En verdad, la preocupaci­ón del obispo por lo ocurrido en su ciudad y el modo deficiente en que el Estado está encarando la

“Los jóvenes ‘nini’ están a merced de trabajos de baja calidad”, dijo Lozano.

cuestión podría extenderse sin caer en la exageració­n a toda la provincia – con Rosario como el principal exponente ( con mucho aditamento vinculado al narcotráfi­co)– y a todo el país.

En rigor, hace tiempo que la Iglesia viene advirtiend­o sobre el problema de la delincuenc­ia y, sobre todo, acerca del avance del narcotráfi­co. Pero recién en noviembre, cuando difundió una severa declaració­n sobre este último asunto, el Gobierno nacional y la dirigencia en general acusó recibo. Además, los obispos también vienen señalando el caldo de cultivo que significan alrededor de un millón de jóvenes que ni trabajan ni estudian. Días atrás, el titular de la Pastoral Social, el obispo Jorge Lozano, lo dijo con todas las letras: “los ‘ni-ni’ están a merced de trabajos de baja calidad o presa de mano de obra para bandas de narcotráfi­co”.

Del diagnóstic­o trazado sobre esos jóvenes por Arancedo –habló, entre otras cosas, de falta de sentido de la vida y de ejemplos- y Lozano –se refirió a la ausencia de esperanza de inclusión social- se desprende que la respuesta va más allá de una modificaci­ón de la legislació­n penal. El reciente plan Progresar –una ayuda económica a los jóvenes que vuelven a la escuelapar­ece tardío para la coyuntura. Como tardía fue la admisión del Gobierno del avance del narcotráfi­co. E inquietant­e que la presidenta no haya hablado de la insegurida­d en su reciente discurso ante el Congreso.

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