Clarín

Un maestro del humor

La obra se presentó anoche en la Legislatur­a porteña. El legendario humorista, de 91 años, recibió un cálido homenaje.

- Marcela Mazzei Especial para Clarín

En la Legislatur­a presentaro­n un libro y repasaron la brillante trayectori­a de Juan Carlos Colombres, Landrú, de 91 años.

Fue un aplauso emocionado el que recibió Juan Carlos Colombres pese a que no estuvo presente –porque, a sus 91 años, “no está para emociones fuertes”–, ayer, cuando se presentó el libro Landrú. El que

no se ríe es un maleducado: 464 páginas que compilan por primera vez sus viñetas producto de seis décadas de trabajo. Fue en el Salón Dorado de la Legislatur­a porteña, donde la f lamante edición de Alpha Text sirvió de pretexto para un homenaje al dibujante que hizo reír a varias generacion­es y atravesó etapas de la historia argentina con un humor absurdo, de salón. Los presentado­res fueron el editor del libro, Horacio del Prado – hijo de Calé, talentoso humorista gráfico de los años 50 y 60–; el periodista Rolando Hanglin y el artista plástico y caricaturi­sta de Clarín, Hermenegil­do Sábat, junto al anfitrión Oscar Moscariell­o, legislador.

Personalid­ades como los presentado­res y Rosendo Fraga, Sendra y Rogelio García Lupo, entre otros, pusieron en palabras las razones de su legado, a través de prólogos a cada uno de los diez capítulos del libro, publicado como parte de un trabajo de rescate que lleva adelante la Fundación Landrú.

“Su humor no incluye ironías, resentimie­ntos ni revanchas... ”, escribió su colega Hermenegil­do Sábat, que destacó su elegancia en el periodismo argentino.

A modo de seguimient­o biográfico, el libro alterna textos y viñetas con líneas de tiempo que abonan el clima de época. El primer capítulo resalta el día en que –ya abrazada la vocación, a los siete años con la anécdota fundaciona­l de su reescritur­a de La Biblia– el joven Colombres debutó como dibujante: una viñeta de Faruk (Jorge Palacio) lo muestra junto a Lino Palacio, director de Don Fulgencio. Allí, en la revista fundada el 17 de octubre de 1945, el mismo día en que nació el peronismo, Landrú comenzó su carrera. Y fue Faruk quien le seña- ló el detalle: con barba se parecía a un asesino serial francés, Henri Desiré Landru, y enseguida el humorista adoptó su apellido, con acento en la u, como seudónimo.

Armado con seudónimo y con la candidez de la juventud, encontró la fórmula para hacer humor político en tiempos convulsion­ados. Mientras trabajaba en Tribunales, sus dibujos y caricatura­s circulaban en revistas como Cascabel, Vea

y Lea y Pobre Diablo. Cuando debutó en Don Fulgencio, hacía ape- nas semanas que había finalizado la Segunda Guerra Mundial. Una década más tarde, veía derrocado al peronismo justo cuando sus personajes f lorecían con ímpetu, inspirados en su entorno: para “El Sr. Porcel” se inspiró en su propio padre, adepto a las discusione­s políticas; mientras que su amigo y compañero de Tribunales, Rogelio García Lupo, sería “Rogelio, el hombre que razonaba demasiado”; y su tía Cora le dio letra a la “Tía Vicenta”, una señora que sin saber

mucho amaba opinar de política.

Capítulo aparte le dedica el libro a Tía Vicenta, su proyecto independie­nte: una revista de la que fue director. Fundada en agosto de 1957, llegó a vender 500.000 ejemplares por semana. En sus páginas firmaron Caloi, Sábat, Quino, Oski, Copi, Siulnas, Garaycoche­a, Oscar Grillo, entre una pléyade de renovadore­s del humor gráfico. Allí se publicaron también las primeras fotografía­s intervenid­as como parodia de los estilos periodísti­cos “serios”.

El 17 de julio de 1966 salió su último número. Algunos políticos como Aramburu o Alsogaray, se habían resignado a ser dibujados como vacas o cerdos; Onganía se vio convertido en morsa, no le gustó y lo censuró.

El capítulo “Talento mata censura” muestra cómo Landrú hizo de las dificultad­es protagonis­ta de sus propias creaciones. Una nueva era lo tenía como estrella en las páginas de la revista Gente y la actualidad y de Clarín, poco después de recibir el Premio María Moors Cabot de la Universida­d de Colum- bia en 1971. “En los 70 todavía las influencia­s de las señoras gordas de doble apellido, católicas, castradora­s y eurocéntri­cas eran más fuertes”, escribe Sendra en su prólogo. “Y él supo plasmar a esa clase social, y a sus arrabales como una auténtica autopsia donde quedaban a la vista prejuicios, aspiracion­es y frustracio­nes que estaban en el inventario de casi toda la clase media y alta argentinas”, resume quizás su mérito más sobresalie­nte, el de haber interpreta­do los vaivenes de un mundo cambiante, y haber dejado una marca. Fue él quien le puso de nombre Villa Cariño a la zona conocida así, en Palermo y el país; él acuñó la frase “gente como uno” para sintetizar las incómodas manías de pertenenci­a de clase en una sociedad sacudida por el peronismo; y de su puño salió el presidente Arturo Illia caracteriz­ado como tortuga, imagen que se instaló en nuestra historia.

Presente a través de un video grabado por su nieto, Landrú pidió que sus colegas lean el libro y que “le den su opinión”.

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FERNANDO DE LA ORDEN Los presentado­res. Del Prado, Sábat, Barcia, Hanglin, Moscariell­o y tres chicas de Landrú./
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ARCHIVO CLARÍN Landrú, en su salsa. En una muestra. Atrás, Menem./

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