Clarín

Los platos rotos los pagan los chicos

- Ricardo Roa rroa@clarin.com

Todos los años pasa lo mismo y todos sabemos que va a pasar. Las clases no comenzaron en casi todo el país y el costo lo pagan los chicos, sobre todo los más pobres, que se quedan sin estudio y, encima, sin los comedores escolares.

Otra vez hubo un elemento irreal en el arranque: la paritaria nacional la maneja un ministerio que no tiene a su cargo ni una sola de las 45 mil escuelas ni a ninguno de los 960 mil maestros. Discute con los gremios un aumento del que deberán hacerse cargo otros.

El Gobierno selló una alianza con los sindicatos docentes durante 10 años. El dinero para los salarios fluía a cambio de acompañami­ento político. La CTERA es el gremio más oficialist­a del oficialism­o gremial kirchneris­ta. Pero se terminó la plata y la alianza se rompió o al menos amenaza con romperse.

Las escuelas estatales paran y la mayoría de las privadas, no. En nombre de la educación pública, los gremialist­as promociona­n la educación privada: cada vez que se cierran las puertas de las públicas, crece la matrícula de las otras. Es una paradoja más del progresism­o: empujar a la gente a escapar del Estado.

Ante la Asamblea Legislativ­a, la Presidenta habló del presentism­o para hablar, en realidad, del ausentismo y les pidió a los dirigentes que dejen de extorsiona­r a la sociedad con paros estacional­es al comenzar el ciclo. Les habló con el corazón y le contestaro­n con el bolsillo, dirían los alfonsinis­tas.

¿ Quién se equivoca? ¿ Cristina, que en

Tras el ritual tira y afloje de cada año, los alumnos de las escuelas públicas otra vez se quedaron sin clases. Pero se discuten salarios y no la profunda crisis educativa.

10 años no hizo nada para controlar que los maestros no falten o los gremios, que defienden a sus afiliados, como todo gremio, pero que no entienden que no son como cualquier gremio porque trabajan para enseñarles a los chicos?

Cuando faltan unos pocos días para iniciar las clases, Gobierno y sindicatos entran en el mismo frenesí por acordar una cifra y se repite una misma pregunta: ¿por qué no empiezan antes? Cristina dijo: “No puede ser que sea un parto” y también, que podían “llevar la discusión a junio”. ¿ Qué impide que ella lo haga?

La urgencia tapa siempre lo importante: discutir sobre la calidad educativa. La incapacida­d de la escuela por evitar que la mitad de los chicos se caiga antes de terminar o la desigual formación que reciben según su origen social, que clausura la histórica movilidad que nos enorgullec­ía. Quizás no se discuta porque a ninguno de los dos les interesa.

Sileoni elogió ayer la f lexibilida­d de los docentes. Parece un chiste. Inició otro año escolar sin plantear objetivos. Tiene uno, bien modesto: cumplir el calendario. Habría que decir, mejor, que pasen los meses. Nunca logró los 180 días de clase y no sólo por los paros. Los 180 días son un mito: sumados feriados, días de capacitaci­ón y de examen, no se llega. El ministro también está de paro: no trabaja de ministro, de líder de una sociedad que tiene que revertir su crisis educativa.

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