Clarín

Presiones del Gobierno para acallar críticas empresaria­s

- Marcelo Bonelli mbonelli@ clarin.com

El gobierno de Cristina presionó duramente al titular de la Unión Industrial Argentina, Héctor Méndez, para que baje el tono de las críticas económicas y se encuadre al relato de la Casa Rosada.

Roberto Baratta, el viceminist­ro de Planificac­ión, instrument­ó hace unas semanas la persecució­n política: perjudicar a compañías que son propiedad del líder fabril y que participan de licitacion­es públicas. Baratta le comunicó a los socios de Méndez: “A la empresa de Méndez no la vamos a elegir más.”

Méndez rechazó las violentas presiones y decidió vender la participac­ión accionaria de una firma de la construcci­ón para evitar las extorsione­s del Gobierno.

La acción persecutor­ia fue decidida al máximo nivel luego de que Méndez, tras la devaluació­n, hiciera declaracio­nes que cuestionab­an la marcha de la economía y objetaban la conducción política para combatir la inflación y la desacelera­ción productiva.

La decisión del Gobierno provocó un cimbronazo en la cúpula fabril y Méndez recibió el apoyo de todos los dirigentes de la UIA. El titular de la central fabril mantiene en absoluto secreto el conf licto y prometió no hablar en público de lo que califica – en privado– como “extorsión.” Pero Clarín confirmó que el empresario confió el episodio a la mesa chica de la central fabril. Tres fuentes lo ratificaro­n y agregaron que el industrial dijo en la reunión: “No me van a callar ni a mí ni a la UIA”. Igual, en las últimas semanas el empresario decidió bajar el perfil. Ahora estaría de viaje.

Para evitar presiones y condiciona­mientos, Méndez comunicó que decidió vender la participac­ión accionaria que tenía en la empresa vinculada a la construcci­ón y que se presentaba en licitacion­es públicas. Tenía el 10% y sobre esa compañía recayó la amenaza de Baratta.

Mendez habría sido advertido por Oscar Parrilli de la iniciativa presidenci­al y eso originó un fuerte intercambi­o verbal. Méndez respondió a las amenazas de Parrilli: “A mí no me va a extorsiona­r nadie. Yo no acepto extorsione­s.” El secretario de la Presidenci­a cuestionó con insultos a Méndez que haya declarado que “queremos un gobierno presente.” El funcionari­o decía que Méndez trató de “corrupta” a la Presidenta, porque –según sus informes de la ex SIDE– el jefe de los industrial­es había dicho “queremos un gobierno decente.”

La Casa Rosada exigía una aclaración pública y Mendez la negó: “Parrilli, no se persigan. Respeten la diversidad y que sus informante­s le trascriban bien las cosas.”

Entre los hombres de negocios se considera que el ataque al jefe de la UIA intenta ser una advertenci­a política a todo el movimiento empresario. Se inscribe en la estrategia de responsabi­lizar a los empresario­s por la inf lación que – en verdad– generaron los desacierto­s de Cristina Kirchner. Forma parte de las coacciones que la Casa Rosada utiliza para tratar de manipular la realidad económica y no enfrentar los problemas. Los empresario­s pensaban que la “política del garrote” se había ido con Guillermo Moreno.

Ya frente a los reclamos salariales presentism­o, vos que fuiste asesor de CTERA?”

Sucede que Kicillof estaría dispuesto a todo tipo de giros políticos con la intención de llevar adelante su plan: ganar tiempo en el primer semestre para buscar endeudamie­nto en la segunda parte del año. Para eso es fundamenta­l la “nueva bicicleta financiera” que restableci­ó el Gobierno. Ya la usaron José Martínez de Hoz y Domingo Cavallo con consecuenc­ias nefastas. Así, Kicillof beneficia el negocio de los grandes bancos, las “multis” y las cerealeras. Las corporacio­nes venden dólares y colocan pesos a tasas de interés con desorbitan­tes utilidades.

Juan Carlos Fábrega garantiza poder

Méndez respondió a las amenazas de Parrilli: “A mí no me van a extorsiona­r. No acepto extorsione­s”

por la creciente inf lación, la Casa Rosada le hizo saber a Antonio Calo –y otros cinco dirigentes gremiales– que el Gobierno iba a difundir “carpetazos de Milani” que los involucrab­a en hechos turbios.

Axel Kicillof pretende acallar las voces disidentes para avanzar en el ortodoxo –pero desprolijo– ajuste económico. Ya dispuso la devaluació­n, aumentó la tasa de interés, revivió la bicicleta financiera para calmar el dólar y frenó la economía; ahora pretende bajar los salarios. El ministro blanqueó esa intención en las negociacio­nes secretas con los docentes. Kicillof sorprendió con una defensa férrea de la pobre oferta oficial y centró sus argumentos en lo abultado del presentism­o que se pagaría en el futuro. Así lo dijo: “Con el presentism­o, el aumento llega al 31%.” Eduardo López lo cortó en seco: “¿ Cómo vas a defender ahora el volver a comprar esos dólares en el futuro. El plan permite aplacar el mercado cambiario, pero a un costo alto: desacelera­ción económica. La producción cayó entre diciembre y febrero. Comenzaron las suspension­es de personal en grandes fábricas y estos días sólo dos concesiona­rias ya echaron a doscientos empleados. Las ventas de alimentos bajaron.

Igual, el objetivo de Kicillof es lograr un plazo de tiempo para volver a endeudarse. El plan es buscar fondos en el exterior y permitir que Cristina se vaya sin solucionar el desorden de las cuentas públicas y la inflación. La jugada es audaz y presenta múltiples interrogan­tes. Uno es el frente externo.

Hasta ahora Argentina no avanzó ni con el Club de París ni con el FMI. El fallo de la Corte de EE.UU. a favor de British Gas ref leja el ambiente adverso de los jueces contra el país.

Pero el problema del “plan Kicillof” es la inf lación. En febrero los precios no tuvieron descanso y en el Gobierno hay un fuerte debate: muchos quieren que el INDEC vuelva a retocar los números para que el índice oficial dé la mitad del 4%.

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Héctor Méndez en la Conferenci­a Industrial de 2010./
MARIA EUGENIA CERUTTI Hablar de frente. Héctor Méndez en la Conferenci­a Industrial de 2010./
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