Los “golpes suaves”, entre la propaganda y la paranoia
En los primeros años de la democracia, los sectores de la derecha más recalcitrante vivían obsesionados por las influencias de las ideas de Gramsci en la Argentina. Todo lo que tuviera un tinte progresista en las iniciativas del gobierno de Raúl Alfonsín -la paz con Chile, el divorcio vincular, la Conadep y el Juicio a las Juntas, las cajas PAN, el Congreso Pedagógico, las buenas relaciones con los países del Tercer Mundo, etc.- era atribuido a “la penetración gramsciana”. Era el modo de señalar que aquellos socialdemócratas eran, en realidad, comunistas disfrazados o vergonzantes. No era nuevo, en nuestro país, el “conspiracionismo”, esa manera de ver la historia como resultado de la acción de poderes ocultos e intereses inconfesables, viene de lejos.
Hoy, la teoría del complot ha adquirido nuevamente su clímax en las inflamadas usinas del oficialismo, que compraron entusiastas la tesis del “golpismo blando”. El imperialismo, sostienen, a través de las grandes corporaciones multinacionales, los medios de comunicación y sus agentes vernáculos, se quieren apoderar de nuestros países y nuestras riquezas y se ensañan con aquellos gobiernos que se atreven a desafiarlos. Eso explica la crisis venezolana tanto como la devaluación y la inf lación de Cristina. Lo dijo de este modo el jefe de Gabinete Jorge Capitanich en el reciente encuentro partidario de Santa Teresita: “Existe un poder invisible, que no tiene ningún mandato popular, y que se maneja con agentes encubiertos: la corporación mediática, que ejerce la acción psicológica, y la corporación judicial, que defiende a fondos buitre y a algunos medios de comunicación”.
El supuesto mentor ideológico de esta nueva sinarquía internacional fue identificado años atrás por Hugo Chávez y su sucesor Maduro lo repite: el cerebro de todo esto sería un politólogo estadounidense de 86 años, Gene Sharp, conocido por su defensa de la no violencia como lucha contra el poder. Una mezcla de Bin Laden pacifista y Mahatma Gandhi al servicio de la CIA, a quien se sindica como ideólogo de las “revoluciones de terciopelo”, la “primavera árabe”, la caída de Milosevic en Serbia, el reciente levantamiento popular en Ucrania es el autor de la teoría del “golpe blando”, según los censores bolivarianos y sus colegas kirchneristas que creen, como los fascistas de otros tiempos, que “la patria está en peligro”. Hay algo de propaganda y paranoia en todo esto.