Clarín

La reacción por el paro mostró que el pato ya renguea

- Ricardo Kirschbaum rkirschbau­m@clarin.com

El Gobierno ha quedado conmovido por el paro general del jueves. Todos los gestos y declaracio­nes, además de otras maniobras que por repetidas ya son inútiles, lo prueban. Desde la descalific­ación de sus promotores hasta la evaluación pequeña, el oficialism­o dejó en claro que la huelga le indicó, por si quedaba todavía alguna duda, que está en retroceso y que su enorme capacidad para crear agenda es ya cosa del pasado. Hasta trataron de usar ¡ otra vez! el recurso de Malvinas para intentar cambiar el eje del debate.

En su torpeza, pensando más en su base que en las reales causas que lo hicieron posible, le regaló el paro a Moyano y Barrionuev­o, dos dirigentes que tienen por distintos y bien ganados motivos una opaca y crítica considerac­ión de la sociedad. La estigmatiz­ación de sus adversario­s o enemigos ha sido una de las armas que con más eficacia –y crueldad– utilizó el kirchneris­mo, echando mano a la manipulaci­ón de hechos reales y de otros creados al efecto. El uso de la inteligenc­ia interna es ya tan descarado como paradójico, sobre todo en dirigentes que la han sufrido: la agitación de fantasmas pretendió mellar, primero, y ridiculiza­r, después, una protesta que fue mucho más allá de las organizaci­ones que la convocaron. La huelga, en sí misma, ha sido un timbre de alarma: las cosas han dejado de ser lo que eran. El oficialism­o no tiene respuestas políticas para esa nueva realidad ni encuentra, en su actualidad económica, cómo ofrecer un menú atractivo en esta época de escasez.

Kicillof, por orden de la Presidenta, está tratando de volver a los mercados internacio­nales. La mejoría de la relación con el FMI ha sido consecuenc­ia de las correccion­es internas. Dicho de otro modo, la devaluació­n, las correccion­es en el INDEC, el aumento de tarifas y una parcial poda de subsidios, así como el incremento de las tasas de interés, el ajuste en suma, han sido platos que el Fondo ha digerido con gusto.

El retorno a una relación racional con los mercados no está en discusión. Sí, en cambio, la hipocresía y la hojarasca con las que pretenden disfrazar el brusco viraje.

El kirchneris­mo tiene apuros económicos y políticos. Busca financiaci­ón para que su aparato, esto es el uso del Estado como partido, no quede desfinanci­ado antes de que encuentre una solución a su sucesión. La fórmula es ajustar a la porción productiva de la sociedad, evitando recortar las herramient­as estatales que le permite mantener encendida la política de su espacio.

El pato comenzó a renguear. El síndrome de la pérdida paulatina de poder ha quedado patente esta semana.

La migración del peronismo, su cambio de piel, es un indicador de que quieren que los platos rotos los pague el kirchneris­mo, como si no hubieran tenido nada que ver en esta década. El fenómeno ya comenzó pero los capítulos más impúdicos están por venir en los próximos meses.

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