La reacción por el paro mostró que el pato ya renguea
El Gobierno ha quedado conmovido por el paro general del jueves. Todos los gestos y declaraciones, además de otras maniobras que por repetidas ya son inútiles, lo prueban. Desde la descalificación de sus promotores hasta la evaluación pequeña, el oficialismo dejó en claro que la huelga le indicó, por si quedaba todavía alguna duda, que está en retroceso y que su enorme capacidad para crear agenda es ya cosa del pasado. Hasta trataron de usar ¡ otra vez! el recurso de Malvinas para intentar cambiar el eje del debate.
En su torpeza, pensando más en su base que en las reales causas que lo hicieron posible, le regaló el paro a Moyano y Barrionuevo, dos dirigentes que tienen por distintos y bien ganados motivos una opaca y crítica consideración de la sociedad. La estigmatización de sus adversarios o enemigos ha sido una de las armas que con más eficacia –y crueldad– utilizó el kirchnerismo, echando mano a la manipulación de hechos reales y de otros creados al efecto. El uso de la inteligencia interna es ya tan descarado como paradójico, sobre todo en dirigentes que la han sufrido: la agitación de fantasmas pretendió mellar, primero, y ridiculizar, después, una protesta que fue mucho más allá de las organizaciones que la convocaron. La huelga, en sí misma, ha sido un timbre de alarma: las cosas han dejado de ser lo que eran. El oficialismo no tiene respuestas políticas para esa nueva realidad ni encuentra, en su actualidad económica, cómo ofrecer un menú atractivo en esta época de escasez.
Kicillof, por orden de la Presidenta, está tratando de volver a los mercados internacionales. La mejoría de la relación con el FMI ha sido consecuencia de las correcciones internas. Dicho de otro modo, la devaluación, las correcciones en el INDEC, el aumento de tarifas y una parcial poda de subsidios, así como el incremento de las tasas de interés, el ajuste en suma, han sido platos que el Fondo ha digerido con gusto.
El retorno a una relación racional con los mercados no está en discusión. Sí, en cambio, la hipocresía y la hojarasca con las que pretenden disfrazar el brusco viraje.
El kirchnerismo tiene apuros económicos y políticos. Busca financiación para que su aparato, esto es el uso del Estado como partido, no quede desfinanciado antes de que encuentre una solución a su sucesión. La fórmula es ajustar a la porción productiva de la sociedad, evitando recortar las herramientas estatales que le permite mantener encendida la política de su espacio.
El pato comenzó a renguear. El síndrome de la pérdida paulatina de poder ha quedado patente esta semana.
La migración del peronismo, su cambio de piel, es un indicador de que quieren que los platos rotos los pague el kirchnerismo, como si no hubieran tenido nada que ver en esta década. El fenómeno ya comenzó pero los capítulos más impúdicos están por venir en los próximos meses.