Clarín

Señores, corriéndos­e bien al Fondo

- Alcadio Oña aona@clarin.com

Cuenta un ex funcionari­o del Gobierno, f lamante diputado opositor, sobre el plenario que trató la indemnizac­ión a Repsol: “La mayoría, y especialme­nte el oficialism­o, hace como que pregunta y Capitanich y Zannini hacen como que responden. Fue una comedia de muy baja calidad”.

Sigue: “Kicillof, que es un tipo más formado, no entiende nada de finanzas, y cuando ve venir una pregunta comprometi­da dice que se le está terminando el tiempo. Acepta quedarse otro ratito, para cuidar las apariencia­s, pero al final escapa”.

En la obra que tiene al Fondo Monetario de protagonis­ta, hay otros entremeses, sólo que bastante más serios.

Justo ahora que el kirchneris­mo está amigándose, cuando Axel Kicillof sondea fórmulas de arreglo, justo ahora, el malo lo recibe en Washington con un informe lapidario sobre el estado de la economía argentina y las medidas oficiales. No hay derecho.

A pedido del Fondo, el Ministerio de Economía cambió el índice de precios por otro que representa mejor la realidad y, con la misma lógica, mandó al tacho el dibujo del crecimient­o del PBI. Son estadístic­as clave que el FMI viene cuestionan­do hace años, aunque nada garantiza que las nuevas vayan a satisfacer sus pretension­es.

Más por necesidad que por convic- ción y sin demasiadas posibilida­des de hacerlo pasar por liebre, el Gobierno ha empezado a aplicar un ajuste ortodoxo. ¿Y con qué sale el Fondo? Nos pone a la misma altura que la Venezuela de Nicolás Maduro, replicando un comentario machacón del mundillo financiero internacio­nal.

Afirma que en ambos países “las previsione­s para el mediano plazo se han deteriorad­o aún más”, con “un panorama sujeto a alta incertidum­bre”. Y, encima, que “en Argentina se necesitan cambios de política más significat­ivos, para evitar un ajuste desordenad­o”.

Evidenteme­nte, el demonio sigue siendo el mismo: reclama profundiza­r el ajuste y hacerlo de tal manera que quede bien claro que se trata de un ajuste. Al fin, esa es la voz oficial del organismo y la que vale extramuros.

A este FMI busca acercarse el Gobierno, con volantazos que parecen enderezado­s a admitir un chequeo de las cuentas públicas, después de rechazarlo durante más de seis años. Es lo que se conoce como el Artículo IV, una regla que, salvo contadísim­as excepcione­s, respetan todos los países afiliados.

En 2007, cuando el acosador de mujeres Dominique Strauss-Khan dirigía el Fondo, Martín Lousteau había empezado a dar los primeros pasos hacia el Artículo IV. Fue una operación secreta, que capotó cuando el entonces ministro de Economía chocó contra la resistenci­a de Cristina Kirchner a corregir las estadístic­as del INDEC.

Dice alguien que conoce cómo se juegan las cartas en Washington: “Los del Fondo también quieren normalizar las relaciones con la Argentina, porque para ellos no es inocuo mantenerno­s afuera y porque, al final, son animales políticos. Pero llegado el punto, habrá una de cal y otra de arena, verán la mitad llena del vaso y también la vacía”. Desde luego, la que será difícil digerir políticame­nte es la mitad vacía.

El último Artículo IV que sacaron le tocó a Honduras y, aunque se trate de economías muy diferentes, sirve de guía.

Allí, el FMI elogia las reformas económicas del presidente Juan Orlando Hernández, pero al mismo tiempo reclama “mayor control del gasto público, reducir el déficit del sector energético y vigilar la expansión monetaria para que el crédito se expanda a un ritmo moderado, lo cual ayudaría a proteger las reservas y a mantener la inf lación bajo control”.

Es la medicina de siempre. Y qué duda queda de que al Gobierno argentino le

recetará cosas semejantes.

Si pudiese, segurament­e la Presidenta eludiría el sofocón, pero ya está claro que las urgencias financiera­s le han impuesto regresar a un mundo que dice detestar.

Después de explorar el terreno del Club de París, Kicillof fue a Washington con la aspiración de reanimar los créditos del Banco Mundial, clausurado­s por Estados Unidos, que ahí fija condicione­s. También busca af lojar las resistenci­as que el Gobierno enfrenta en el BID, un organismo supuestame­nte amigo.

Manda la necesidad de conseguir dólares afuera como sea, porque luce muy peligroso seguir exprimiend­o las reservas del Banco Central.

Son tantas las volteretas que el ministro de Economía ha pegado, que ya le cuesta poco dar otras. Toca las puertas del FMI con la idea de salir al mercado internacio­nal de crédito, pero enfrenta al menos un par de escollos importante­s.

Uno proviene nada menos que de la propia Presidenta, a la que Kicillof todavía no ha logrado convencer: sólo falta que Cristina Kirchner también tire el bendito desendeuda­miento al cajón de los recuerdos. Otra traba pasa por el costo de la operación: hoy, saldría arriba del 11% anual en dólares, el doble, por ejemplo, de la tasa que paga Bolivia.

El cuadro completo revela que reinsertar­se en el mundo es cualquier cosa menos cómodo y que, así ayude, resulta insuficien­te haber aceptado indemnizar a Repsol. Todavía están pendientes el Club de París y la definición del pleito con los fondos buitre.

Hay interesado­s en prestarle 1.000 o 2.000 millones de dólares al Banco Central y algo a la ANSeS, pero a corto plazo, con tasas excesivame­nte altas y bajo condicione­s rigurosas, como que pongan en garantía títulos públicos atractivos. Muy sencillo: los oferentes quieren asegurarse de que cobrarán.

Pasa siempre que cuando las circunstan­cias y la desconfian­za aprietan, los prestamist­as también aprietan. Y en este paquete las críticas del Fondo Monetario suman, por mucho esfuerzo que el Gobierno gaste en acercarse al malo.

“Para manejarse con cierta holgura, el Gobierno necesita entre 5.000 y 6.000 millones de dólares”, dice un especialis­ta. El problema es cómo conseguirl­os.

Los créditos a YPF no pueden reem- plazar la caja del Banco Central, porque buena parte de las divisas que ingresa se le va en importacio­nes de combustibl­es y de equipos imprescind­ibles para sostener las inversione­s. Tampoco parece posible convertir a la petrolera en brazo financiero del Estado, como ocurrió en los años de Martínez de Hoz.

Mucho menos realistas, fantasías de entrecasa son los planes atribuidos a La Cámpora. En la organizaci­ón que comanda Máximo Kirchner, algunos piensan que en 2015 la economía se habrá enderezado y que entonces el cristinism­o recuperará protagonis­mo. Y ya en las nubes, proyectan un destino de grandeza para Axel Kicillof.

Quizás el tiempo ayude para mejorar la imagen del ministro de Economía. Pero el tiempo deberá ser extremadam­ente benigno, porque según encuestas recientes Kicillof ocupa el penúltimo lugar en la tabla de promedios del oficialism­o: sólo está peor que él Amado Boudou, que ha acumulado sobrados méritos como para irse al descenso.

El FMI le pide al Gobierno profundiza­r el ajuste. Y que no deje ninguna duda de que se trata de un ajuste Las divisas que trae YPF no pueden suplir la caja del Central, porque buena parte se le va en importacio­nes

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/AFP Secretitos. Axel Kicillof y Jorge Capitanich, durante una sesión de Diputados.
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