Clarín

Los peligros del nacionalis­mo resentido

Tribuna. La manipulaci­ón del pasado es la herramient­a preferida por gobiernos autoritari­os.

- Ian Buruma PROFESOR DE DEMOCRACIA, DERECHOS HUMANOS Y PERIODISMO EN EL BARD COLLEGE, EE.UU. Copyright: Project Syndicate, 2014.

Se sabe: hubo grandes cambios en el mundo después de la muerte de Mao y el colapso de la Unión Soviética. El comunismo, como ideología gobernante, desapareci­ó en Rusia y se ha diluido tanto en la China capitalist­a que apenas quedan sus adornos simbólicos y un partido leninista con un monopolio en el poder.

Esto dejó un vacío en ambos países, en el que el gobierno de Rusia se esfuerza por justificar una autocracia electa y la dictadura de partido único de China busca una nueva fuente de legitimida­d. Por eso, repentinam­ente se revivieron viejas tradicione­s desacredit­adas. Putin cita a filósofos casi olvidados en un esfuerzo por demostrar la superiorid­ad espiritual del alma nacional de Rusia. Los funcionari­os chinos se refieren al confuciani­smo como la base de una nueva identidad política.

Puede ser que Putin crea genuinamen­te que Rusia es un bastión espiritual contra la decadencia de un mundo occidental que fue corrompido por el materialis­mo y la homosexual­idad. También es posible que los gobernante­s actuales de China, cuyas familias se enriquecie­ron gracias a favores políticos, sean estudiante­s convencido­s de la filosofía confuciana. Pero los gobiernos de Rusia y China están guiados por algo con lo que resulta mucho más difícil lidiar: el nacionalis­mo basado en el resentimie­nto.

El dogma maoísta en China ha sido reemplazad­o por

El nacionalis­mo basado en el resentimie­nto dificulta la diplomacia. Las críticas se ven como hostilidad o falta de respeto. Gran parte de esto está destinado al consumo interno

“educación patriótica”, manifestad­a en textos escolares, museos y monumentos. Los chinos crecieron con la idea -no del todo errada- de que China fue humillada por los extranjero­s durante más de cien años, especialme­nte durante las Guerras del Opio del siglo XIX y las brutales invasiones japonesas. Sólo una China fuerte, bajo el firme liderazgo del Partido Comunista, puede proteger a su pueblo de futuras depredacio­nes. En Rusia, Putin manipula viejos reclamos y la idea de que el malvado Occidente quiere minar la unidad rusa y destruir su alma.

El nacionalis­mo basado en el resentimie­nto dificulta la diplomacia. Las críticas se ven como un signo de hostilidad o una falta de respeto. Por supuesto, gran parte de esto está destinado al consumo interno porque es una manera de movilizar a la opinión pública detrás de gobernante­s autoritari­os. Pero el nacionalis­mo resentido de estas autocracia­s poderosas hace que resulte mucho más difícil lidiar con ellas que con sus antecesore­s comunistas, más brutales pero menos impredecib­les.

Dado que la confrontac­ión militar sería extremadam­ente peligrosa, la mejor fórmula sigue siendo la trazada por el diplomátic­o norteameri­cano George Kennan en 1947. Si no se puede tratar a China y a Rusia como amigos, el conf licto se puede manejar reconocien­do sus intereses diferentes, mediante una constante vigilancia y manteniend­o la fuerza de nuestras propias institucio­nes democrátic­as. Si estamos en los albores de una nueva Guerra Fría, que así sea. El objetivo de la Guerra Fría era asegurar que se impidiera una Guerra Caliente.

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