Clarín

Kicillof en el FMI: has recorrido un largo camino, muchacho

- Julio Blanck jblanck@clarin.com

La foto de familia, tomada el viernes en Washington, es implacable. Axel Kicillof está de pie a un costado, al borde de las hileras prolijas de funcionari­os y ministros convocados a la Asamblea del Fondo Monetario Internacio­nal. Sentada en primera fila, imperturba­ble y helada en el disfrute del momento, está la titular del organismo, Christine Lagarde. Nuestro ministro posa junto a todos ellos, los personeros del poder económico mundial. Es el único hombre que no lleva corbata, el único con pulóver de cuello redondo y nostalgia universita­ria. Es lo que le queda: su última, solitaria rebeldía.

“El dinero compra dignidades y fierezas”, dice en el primer capítulo un personaje de El patrón del mal, la historia telenovela­da del mayor narco colombiano, Pablo Emilio Escobar Gaviria.

Diego Maradona lo decía más sencillo y se entendía igual: “Billetera mata galán”.

Todo es cuestión de plata. La plata que no se tiene, claro. Por eso está allí Kicillof. Y lo peor es que ni siquiera puede asegurar que esa foto, junto a todo lo que el kirchneris­mo abominó de palabra durante una década, sea el final de su parábola. Siempre puede haber más.

El Gobierno agotó la lista de desatinos y se le está terminando la cuerda. Pero lo peor es que se le acabó la plata. Por lo tanto, de algún modo hay que financiar la inevitable y larga marcha de Cristina hacia el llano.

“Me quiero ir tranquila”, les dijo ella a los empresario­s arreados hasta Santa Cruz después de la derrota electoral de octubre. Pero noviembre, diciembre y enero fueron un espanto y eso de irse tranquila entró en zona de feo tembladera­l.

Entonces se da vuelta carnero y se devalúa, se lanza el ajuste que azota los bolsillos, se sube la tasa de interés y se frena la economía, se arregla la multimillo­naria indemnizac­ión a Repsol, se le hacen ojitos al Club de París para negociar lo que se le debe, se deja de dibujar groseramen­te el índice de inf lación porque así lo reclamó el Fondo, y finalmente se va al Fondo. El peregrino que va a ofrendar en el altar del dinero el último suspiro del relato es Kicillof. Eso sí: sin corbata.

El FMI es todo lo que es. Pero además es cruel. Lo recibió con un informe lapidario sobre la economía argentina, comparándo­la con la de Venezuela. Ya se sabe cuánto espantan a las buenas almas las andanzas del chavismo. Y cuando en la CNN le preguntaro­n inocenteme­nte qué opinaba sobre la presencia de Kicillof, la jefa Lagarde puso su mejor sonrisa para decir que estaba “encantada”. Como al pasar recordó que se había “reiniciado la cooperació­n” con nuestro país el año pasado, “a pedido de las autoridade­s argentinas”. Una cosa es ir al pie, otra cosa muy distinta es que se lo ventile a los cuatro vientos.

Pero para bien o para mal, allá en Washington todo está lejos para el buen Kicillof.

Está lejos el tiempo en que se ufanaba de su inf luencia a tiempo completo sobre la Presidenta. “La tengo encandilad­a”, cuentan que dijo ante íntimos, en sus primeras euforias de poder.

Lejos están sus clases magistrale­s en el Congreso, con sermones ácidos y soberbios a diputados y senadores, y su feroz ninguneo a Julio De Vido, el competidor al que muy rápido sacó de la cancha.

Allá en los pasillos del Fondo Monetario quedan a años luz el Nacional Buenos Aires, sus títulos de economista y Doctor en Economía en la UBA, su militancia casi anarquista en la Universida­d, sus cátedras, su casa familiar en Parque Chas, su foto con el changuito de hacer las compras en el barrio cuando se lanzó el plan de “precios cuidados”.

En Washington, quizás para su fortuna, hay convenient­e distancia con su paso controvert­ido por Aerolíneas Argentinas, su protagonis­mo en la expropiaci­ón de YPF, y también su pirueta en el aire para explicar por qué está bien terminar pagando miles de millones a Repsol un año después de jurar que a los españoles no les daría una moneda.

Cristina y La Cámpora quizá soñaron en hacerlo candidato a presidente. Carlos Zannini, más práctico, mandó a hacer encuestas para medir su imagen. Nada está dicho para siempre en la política. Pero por ahora Kicillof está haciendo los deberes ante el FMI porque hacen falta dólares para sobrevivir como sea y llegar enteros a diciembre de 2015.

“La única verdad es la realidad”, dijo Juan Perón, alguien de quien Kicillof seguro que alguna vez habrá escuchado hablar.

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