Clarín

El rito de la canchita de Centenera

- Sergio Dubcovsky sdubcovsky@clarin.com

Cualquier texto que intente contar la historia de un grupo de amigos que juegan al fútbol para ser original debería desmarcars­e de la melancolía dolinesca, de la invención genial de género de Fontanarro­sa y –yendo un poco más acá– de la redefinici­ón (o la mixtura) que intenta Sacheri. Pero para eso hace falta correr con la pelota pegada al pie con la velocidad de Messi o intentar lo imposible como lo hacía Diego. Sería más fácil encontrar el avión de Malaysia Airlines, creo. La disquisici­ón –o el pedido de piedad, en realidad– permite embarcarse en una historia en la que abundarán los apodos, los gestos heroicos, se distinguir­án la parábola con tintes de tragedia y la semblanza arrabalera, a lo mejor tanguera, el colorido barrial. O es posible que no haya nada de eso...

Además de entregar geniales ejecutivos a las multinacio­nales y profesiona­les de éxito en casi todos los campos, “La Tercera”, la división de la promoción 1985 del Colegio Nacional de Buenos Aires, dio uno de los equipos de fútbol con más identidad de los que se puedan recordar. Había un crack, un goleador, un arquero maravillos­o, unos cuantos talentos volátiles y una decena de aplicados obreros dispuestos a desafiar las mañanas heladas en el Puerto, antes de que fuera Madero, para jugar partidos contra otros equipos tal vez mejores, pero siempre menos pasionales. Con el final del secundario hubo un éxodo lógico y natural. Chiche Polak. Rolo Furlong, el Tano Trimarchi y varios más se perdieron –suponemos– en otras ligas. Escribo mi nombre a un costado de esa lista. Pero hubo otros, los más responsabl­es, los que entendiero­n que había algo que cuidar, los que hicieron el aguante y defendiero­n un espacio.

Todos los sábados, desde que nos graduamos – o tal vez un año después–, un grupo ( Guille Mastrini, Pedrito Lespada, el Chino Cho, el Turco Roffé, el Nono Galetti y Gastón Gabay) se fue juntando en diferentes canchitas –todas desangelad­as, algo grises, siempre protegidas por el hormigón de la autopista– para sostener el rito, agigantar el mito y alimentar días, meses, años, décadas, de la amistad como un antídoto contra el olvido. La última cancha, la definitiva hasta ahora, es la que queda en Del Barco Centenera y Autopista. Ya son diecisiete años corridos de picaditos los sábados a la tarde, con frío, lluvia, con sol radiante, con humedad lacerante, con alegría o con tristeza.

El tiempo hizo que se hiciera costumbre, rutina. Y, como toda rutina, no necesita organizaci­ón. El lugar –la canchita de Centenera– está reservado los sábados a las cinco. Ni hace falta llamar. Y ellos van llegando. Vamos llegando, digo hoy. A las cinco, a las cinco y diez, cinco y cuarto. Y como un día faltó uno, llamaron a un muchacho que miraba detrás del alambrado y ése ya viene todos los sábados. A veces con el hijo. O van los sobrinos de Quequio. O se suma alguno que está vestido con jean y sin remera. Hay tardes que son ocho y otras que son once. Pero se juega siem- pre porque el espacio está.

Eso hicieron ellos, los de “La Tercera” con algunos más: defender un espacio de encuentro, de solidarida­d, de inclusión. Una dimensión en el que el tiempo se detuvo y en el que a pesar del paso de los años seguimos siendo los que fuimos. Un rato, nomás.

Las barreras se levantan y, antes o después del partido ( que es lo menos importante) en el bar de Zuviría y Cachimayo, se conversa. Se habla de fútbol, de política, del programa de Rial, de cine, de libros, se recuerdan anécdotas, se planean viajes, asados, se habla también de lo que nos pasa, de cómo nos sentimos, de los hijos, de las mujeres, de las alegrías, de los pesares. No hay recetas, consejos ni sentencias. Hay risas, cargadas, chistes ingeniosos, y también silencios, manos en el hombro, el registro de que el otro necesita algo.

Ir un sábado a Centenera, cada tanto aunque sea, es entender de qué va la vida. Un refugio. Ahí no es necesario dar explicacio­nes de nada ni a nadie. Es llegar y recibir sólo afecto.

Ellos va a estar ahí, en la canchita de Centenera. Siempre.

 ?? MARTIN BONETTO ?? Unidos por la pelota. Parte de la promoción 1985 del Nacional Buenos Aires y amigos, fieles a la cita./
MARTIN BONETTO Unidos por la pelota. Parte de la promoción 1985 del Nacional Buenos Aires y amigos, fieles a la cita./

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