Amadeo, esa leyenda del arco
La nueva dirigencia de River, encabezada por Rodolfo D’Onofrio, todavía se está acomodando a un club siempre complejo, pero ya adoptó algunas decisiones para el elogio vasto. Una de ellas es haber propiciado y logrado la vuelta de los ídolos, llámense Alonso, Francescoli u Ortega. En diferentes funciones, cada uno aporta no sólo su compromiso con River sino también sus conocimientos y sus experiencias. Y en ese grupo de notables también se encuentra Amadeo Carrizo, quien fue nombrado Presidente Honorario de la institución y esta tarde, antes del partido con Atlético de Rafaela, será homenajeado por esa condición. El mítico Amadeo ( 87) escuchará de la multitud una ovación que, seguramente, lo estremecerá de la cabeza a los pies. La ovación que se merece uno de los mayores próceres del fútbol argentino.
Para las nuevas generaciones que no lo vieron jugar, se puede sintetizar la fenomenal trayectoria de Amadeo ( 23 años en River, entre 1945 y 1968, con 545 partidos y seis títulos) con una certeza: fue el inventor de un estilo, el del arquerojugador. El que se adelantaba a las jugadas. El que usaba los pies con la misma destreza que las manos. El que podía gambetear a un rival con la habilidad de un delantero. El que siempre llegaba diez segundos antes que el resto. Amadeo entregaba todo esto, inédito hasta su fulgurante aparición, y mucho más: dominaba el área con una facilidad asombrosa, atajaba penales ( 18) como si fueran tiros de cuarenta metros, cortaba los centros con una mano -una de sus especialidades-, su ubicación le permitía tener que volar de palo a palo sólo en situaciones extremas. La historia, al cabo, marca un antes y un después de Carrizo.
Debutó a los 18 años y dejó el arco de River a los 42. Tuvo vaivenes en la Selección ( de la frustración de Suecia 58 a la coronación en la Copa de las Naciones de 1964). Vivió duelos felices y amargos contra Boca. Jamás pasó inadvertido.
Hoy, las palmas de la muchedumbre quedarán enrojecidas. Y el maestro del arco recogerá todo lo que sembró en su vida de leyenda.