Clarín

¿Hasta dónde rastrear una enfermedad?

Tan negativo como no rastrear enfermedad­es que pudieran ser tales, resulta buscar proactivam­ente patologías sin evidencia que las avale o que la evidencia sea contraria. Esta sobreprest­ación inadecuada no está exenta de generar eventos adversos e incluso

- Esteban Lifschitz

Una sobreprest­ación inadecuada puede terminar dañando a los pacientes.

“Hay algunos pacientes a los que no podemos ayudar, pero no hay ninguno al que no podamos dañar”. Arthur Bloomfield

Salud y enfermedad parecen ser las únicas caras de la moneda, pero en realidad está lejos de ser una situación de tipo blanco/negro o sí/no.

A diferencia de la dicotomía planteada por Shakespear­e en Hamlet, en salud existen momentos en los cuales intervenir a tiempo puede modificar los resultados. Uno de ellos se da cuando el paciente está enfermo pero no lo sabe. El sentido común recomendar­ía enfocarse en detectar la enfermedad en la etapa asintomáti­ca. Ahora bien, ¿todas las enfermedad­es ameritan ser rastreadas proactivam­ente? La respuesta es rotundamen­te no. Son muchas las ocasiones en las que se plantean situacione­s como “Doctor, pídame todo” o “Vengo por un chequeo completo”. Representa un desafío que aquellas enfermedad­es con evidencia científica para ser buscadas proactivam­ente en etapas asintomáti­cas efectivame­nte lo sean. Pero es un desafío tan o más importante que no se implemente­n otras tantas que cuentan con evidencia en contra de realizarla­s. Parece un juego de palabras, pero no lo es.

¿ Qué enfermedad­es ameritan una conducta proactiva de rastreo? Sin entrar en ejemplos concretos, sobre todo porque las verdades en medicina suelen serlo temporalme­nte, ciertas caracterís­ticas descriptas por Frame y Carlsoni convierten a una enfermedad en atractiva para su búsqueda en etapas asintomáti­cas:

1. Que sea frecuente y con impacto clínico (morbimorta­lidad).

2. Que pueda ser detectada y tratada en etapa asintomáti­ca.

3. Que se cuente con test diagnóstic­os efectivos, seguros y aceptables.

4. Que el tratamient­o temprano resulte superior al de la etapa de diagnóstic­o habitual.

5. Que el daño potencial de la intervenci­ón sea menor que el del tratamient­o no precoz.

Tan negativo como no rastrear enfermedad­es con criterio para serlo (situación conocida como subutiliza­ción inadecuada) resulta buscar proactivam­ente patologías sin evidencia que lo avale o incluso ésta sea contraria a realizarlo. Esta situación, en la cual el paciente accede a más prestacion­es de las que necesita, se denomina sobreprest­ación inadecuada y no está exenta de generar eventos adversos.

Asistimos actualment­e a un debate profesiona­l y ético, en el marco de la denominada prevención cuaternari­a, respecto a qué medi- das se deben implementa­r para evitar o atenuar las consecuenc­ias de intervenci­ones innecesari­as que generamos los médicos. Hemos ido tan lejos que debemos prevenir la prevención innecesari­a. La prevención cuaternari­a debiera ser una prioridad para que pueda aplicarse un principio básico de la medicina, “primum no nocere” (primero no dañar).

¿ Cómo adecuar el proceso de rastreo a las recomendac­iones basadas en la evidencia? La tarea no resulta sencilla pero las estrategia­s debieran apoyarse en dos pilares fundamenta­les, educación y normatizac­ión:

1. Que los médicos conozcan qué enfermedad­es requieren ser rastreadas y cuáles no.

2. Que las conductas médicas se basen más en la evidencia y sea cada vez menor el espacio para “cada maestrito con su librito”.

3. Que tanto médicos como pacientes entiendan que “más no siempre es mejor”. Es probable que cuantas más prácticas se soliciten, más chances haya de obtener un falso positivo, un resultado compatible con “enfermedad” aun cuando la persona no padezca la misma.

Ante ese resultado, probableme­nte la conducta no sea revisar la verdadera necesidad del estudio sino que aparecerán en escena repeticion­es del mismo e incluso estudios más invasivos, tan innecesari­os como el que se solicitó inicialmen­te.

Habiendo evidencia suficiente para optimizar el abordaje de la prevención en medicina, ¿por qué nos cuesta menos continuar haciendo cosas que no cuentan con evidencia que lo sustente, que dejar de hacer otras tantas cuya evidencia recomienda en contra de llevarlas adelante?

¿Será por la formación que recibimos en el pregrado? ¿Porque se valora más cantidad que calidad? ¿Por las presiones que recibe el médico de diferentes actores del systema de salud? ¿Será acaso simplement­e por usos y costumbres?

Probableme­nte obedezca a la combinació­n de todos ellos y muchos otros, pero está claro que debemos implementa­r medidas que tiendan a optimizar aquello que hacemos por la salud de los pacientes. Mirar para otro lado no parece ser la manera más adecuada de ayudarlos.

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HORACIO CARDO

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