Clarín

Lo que le faltaba a la economía, el default

Hace 20 días que Griesa tenía tomada la decisión de ayer. ¿El Gobierno lo sabía y dejó que pasara lo que pasó?

- Alcadio Oña aona@clarin.com

Los fondos buitre son lo que hasta en el propio sistema financiero internacio­nal dicen que son: especulado­res poderosos que compran títulos en default al 20 o 30% de su valor nominal –bonos basura– y después, juicios mediante, pretenden cobrar el 100% más los intereses corridos desde la cesación de pagos. Avanzan sobre Estados y compañías con grandes chances de recuperars­e, porque de lo contrario no habría negocio, y son capaces de esperar años para alzarse con una montaña de plata.

Pero existir, existen, y están metidos en la Argentina al menos desde que los favoreció el primer fallo del juez Thomas Griesa, hace ya diecinueve meses. La sentencia fue remachada luego por otra de la Cámara de Apelacione­s de Nueva York y, finalmente, por un pronunciam­iento de la Corte Suprema de Estados Unidos.

El contraste entre los resultados y el tiempo transcurri­do y los avatares cada vez menos propicios del proceso, revelan el desconocim­iento y la improvisac­ión del Gobierno sobre lo que podía pasar. Y ayer pasó que Griesa rechazó prorrogar el stay, un paraguas que iba a permitir cumplir, a fin de mes, con el pago a los bonistas que entraron a los canjes (ver página 3).

Dice un abogado que siguió cada detalle de la película: “Hace unos veinte días que Griesa tenía tomada la decisión. Pero aquí no se hicieron esfuerzos suficiente­s para torcerla, ni se exploraron los canales que correspond­ía y encima sacaron declaracio­nes que el juez consideró agresivas”.

¿ Otra vez el Gobierno equivocó el camino? ¿ O sabía que esto iba a suceder y dejó que sucediera?

Lo cierto es que la Argentina va rumbo a un default que sobrevendr­á a fin de mes. Metido en su propio mundo, el kirchneris­mo seguirá agitando la bandera Patria o Buitres, como si fuese una consigna ganadora.

La estrategia que habría comprado Cristina Kirchner dice que es posible manejarse con un default administra­do. Para empezar, consistirí­a en tirar hasta principios de 2015, cuando vence la cláusula RUFO que obliga al país a trasladar a los bonistas de los canjes las mismas condicione­s que se pacten con los holdouts.

Llegado ese momento, el Gobierno reanudaría los pagos a los bonistas y arreglaría con los buitres, presuntame­nte por menos de lo que fija el fallo de Griesa. Hasta entonces habría un default generaliza­do y no uno parcial.

El problema de las estrategia­s oficiales son los huecos que a menudo deja abiertos. Y aquí existen varios bien peligrosos.

Entre ellos, que durante esos seis meses haya bonistas de los canjes que logren reunir el 25% de los tenedores de títulos y que exijan el pago completo de la deuda en juego, aunque se trate de obligacion­es con vencimient­o 2033. Habría unos 30.000 millones de dólares sobre la mesa.

Y como el plan contempla un acuerdo con los holdouts, habrá que ver cómo queda la bandera Patria o Buitres. Siempre hay un relato para cada circunstan­cia, solo que de tanto usarlo, el relato se ha deshilacha­do.

Seis meses parecen poco tiem- po, pero pueden resultar muchos si se miden algunas de las cosas que pueden suceder. En una lista tentativa entran desde presiones sobre el dólar y las reservas hasta el riesgo de una levantada del para-

Hay riesgos a la vista: más recesión, más problemas laborales y presión sobre el dólar

lelo y, seguro, mayores trabas para las importacio­nes.

Todo junto puede terminar por profundiza­r la recesión, agudizar los problemas laborales y darle bríos al proceso inflaciona­rio. Pre- visiblemen­te, el cuadro también incluirá las expectativ­as empresaria­s ya bastante deteriorad­as por lo que había.

Si la realidad es como pinta, no habrá relato que valga. Será inevitable convivir con ella y pagar costos políticos, además de los que pagarán quienes no han tenido ni arte ni parte en el zafarranch­o.

¿Habrá contemplad­o Axel Kicillof cómo enfrentar un panorama semejante? Por de pronto, está particular­mente inquieto ante la posibilida­d de quedar preso de eventuales juicios disparados por el manejo de la deuda externa.

Quien tomó ciertos recaudos fue el presidente del Banco Central, Juan Carlos Fábrega, que por las dudas ha venido acumulando todas las reservas que pudo. El por las dudas ya llegó, a pesar de que Fábrega siempre creyó que el círculo áulico de Olivos iba a encontrarl­e una salida al laberinto sin un choque de trenes con los buitres.

Y en caso de que el sacudón suene parecido al que imagina la mayoría de los analistas, caerá sobre un terreno ya minado por la caída del consumo, la pérdida de ingresos y el temor a quedar sin trabajo. Dicho de otra manera, vendrá en el peor de los momentos.

Si el Gobierno logra salir del atolladero y arregla todos los tantos, volverá a tomar la senda que arrancó en el Ciadi y siguió con el Club de París y Repsol. Que no fueron precisamen­te acuerdos encomiable­s, pero apuntaban en la dirección de salir al mercado de crédito internacio­nal. Entonces, será arriada la bandera del desendeuda­miento.

Los dólares de afuera pueden diluir eventuales presiones sobre el mercado cambiario y las reservas y darle oxígeno al Gobierno en el último tramo de su gestión. Pero está por verse si son suficiente­s como para torcer el rumbo de la economía, pues para eso hacen falta políticas de verdad, no parches, y además acertar con las políticas.

Sobre asuntos como esos hablan la crisis energética, la cantidad de divisas que consumen las importacio­nes de gas y combustibl­es, el estado de la infraestru­ctura y el paulatino agotamient­o de las cajas de la ANSeS y del Banco Central.

Son algunos de los problemas acumulados durante la era kirchneris­ta. Y encima, cerca del final de ciclo, se le vinieron encima los malditos fondos buitre, a los que al parecer no habrá más remedio que pagarles aunque la factura caiga después de 2015.

Probableme­nte juegue a favor de Cristina el hecho de que el cambio de gobierno mejore las expectativ­as y aliente inversione­s pensadas hacia adelante. Mal que le pese a la Presidenta, es por lo que viene no por lo que está.

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/ADRIANA GROISMAN Siempre listo. Daniel Pollack, el mediador con los buitres.
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