Clarín

Sumergidos en la ciudad

Casi ocultos, sobreviven edificios notables. Y hay otros que regresan por el reciclado.

- Berto González Montaner * bmontaner@clarin.com * Editor General ARQ

La ciudad avanza ineluctabl­e. Y para hacerlo tiene múltiples mecanismos. A veces como un magma se va fagocitand­o antiguas construcci­ones. Otras, va clonando sus edificios que se multiplica­n en una o varias manzanas. También hay procesos inversos: de reparación, reciclaje o sustitució­n de tejidos obsoletos. Veamos algunos ejemplos.

En la avenida Rivadavia, frente al parque homónimo, lucía hasta hace unos años la fantástica fachada neoclásica del Club Italiano. Entre este frente y la vereda, cerco de herrería mediante, había un jardín que daba marco y perspectiv­a al emblemátic­o y tradiciona­l club de Caballito. Hoy solo se ve el portal de acceso. El resto se lo comieron unos gigantesco­s locales comerciale­s que lucen sobre la avenida.

En este mismo barrio, a metros del Cid Campeador, quedó sumergida la que llaman la casa más antigua de Caballito. Se trata de una casona de 1864 donde vivió el obispo de Avellaneda, Jerónimo Podestá, junto a su esposa Clelia Luro; y fue, a su vez, el sitio donde se gestó la Federación Latinoamer­icana de Sacerdotes Casados. Sobre Gaona 1367 solo se ve una puerta de reja y un pasillo que va al fondo. Un fondo que llega a un verdadero oasis urbano con árboles de gran porte. A ese pulmón verde da la galería con columnas de estilo de esta casona, declarada de Interés Cultural por la Legislatur­a porteña en 2004. Según cuenta Clelia Isasmendi, hija de Clelia Luro, se convertirá en un museo que más que un lugar para exhibir objetos quieren que funcione como un espacio de reflexión “para la discusión filosófica, religiosa y social”.

Otro de estos especímene­s tragados por la metrópolis lo descubrí hace un tiempo yendo hacia el Norte. En la calle Galván 3463, inesperada­mente encontré que por detrás de una fachada austera, que alguien diría que es “racionalis­ta”, emergían pedazos de un edificio neoclásico. Es una típica escuela con bandera, que como señala el escudo de su frente pertenece al distrito escolar N° 15.

De este tipo de construcci­ones tapadas por el crecimient­o magmático de la ciudad habrá miles. Y segurament­e muchos lectores tendrán un caso para compartir y contar. Pero hay otras que están ahí, a la vista, tratando de subsistir.

En Luis María Campos 1126 hay un petit hotel de grandes dimensione­s que quedó encajonado en medio de la manzana. A un lado, una medianera alta y pelada; al otro, una torre de ladrillo visto con ventanas que dan al predio de la casona; y al frente, un terreno de gran valor inmobiliar­io. Los proyectist­as pergeñaron construir un edificio apoyado sobre la medianera y sobre elevado dos niveles y medio de tal manera de poder espiar el imponente petit hotel desde la avenida.

Otro caso es el del Palacio Roccatagli­ata, entre las avenidas Franklin Roosevelt y Ricardo Balbín, en Coghlan. En este predio, donde vivían los propietari­os de la emblemátic­a Confitería del Molino, un grupo de inversores lanzó la

La fachada del Club Italiano, en Caballito, quedó tapada por locales comerciale­s

construcci­ón de unos departamen­tos con amenities que por ahora la Justicia porteña ordenó suspender. La propuesta de los arquitecto­s era armar un edificio en forma de “L” que tape la medianera vecina y le dé un mejor fondo al palacio de los Roccatagli­ata que será preservado. La estrategia, conceptual­mente, parece perfecta. Una de las alas del nuevo edificio, con sus 13 pisos, tapa correcta y razonablem­ente la medianera. Pero la otra, que la duplica en altura, con sus 26 pisos parece desmesurad­a.

También en la ciudad, como decía al principio, hay procesos de reparación. Y algunas viejas construcci­ones aparenteme­nte casi sin valor se toman sus revanchas. Por caso, un gris y abandonado galpón en un corazón de manzana de Palermo Viejo fue convertido en casa- estudio por la artista plástica y psicóloga Diana Schufer. Un largo pasillo, un patio lleno de plantas y aromas, y un galpón reciclado, todo blanco, ahora es la vivienda de Diana. Quien, junto con su amiga Olga Martínez, los viernes y sábados por la tarde, convierte el lugar en una magnífica galería de arte.

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AMPARO BERNABE Palermo. Un galpón, reciclado en vivienda y galería de arte./

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