El negocio del tozudo
Después de publicar su autobiografía, Morrissey, el ex The Smiths, vuelve al ruedo musical y lanza su primer álbum en cinco años.
Morrissey es un tipo nacido en Manchester ( Inglaterra), que grabó este, su primer disco en cinco años, en Francia. Incluye canciones sobre toreros españoles ( The Bullfighter Dies), un drama familiar en Turquía ( Istanbul), homenajea a la generación beat norteamericana ( Neal Cassady Drops Dead) y toca el tema de las revueltas en Ucrania ( World Peace is None of Your Business, o “La paz del mundo no es negocio tuyo”).
Se podría decir que es una obra cosmopolita, si no fuera porque luego insiste en hacer un disco como los que generalmente hace: blanco, emotivo, sentimentaloide y con un total desprecio por cualquier novedad sonora. Anacrónico desde el primer tema que compusiera para The Smiths, hace ya 32 años, sus tics compositivos y temáticos son tan poco permeables a los cambios como los de Lemmy Kilmister ( Mötörhead). Su fuerza reside ahí: Oscar Wilde, los grupos de chicas de los ‘60, la factoría Spector, New York Dolls, los derechos de los animales y el amor no consumado como la perfección del romanticismo.
Ni siquiera en su particular y largamente esperada ( aunque poco reveladora) autobiografía, publicada a fines de 2013 como si fuera su mejor obra en años, se dedica a desmentir o aclarar demasiado sobre los agujeros ne- gros de su vida. El misterio vende, y eso lo han sabido explotar también, antes y después, Bob Dylan y el Indio Solari. El mancuniano, además de una carrera dedicada a las pistas y nunca a las certezas, viene de una temporada de cancelar giras, incluso en Sudamérica, dando explicaciones tan variadas como problemas de salud y de financiamiento.
Igual que Kilmister con los motores, la velocidad y las mujeres, Morrissey no duda en ser obvio para recordarnos sus convicciones. “Hurra, hurra/ el torero muere/ y nadie llora/ porque todos queremos que el toro sobreviva”, se despacha en la ya citada The Bullfighter Dies, en las antípodas de la declarada pasión taurina de un Andrés Calamaro. Sí se luce en cada interpretación, haciéndonos olvidar los muy a menudo ramplones arreglos de sus canciones (esos toques de flamenco, esos coqueteos con el bolero) desde que trabajara codo a codo con Johnny Marr en The Smiths, y de esto hace ya más de un cuarto de siglo. Canta cada día mejor, algo que ya venía evidenciando en Years of Refusal ( 2009) y ahí reside casi todo su capital, más que en su cada vez más evidente indignación poética. “Amor, paz y armonía/ muy lindo, muy lindo, muy lindo/ pero quizás en la próxima vida” se despide, a tono con su personaje, uno de los más deslumbrantes y tozudos de la historia de la música pop.