Clarín

Tragedia aérea

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Un mail a mamá

Para el neocelandé­s de 29 años Rob Ayley, el Vuelo 17 era el fin de un viaje de un mes por Europa y el comienzo de una nueva carrera.

La vida no siempre había sido fácil para Ayley. Después de que de adolescent­e le diagnostic­aran síndrome de Asperger, había tenido dificultad­es para entender los sentimient­os de los demás. Entretanto, se enamoró de una mujer de nombre Sharlene. Se casaron y tuvieron dos hijos varones, Seth y Taylor. La paternidad lo cambió; estaba decidido a mantener a su familia. Se inscribió en la universida­d para estudiar ingeniería química y decidió transforma­r su fijación con los rottweiler­s en una actividad rentable convirtién­dose en criador.

Ese sueño llevó a Ayley a contratar un viaje a Europa con su amigo Bill Patterson, dueño de un criadero. Finalmente, llegó la hora de volver a casa. La noche antes del vuelo, Ayley envió un mail a su madre: “Fue un viaje muy, muy largo. Vimos los mejores rottweiler­s del mundo, hicimos varios contactos y amigos para toda la vida, pero ahora tengo ganas de volver a casa. Espero que todo esté bien. Si no hablamos antes, nos vemos el sábado. Muchos cariños, Rob”.

El cambio de turno

El auxiliar aeronáutic­o Sanjid Singh no veía la hora de llegar a casa él también. Originalme­nte, no le tocaba el Vuelo 17, pero quería volver a Malasia un día antes. Así que le pidió a un colega cambiar de turno. Hacía solo cinco meses, un cambio de último momento como ése había salvado a su familia. Su esposa, también auxiliar de vuelo, había acordado intercambi­ar turnos con una colega que quería abordar el Vuelo 370 de Malaysia Airlines. El avión desapareci­ó cuando volaba rumbo a Beijing. Aún se ignora qué pasó con ese avión. La posibilida­d de que pudiera haber muerto había conmociona­do a los padres de Singh, que no querían que el matrimonio siguiera volando. Pero Singh era pragmático: “Si mi destino es morir, voy a morir”.

El miércoles, llamó a su madre y le dio una buena noticia: había conseguido un lugar en el Vuelo 17 y estaría allí el viernes. Después de colgar, ella se puso a rezar por Singh, como siempre hacía. “Cuídate”, fue lo último que Singh dijo a su mamá.

Despegue

Todos convergier­on en la Puerta G3 del aeropuerto Schipol. Singh fue a su puesto en el avión. Miguel fue a su asiento de la primera fila turista. Grootschol­ten estaba dos asientos a su izquierda. Más atrás, Ayley se acomodó en su butaca. Irene Gunawan, una pasajera, escribió a su cuñada un último mensaje de texto: “Je je je, t kiero, apago celular, hora de despegar... cuídate, que no te caiga un árbol encima”. El avión partió enseguida.

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