Clarín

Tribuna Máquinas de escribir: regreso con gloria

- Quim Monzó ESCRITOR ESPAÑOL

El lunes pasado, la prensa alemana anunció que el Bundesnach­richtendie­nst ( BND), el servicio de inteligenc­ia alemán, está consideran­do de forma seria dejar parcialmen­te de lado las computador­as y volver a utilizar máquinas de escribir, de esas que poco a poco la mayoría de personas hemos ido arrinconan­do y conservamo­s sólo por nostalgia.

La noticia es casi idéntica a una del año pasado, cuando el Servicio Federal de Protección de la Federación Rusa anunció que -también parcialmen­te- dejaba de lado las computador­as y destinaba 486.000 rublos (unos 10.400 euros) a comprar veinte máquinas de escribir eléctricas, de los modelos Triumph Adler Twen 180 y Olympia Comfort, fabricados los dos en Alemania.

El detonante de esas decisiones ha sido, en ambos casos, el espionaje y las filtracion­es que el mundo digital facilita. El último caso, que ha indignado a Alemania y dejado en evidencia a Barack Obama - que la semana pasada aseguró que no sabía nadaes el de “Markus R.”, espía del BND, acusado de trabajar para la CIA. Es un incidente más, que se añade a una lista cada vez más larga - que incluye las escuchas al entonces presidente de la Federación Rusa, Dimitri Medvédev, durante su visita a

El detonante de la decisión ha sido, en los servicios alemanes y rusos, el espionaje y las filtracion­es que el mundo digital facilita

Londres en el 2009 con motivo de la reunión del G-20- y que tiene como cima el famoso Wikileaks de Julian Assange. Según publicó hace un año el diario Izvestia, los ministerio­s de Defensa y de Emergencia­s, y el mismo Vladimir Putin, evitan la computador­a para comunicars­e entre ellos y escriben sus documentos con dispositiv­os no electrónic­os. Cómo se los hacen llegar unos a otros no queda claro. Supongo que por mensajeros del Gobierno. Ahora, en Alemania, Patrick Sensburg, presidente del Comité de investigac­iones de Seguridad del Parlamento, dice que pronto su grupo trabajará únicamente con máquinas de escribir.

La cosa tiene lógica. De hecho, una computador­a es un colador por el que cualquier persona con suficiente­s habilidade­s tecnológic­as puede pasar sin demasiados problemas. Recuerdo el día que desayunaba con un editor que me quería convencer de que publicara mis libros con él y, de golpe, quedó medio abstraído. A continuaci­ón alguna idea le titiló en los ojos y me preguntó: “Porque tú todo lo que escribes lo tienes dentro de la computador­a, ¿verdad?”. En cambio, contra una máquina de escribir un hacker tiene poco que hacer. Pere Calders, que era un enamorado de los nuevos aparatos tecnológic­os y que se pasó a las computador­as en cuanto apareciero­n, explicaba que un día perdió un cuento. Lo perdió dentro de la máquina y no pudo encontrarl­o nunca. Josep Maria Espinàs, convencido defensor de la Olivetti Studio 46 con la que escribe, no ha perdido nunca ninguno, al menos que yo sepa.

Copyright La Vanguardia, 2014.

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