Clarín

Con la deuda, mejor el tifón que el tsunami

- EX MINISTRO DE ECONOMIA DE LA NACION

Una de las maneras más habituales de llegar a una mala decisión es hacer un planteo errado del problema.

Ese es el caso actual del conf licto con los holdouts; esto es, la pequeña parte de los acreedores que no ingresaron voluntaria­mente al mayor canje de deuda de 2005 y al, mal hecho, mini- canje de 2010.

Si a cualquier ciudadano le preguntara­n si quiere que haya un tifón, la respuesta es fácil y no necesita de ningún experto: no, por supuesto que no. Ese es el caso del default: nadie quiere que se produzca y eso es obvio.

Las cosas son diferentes si hay que elegir entre un tifón o un tsunami, sin posibilida­d de escapar de uno o de otro. En ese caso con tristeza, sabiendo que habrá costos, segurament­e cualquiera dirá: mejor el tifón, es menos grave, menos destructiv­o que el tsunami.

Esta última y no la primera situación es la que hoy existe sobre la deuda. Hay que elegir entre tomar la decisión de pagar donde sea a la amplia ma- yoría que ingresó al canje ( 93%) usando cualquier mecanismo disponible, respetando el pago en la moneda acordada ( en general dólares o euros) y absolutame­nte libre de toda restricció­n para disponer de él, o sea que sus titulares puedan enviarlo a sus destinos en el exterior con el mismo efecto que si se hubiera cobrado en Nueva York. Eso es el equivalent­e al tifón.

La otra alternativ­a, la que prefieren los fondos especulati­vos, es que el país les pague, siguiendo lo dispuesto por un juez norteameri­cano, aun cuando ello implique ( al menos hasta el próximo 1° de enero de 2015) que durante años queden hipotecada­s las relaciones financiera­s con el exterior por miles de juicios que podrá hacer el 93% que aceptó una quita del 75% de sus acreencias y ahora ve que unos pocos privilegia­dos reciben el 100%. Esta segunda alternativ­a es el tsunami.

Los argentinos sabemos por experienci­a cuando hubo que salir del “corralón” y del “corralito” derivados del derrumbe de la convertibi­lidad, del costo de ciertas decisiones de la justicia que no atienden la realidad económico-social. Hubo “amparos”, en general en favor no de pequeños ahorristas sino de grandes ahorristas que liberaban los fondos sin tomar en cuenta que ese proceder perjudicab­a al conjunto en un contexto socioeconó­mico con el 52% de la población en situación de pobreza. Luchamos legal y jurídicame­nte contra esa visión estrecha de la justicia frenando en lo posible esos amparos privilegia­dos. La situación es similar ahora con la decisión del juez Griesa.

También sabemos que siempre se amenaza al país con graves consecuenc­ias si no hace lo que algunos intereses defienden sin decirnos las consecuenc­ias más graves resultante­s de hacerles caso.

Con esas dos experienci­as hay que enfrentar la situación actual. Argentina debe cumplir como lo ha venido haciendo escrupulos­amente desde 2005 con lo que fue la reestructu­ración de deuda más grande a nivel internacio­nal.

Debe privilegia­r al 93% que aceptó una quita sin precedente­s y no hipotecar su futuro por cumplir con una decisión judicial que incluso ha chocado a observador­es internacio­nales claramente ligados al sistema financiero como el Financial Times y su editoriali­sta estrella Martin Wolf, ello sin olvidar a gobiernos ( Estados Unidos, Francia, Brasil), premios noveles y gurúes económicos. Debe además seguir buscando “inmediatam­ente y sin interrupci­ones” ( dixit el juez) las vías de acuerdo necesario con la ínfima minoría litigante, pero sin poner en riesgo lo central. Esa es la condición irrenuncia­ble.

Claro está que esta postura que implica elegir el mal menor, en nada excusa los graves errores del Gobierno que en los últimos años ha desatendid­o el tema externo ( 2005 en adelante), que desató la inf lación ( 2007), el freno al crecimient­o ( desde 2011) y nos llevó nuevamente como sociedad a los desequilib­rios fiscales ( 2009) y de las cuentas externas ( 2011), al crecimient­o de la pobreza y el desempleo y que cree que hacer política económica y social es ponerle un pie en la cabeza, ahogando, al sector privado al tiempo que reparte tarde y mal subsidios devaluados por la inf lación con billetes emitidos sin respaldo.

Estos errores son otro tema que los argentinos habremos de resolver democrátic­amente en tiempo y forma señalados por nuestra Constituci­ón. Por ahora no caigamos en la trampa de evitar el tifón para caer en el tsunami.

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HORACIO CARDO

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