Una guía para un mundo más exigente
Jorge Luis Borges todavía estaría festejando por este invento monumental, que nos entrega una verdadera biblioteca de todas las bibliotecas. Lástima que no lo pudo ver, aunque sí todos nosotros, que ya perdimos la capacidad de asombro frente a una creación que no para de crecer y desarrollarse. Porque de aquella Internet plana de los noventa – que solo mostraba páginas estáticas–, pasamos a la “Web 2.0”, que nos permite crear y compartir contenidos. Y ya se está diseñando la “3.0”, que interpretará necesidades y se anticipará a nuestros pedidos.
Los chicos y adolescentes nacieron en este entorno digital y por eso no sorprende que el 60% – o más aún– no conciba otra forma de encarar las tareas que no sea dándole “ON” a la computadora, o cualquier otro dispositivo conectado.
Pero por más “nativos digitales” que sean, los procesos de aprendizaje siguen siendo los mismos que siempre. Requieren del esfuerzo de hallar la información adecuada, la capacidad para diferenciar aquello válido y útil, el análisis crítico de los datos. Sólo así los chicos transformarán esa tonelada de información en conocimiento.
Usar Internet sólo para “copiar y pegar” es algo así como tener una Ferrari y circular únicamente por calles empedradas. Somos los adultos –la escuela y en estos días los padres– quienes debemos guiar a los chicos para que les saquen provecho: para que puedan resolver problemas con los datos, para que trabajen en equipo a partir de las redes, para que crean e innoven. Así, no sólo estarán aprovechando Internet para hacer los deberes. Mucho más que eso: estarán aprendiendo las habilidades que les exigirá el mundo y el mercado laboral, ni bien termine su paso por la escuela.