Clarín

García Lupo: seis décadas de periodismo y una vida de película

El hijo del genial cronista latinoamer­icano, Santiago García Isler, dirigió un film que puede verse hoy en el Malba.

- Patricia Kolesnicov pkolesnico­v@ clarin.com

–Rogelio, ¿ le gusta su vida? La pregunta se formula en la casa de Rogelio “Pajarito” García Lupo, unos días antes del estreno de A vuelo de pajarito, un documental que recorre eso, su vida y la recorre con los ojos de uno de sus cuatro hijos, Santiago García Isler, que es el director. Comienza la tarde, la luz entra con la mansedumbr­e del invierno a un living clásico, sencillo, en San Telmo. Ahí, en su sillón, y con Santiago a su lado, está García Lupo, el periodista que fue una de las plumas de Prensa Latina, en La Habana, al comienzo de la Revolución Cubana, que investigó con Rodolfo Walsh el caso Satanowsky, que armó, con Rodolfo Walsh y Horacio Verbitsky, el Semanario CGT de los Argentinos, que trabajó muchos años en el diario Clarín.

Está ahí sentado, con su bastón a la mano, la voz suave, el tipo que dirigió la editorial Eudeba durante el camporismo y fue publicista y, para guardarse, se metió a trabajar en una empresa de construcci­ones durante la dictadura. “Cuando iba a la casa de mis amigos y los padres se enteraba de quién era mi papá ponían cara de ‘Ah, el prócer’”, cuenta ahora Santiago. ¿Pero ahora que la ve ordenada, contada en una hora y media, al prócer, le gusta su vida? -Sí, sí, me he divertido bastante, he podido escribir a la altura de mi capacidad, me las arreglé para sobrevivir al proceso... La película de Santiago se estructura alrededor de la donación del archivo de Rogelio a la Biblioteca Nacional. “Fui planteándo­le temas que eran como las cajas de sus investigac­iones”, cuenta el director. Sobre un estante se ve, en la película, una caja que dice “Pasaportes falsos”, por ejemplo. Santiago preguntó de qué se trataba.

García Lupo lo cuenta en la pelí- cula y ahora, en casa: “Se publicó en Clarín, firmada por mí, la historia de cómo los chinos se comunicaba­n a través de la sección de avisos clasificad­os. Denunciaba­n pasaportes perdidos como primer paso para algo que era el tráfico de

pasaportes.” – ¿ Usted siempre leía los clasificad­os con tanta atención? –No. Pero un gran amigo mío habían perdido un perro muy lindo. Y ahí salían los animales perdidos. Entonces dije: “Voy a leer todos los días los clasificad­os de Clarín a ver si lo encontramo­s. Y ahí fue donde vi la repetición de apellidos chinos uno detrás de otro. Una forma de trabajo, una forma de ser periodista se despliega en la pantalla. Como cuando leía el Boletín Oficial “profesiona­lmente” y le llamó la atención que hubiera cantidad de chilenos constituye­ndo sociedades anónimas. “Me puse a juntar material, en un momento tenía como 80 sociedades anónimas y dije: ‘Estos tipos están fugando capitales de Chile’. Y se armó un escándalo de primera”. –La idea de que todo deja huella. –Todo deja huella..., dice el periodista, como una clase. – ¿ Fue una especie de recapitula­ción de su vida? – De algunas cosas me asusté. Recordé haber ido en aviones destartala­dos en los 50, como cuando fui a una entrevista con un médico que fue famoso porque era médico de la Policía y denunció que habían torturado en 1951 al estudiante Ernesto Mario Bravo, que era comunista. En La Habana caían bombas casi encima nuestro... y durante la investigac­ión de caso Satanowsky –por Marcos Satanowsky, asesinado por la SIDE en 1957– también sentí el peligro. – En la película, Gelman dice que usted hacía periodismo militante. ¿ Fue así? –La militancia es trabajar sin cobrar. El periódico de la CGT de los argentinos lo hicimos así, a pulso. –Pero no como perspectiv­a... –La militancia acaba con el periodismo, ¿no? Porque fracasa. En la película, un pajarito funciona como separador de distintos episodios, aparecen animacione­s que hizo Pablo, otro hijo de Pajarito y hay testimonio­s de Juan Gelman, Horacio Verbitsky, Eduardo Galeano, Isidoro Gilbert y un diálogo con Osvaldo Bayer, a quien le dice que “a partir de los 80 uno empieza a quedarse sin amigos”.

La película sirvió para estrechar lazos con su hijo Santiago. De hablar una vez por semana pasaron a que “por ahí lo llamaba tres veces... Y revisamos fotos, cajas...” – ¿ Cómo resulta, Rogelio, verse en la pantalla? –Algo como.. ¿ qué hace ese hombre ahí? Pero me gusta la serenidad, que no haya construcci­ón de monumento. – ¿ Se reconoce? – Reconozco el paso de los años, eso reconozco. Me veo en los depósitos de Eudeba pienso... pensar que acá hace 40 años yo tenía esa pinta...

 ?? MARTIN ZAITCH ?? Rodaje. Santiago García Isler (izq.) y Rogelio García Lupo, durante la filmación de “A vuelo de pajarito”./
MARTIN ZAITCH Rodaje. Santiago García Isler (izq.) y Rogelio García Lupo, durante la filmación de “A vuelo de pajarito”./

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