Clarín

Una chica extroverti­da y alegre que quería ser odontóloga

La joven neuquina tenía una gran vida social. Se mostró como una estudiante impecable.

- NEUQUEN. CORRESPONS­ALIA

A pesar del dolor que significa la pérdida de un hijo, el papá de Michelle, Claudio Alvarez (42), accedió a hablar con Clarín.

“Nosotros lo que sentimos es una gran impotencia, porque ha pasado ya una semana y no tenemos ningún dato, nada concreto que nos lleve a la persona que la atropelló y la dejó tirada”, dijo consternad­o el hombre este gendarme nacido en Corrientes con residencia en Zapala. Y agrega: “Tenemos mucha rabia y mucha indignació­n porque nadie nos dice nada”.

Si le preguntan qué le diría al que mató a su hija, piensa un instante y suelta: “Si encuentro al que dejó tirada a Michelle tendría ganas de golpearlo, muchas cosas se me vienen a la cabeza, pero sé que no lo voy a hacer; que me diga por qué lo hizo, por qué se fue, por qué la dejó tirada, por qué no atinó a parar y bajarse, por qué no tuvo una conducta más humana para con ella”.

Después con la voz entrecorta­da, Claudio reflexionó:“La pérdida de un hijo es algo irreparabl­e, no hay cómo recuperarl­o, uno no está preparado, es lo más antinatura­l, uno se prepara para la muerte de un padre, un abuelo, pero perder un hijo es lo peor que puede pasarte, nunca se está preparado y lo que menos se imagina es que le va a pasar a uno”.

Michelle Tamara Alvarez había nacido hace 21 años en Caviahue, una pequeña localidad turística de la provincia del Neuquén.

“Por mi trabajo hemos vivido por varios lugares de la Argentina, en La Pampa, Buenos Aires, Capital, Balcarce, Entre Ríos, es medio nómade nuestra vida”, cuenta Claudio.

Su familia, de clase media, vive hoy en Zapala, a unos 180 kilómetros de Neuquén capital. Está compuesta por su señora Carmen Lagos (43) comerciant­e, y Francis- co ( 14), que está en tercer año de la escuela técnica y es hermano de la joven fallecida.

Michelle hizo la escuela primaria en Zapala y otra parte en Buenos Aires, el secundario lo cursó en Zapala y lo terminó en Balcarce, provincia de Buenos Aires. Llevaba cuatro años estudiando en La Plata y le faltaba un año y medio para recibirse de odontóloga. “Venía bien en la carrera, estaba contenta, le faltaba muy poco, tenía pensado seguir en Buenos Aires y también estaba viendo la posibilida­d de radicarse o de ir a probarse en Chile, como el convenio de la facultad la habilitaba para poder ejercer allá, lo había pensado también”, le dijo a Clarín el papá.

¿ Cómo era ella? “Era una pelotita de nervios, como se dice, era muy extroverti­da, dinámica, no se quedaba quieta nunca, muy simpática, siempre estaba sonriendo. Por más que algo la hiciera sufrir mantenía su sonrisa. Me acuerdo que la mamá le decía: ‘O llorás o te reís...’. Era una chica muy dulce”.

Claudio recuerda que su hija “No practicaba mucho deporte, pero tenía mucha vida social con sus amigos, le gustaba salir, compartir, acampar”.

Con voz en la que se denota el orgullo, Alvarez le cuenta a este diario: “La escuela primaria y la secundaria las hizo bien, sin problemas, es más, con todos los cambios que tuvimos, ella siempre se adaptó a los lugares que nos tocaron, nunca tuvo problemas de integració­n debido a su personalid­ad, justamente, y también en la universida­d le iba bien en la carrera, sin inconvenie­ntes”.

También se refiere a su pronta decisión para saber a lo que se iba a dedicar, a su carrera. “Desde que comenzó el secundario ella dijo que quería ser odontóloga y bueno, eso es lo que empezó a estudiar, siempre le gustó Odontologí­a. Y por tan poco, por una necedad de otro, no lo consiguió”.

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En familia. Papá Claudio, mamá Carmen, Michelle y su hermano Francisco.

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