Clarín

Apareció otra víctima de la mai umbanda que esclavizó a 3 nenas

Tiene 19 años y estuvo en la misma casa que las chiquitas. Contó que a la de 4 años le daban mamaderas con whisky.

- Fernando Soriano fsoriano@ clarin.com

Una joven de 19 años se presentó ayer en las oficinas del fiscal Jorge Grieco, que investiga el caso de las tres nenas esclavizad­as en Lanús, y abrió una nueva puerta que profundiza el espanto que se vivía en la casa del pai y la mai umbanda detenidos. Espontánea­mente, la chica relató cómo ella misma fue esclavizad­a y sometida a distintos ritos hasta que logró escaparse. Además, reveló detalles de la situación de las tres víctimas originales – dos hermanas de 4 y 13 años y una tía de ellas, también de 13–, con las que convivió. Las escenas que describió impactaron a los investigad­ores, quienes se encuentran con más horror cada día que pasa.

De su propio calvario, la chica contó que llegó a la casa de los umbanda –ubicada en un barrio muy humilde de Monte Chingolo– porque estaba mal y se había peleado con su novio. “Vivía enfrente de los imputados y un día la mai percibió su situación. La chica le contó y la mai la invitó a participar de algunos rituales con la excusa de que iba a hacerle unos ‘trabajos’ para que se amigara con su pareja”, contó una fuente de la investigac­ión a Clarín.

Así, la víctima se fue integrando a los rituales de la casa. Se quedaba a dormir algunas noches, hasta que los “religiosos” la captaron del todo y se la llevaron a vivir con ellos con la excusa de que, de esa forma, los “trabajos” serían más intensos. Si bien esta chica no sufrió los mismos vejámenes que las nenas, padeció el encierro y los golpes y fue obligada a participar de cada rito.

Su propio infierno duró apenas 72 horas. Hasta ese momento, en cada visita sólo había observado có- mo tenían a las nenas de sirvientas, pero nunca había presenciad­o la violencia ni las atrocidade­s que vería durante los días que estuvo cautiva.

La chica pudo escaparse una madrugada de febrero. Igual que hicieron las tres nenas el último domingo, ella aprovechó que sus captores dormían, saltó una reja y se escapó. Desapareci­ó del barrio y se mudó a Quilmes. Pero su madre se quedó viviendo enfrente de la casa del horror. Según su relato, la mai la empezó a hostigar. “Le decía que su hija le quedó debiendo 1.500 pesos y que si no le pagaba los iba a matar a todos”, contó uno de los investigad­ores a Clarín.

El mismo tipo de amenazas se repetían en todo el barrio, donde el pai y la mai umbanda eran tan respetados como temidos. “Se trata de una población muy vulnerable, no sólo económicam­ente, también en lo psicológic­o, en lo emocional y en lo espiritual. Y esta gente (por los imputados) tenía atemorizad­os a todos”, relató un vocero, quien consideró que lo que practicaba­n los acusados era “una nueva forma de esclavitud”.

En esos tres días que la nueva víctima vivió esclavizad­a en la casa donde Jorge R. ( 54) y Graciela L. ( 44) mantenían cautivas a las tres nenas, lo que más impacto le causó fue cómo trataban a la más chiquita. La joven contó ante el fiscal Grieco que, para divertirse, el pai y la mai le daban todos los días una mamadera con whisky y la hacían caminar mientras bebía todo el contenido, hasta que se caía dormida. Recordó que una noche ella ayudó a la nena para que no se ahogara dormida con su propio vómito.

También reveló que a las nenas prácticame­nte no les daban de comer y que varias veces a la más chiquita le sirvieron comida para perros “en un plato de perro, del que la chica comía desesperad­a y en el suelo”, según su testimonio en la Justicia. Además, detalló que la mai hacía dormir a las víctimas en el suelo y les decía cuándo debían dormir y cuándo despertar.

La joven se sintió horrorizad­a y por eso se escapó, a pesar de que la mai la amenazó con matarla a ella y a toda su familia si contaba lo que veía. “Parecía que a las nenas las usaban como sirvientas y también para divertirse, por eso las hacían emborracha­rse y caminar”, dedujo uno de los investigad­ores.

La nueva víctima también confirmó lo que otros testigos habían relatado: que a las nenas les pegaban puñetazos y patadas, que les daban golpes con palos con pinches, las quemaban con tenedores calentados en aceite hirviendo y que hasta les apagaban velas en la lengua. “Todo lo hacían con la excusa de que eran ‘trabajos’ para ayudarlas”, contaron las fuentes.

Si bien admitió que en esos tres días no vio cómo sometían a relaciones sexuales a las dos nenas de 13, sí contó que era algo que sabía todo el barrio. También era conocido que a las chicas las castigaban dejándolas desnudas en el patio en pleno invierno y las mojaban con agua helada, y que las usaban de sirvientas. Una de las mayores, señalaron los voceros, tiene el rostro de una mujer adulta.

Los investigad­ores ya lograron ubicar a las madres de las nenas, que viven en el barrio Los Hornos, de La Plata, y podrían ser imputadas por entregarla­s (ver Entregada...). Los indicios reunidos en la causa señalan que las habrían dejado en mano de los umbanda como pago por “trabajos” que habían encargado y bajo amenazas, para que hicieran rituales con ellas.

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Documento 1. Un altar casero en la casa de la mai umbanda donde estaban las nenas
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Documento 2. En el patio hallaron rastros de un ritual: una gallina negra sacrificad­a.

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