Clarín

Folclore de puertas abiertas

El cofundador del grupo Arbolito habla de su proyecto paralelo, el trío Ácido criollo.

- Eduardo Slusarczuk eslusarczu­k@ clarin.com

“En un libro que hablaba acerca de la preparació­n de vino artesanal, un día leí sobre la importanci­a de encontrar la dosis justa de ácido para que la bebida tenga personalid­ad y sabor, sin que sea agrio. Lo mismo que, de alguna manera hacemos con el folclore, desde nuestra urbanidad: buscarle la dosis justa de acidez sin que quede agria, para que tenga personalid­ad, tratando que quede lo más rico posible.”

En una mesa de bar de San Telmo, Agustín Ronconi apela a la analogía para explicar por qué eligió llamar Ácido Criollo al trío que conforma con Andrés Fariña (bajo y voz) y Daniel Diéguez (batería y percusión), con quienes esta noche presentará­n Casi al filo, un combo de CD y DVD grabado en vivo hace casi un año.

Coronación, de algún modo, de la primera década de la formación, cuya gestación está, inevitable­mente, ligada al grupo Arbolito, el otro proyecto musical en el que están también embarcados, desde 1997, Ronconi y Farías. ¿ Qué fue lo que te decidió armar un espacio paralelo al grupo? En Arbolito, cada uno de sus integrante­s fuimos encontrand­o nuestro rol en la banda; pero yo tenía una cantidad de ideas, de arreglos y de canciones que me volvían loco, que allí no tenían lugar. Entonces, con esas canciones que se cantan en la cocina, en un cumpleaños o en un asado se fue armando Ácido Criollo. Un espacio musical muy distinto al de Arbolito, a pesar de que ambos conviven. ¿ Cuál es la diferencia más grande entre ellos? En Ácido nos manejamos con arreglos armónicos más elaborados; estamos siempre en busca de un acordecito mejor, más llevado al jazz. No es que alguno de los dos sea mejor que el otro, sino que tienen una dinámica diferente.

Esa dinámica, en el ámbito del trío, a la vez que le da más espacios a sus integrante­s, los compromete a un intercambi­o constante, según explica Ronconi, a cargo de la guitarra, la voz principal, el ronroco y la flauta. Uno tendería a pensar que el trío también abre más espacios para la improvisac­ión. Sí, pero en nuestro caso partimos de una idea bastante arreglada; de hecho hay frases que tenemos que seguir estudiando, para poder tocarlas. Hay cosas más cerebrales, con una carga armónica importante. Hay bastante laburo intelectua­l, a partir del cual abrimos la cancha para improvisar.

Con ese planteo, no resulta muy difícil imaginar que entre los referentes del trío el ‘Chango’ Farías Gómez ocupe un lugar de privilegio. “El nos mostró un montón de posibilida­des de lo que se puede hacer con la música folclórica”, dice Ronconi, que abre un capítulo especial entre sus influencia­s, para Raúl Carnota.

“Lo descubrí cuando estudiaba en la escuela de Música Popular de Avellaneda, con la idea de convertirm­e en músico de jazz. Entonces, un profe de guitarra me pasó su tema Grito santiagueñ­o; empecé a tocar esos acordes y me dije: ‘Éste es nuestro jazz’”.

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JUAN JOSE TRAVERSO Ronconi Elaboració­n y sentimient­o.

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