Clarín

Aglutinar la tropa para aguantar la pelea

- Eduardo van der Kooy

El camino que el Gobierno piensa seguir en su combate con los fondos buitre.

Cristina Fernández y Axel Kicillof, cada uno por su lado, trazaron ayer el camino que el Gobierno piensa seguir en su combate con los fondos buitre. Ese camino indica la prosecució­n del conflicto, aunque sus derivacion­es económicas internas y externas resulten difíciles de predecir. La Presidenta montó una coreografí­a militante en la Casa Rosada para comunicar que “la vida continúa”. El ministro de Economía sostuvo que hablar de un default, porque los bonistas que ingresaron al canje de la deuda del 2005 y 2010 no pudieron aún cobrar el último vencimient­o, sería “una pavada atómica”. Ambos coincidier­on en explicar que la calificaci­ón de default correspond­ería a una parte que no paga, no a una que no cobra. Suponen que el trámite habría sido cumplido por la Argentina con el depósito de más de US$ 530 millones realizado en el Banco de Nueva York, que permanece bloqueado por el fallo del juez Thomas Griesa que obliga a abonarle a los holdouts. Una interpreta­ción, quizá, bastante simplista para un pleito financiero internacio­nal tan enmadejado.

La Presidenta alineó a toda su tropa para presentars­e ante la opinión pública –a través de una cadena nacional de casi una hora– el primer día después de vencido el límite para que los bonistas recibieran su dinero. Sentó a Amado Boudou codo a codo con Florencio Randazzo, el ministro de Interior y Transporte y precandida­to para el 2015. Enemigos íntimos. Reunió a 13 de los 24 gobernador­es, entre ellos Daniel Scioli. Anunció un plan de desendeuda­miento para las provincias – que aumentará las cargas de la Nación– y el pautado aumento para las jubilacion­es. Describió, además, el país próspero de su imaginació­n o sus deseos. Después recorrió los patios interiores del Palacio presidenci­al, arengó a los jóvenes y recordó, en más de una ocasión, a Hugo Chávez, el fallecido mandatario de Venezuela.

El tramo espinoso de su acto, referido a la pelea con los buitres, lo recorrió repitiendo un mensaje que Néstor Kirchner pronunció en San Nicolás en febrero del 2004. En esa oportunida­d, el ex presidente advirtió sobre la necesidad de pagar la deuda externa en default, pero también de no transigir nunca con los fondos buitre. El gesto pudo ser interpreta­do como el rumbo que está dispuesto, por ahora, a seguir su Gobierno en esa pelea. Pero detrás de esas palabras pareció ocultarse cierta intenciona­lidad política: la de volver sobre la memoria del ex presidente, siempre un puerto adecuado para amarrar al kirchneris­mo. No faltaron ni la emoción ni los mohines de ella misma.

Ese estado de ánimo, tal vez, la haya llevado a incurrir, en ese terreno, en una falacia flagrante. Cristina resaltó que su ex marido recurría siempre al “nosotros” al aludir a alguna situación política que podía impactar en la sociedad. Y recalcó que su conducta es idéntica. Desde el regreso de la democracia costaría hallar – en verdad, no lo habría– un mandatario más autorrefer­encial que Cristina.

En la tarea de aunar fuerzas para el tiempo que viene, la Presidenta reparó esta vez en la oposición. La convocó para la patriada contra los buitres aunque se quejó por alguna ambivalenc­ia. “Nos criticaron por pagarle lo que pagamos al Club de París y a Repsol. Y ahora varios propusiero­n pagarle enseguida a los usureros”, manifestó. El filo pareció dirigido, sobre todo, a Mauricio Macri, quien al comienzo del conf licto bregó por un acuerdo con Griesa. De paso recordó que el jefe porteño le había aconsejado que con un anticipo de US$ 1.500 millones abrocharía­n el trato con el Club de París. “Kicillof lo logró por la mitad”, subrayó, mientras la figura del pequeño ministro se inf laba.

Kicillof resultó, bien detrás de Cristina, la otra figura estelar del acto. Estuvo satisfecho y mudo pero la Presidenta lo exaltó como el funcionari­o de los grandes éxitos. Al menos los del frente externo, porque la economía local cada día languidece. Destacó su coraje por haber sido el único ministro de la década capaz de sentarse, cara a cara, con los fondos buitre. De esa cumbre no alumbró ninguna solución. Scioli, Randazzo y otros postulante­s deberán estar tomando nota de la inclinació­n presidenci­al. Ni el gobernador de Buenos Aires ni el ministro contarían nunca con la bendición de Cristina para el 2015.

Kicillof parece, a esta altura, haber eclipsado al resto del gabinete. Podría ser por virtud propia o, también, por defección de un elenco que trasunta fatiga y desconcier­to. El ministro debió haberse percatado que su rueda de prensa en Nueva York, después de naufragar la negociació­n con los buitres, no había sido la más afortunada porque la reiteró ayer en Buenos Aires. Aunque dijo algunas de las mismas cosas que sorprendie­ron: por ejemplo, que su oferta a los holdouts fue similar a la de los bonistas. ¿ Servía esa fórmula para acordar? ¿ O la formuló de puro compromiso? Los buitres tienen en Nueva York dos sentencias judiciales firmes –y el aval de la Corte de EE.UU.– para cobrar US$ 1.650 millones.

Kicillof desarrolló el plan de tomar al juez Griesa como al único detonador del conf licto. Pero lanzó varias palos que tornarían más incierta aún la posibilida­d de una salida negociada. Descalific­ó al mediador, Daniel Pollack, a quien asoció a media lengua con los propios buitres. Si bien no desechó que alguna solución pueda salir entre los buitres y la banca privada, minimizó el intento realizado en Nueva York, con el supuesto pago de una garantía, por banqueros argentinos.

La Presidenta y el ministro suponen que con el respaldo político regional, europeo y asiático recogido podrían trasladar la pelea con los buitres al campo judicial. Jorge Capitanich mencionó a la Corte Internacio­nal de La Haya y la ONU. Evaluaron que la reacción de los mercados, pese al default técnico, habría sido moderada. Se ilusionan con el swap suscripto con China para fortalecer las reservas del Banco Central. Aún así, saben que se estarían asomando a un tiempo desconocid­o.

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/ GUILLERMO RODRIGUEZ ADAMI Codo a codo. Amado Boudou y Florencio Randazzo, ayer en la Rosada.
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