Adiós al cineasta que desconfiaba de las imágenes
Ayer, a los 70 años, murió el artista, un crítico de la construcción visual del mundo.
Ayer se fue uno de los grandes estudiosos y críticos de la imagen: el cineasta checo Harun Farocki. Artista, activista y humanista nacido en 1944, Farocki estudió en la Academia Alemana de Film y Televisión en los 60, fue editor – desde los 70 hasta los 80- de la revista sobre crítica de cine Filmkritik, y enseñó durante los 90 en la Universidad de Berkeley en California.
Realizó más de 90 obras, ninguna complaciente con el poder, ninguna para divertir ni conformar. Porque lo saliente de este cineasta fue un documental crítico que deja al descubierto los medios y modos en que las imágenes contemporáneas se crean, circulan y forman ideologías, de manera nada ingenua. Es decir, Farocki mostró los resortes políticos e ideológicos de las imágenes; buscó revelar las formas de poder ocultas en su producción, registro y consumo, desde los comienzos de la historia del cine hasta la llegada de los videojuegos y la realidad virtual.
Lo hizo de una forma sumamente aguda y sagaz. Descarnada y sutil a la vez. Por eso sus aportes fueron tan importantes para todos aquellos que se dedican a alguna disciplina relacionada con lo visual. Farocki hizo visible, mediante sus documentales y escritos, lo que las imágenes ocultan.
De una entrevista realizada con Clarín a raíz de su exposición en Buenos Aires, en 2013 se destaca una de sus reflexiones. Dijo entonces, mirando fijo a los ojos de la entrevistadora: “Al filmar o escribir sobre la guerra, ¿ cómo evitar hacer política o negocios con los cuerpos mutilados?” (se refería al tema que trata en su texto Diario de guerra (2003). El cineasta planteaba soluciones a la pregunta observando intersticios planteados en las obras.
Cuando estuvo en Buenos Ai- res el año pasado, por su primera muestra individual en el país, Harun Farocki, en Proa, también presentó uno de sus libros más emblemáticos, Desconfiar de las imágenes. Esa es la radical enseñanza que Farocki nos deja a todos, desde su potente película El fuego inextinguible realizada en 1969 a raíz de la guerra de Vietnam. Plantea que hay que sacarle la ingenuidad a lo que vemos, a las imágenes, al poder, al mundo. A las miradas que lo construyen.
Y sí, sí: también hay que jugársela.