En el Abasto, de la pensión al teatro
Vino buscando futuro y tuvo que remarla. Hoy dirige obras en el barrio que lo vio llegar.
“Tengo el orgullo de ser peruano y ser feliz, de haber nacido en esa hermosa tierra del sol...”, dice una famosa canción. Ser inmigrante a los 19 años en la ciudad de La Plata es muy difícil, más si eres peruano, con otra cultura, costumbres distintas y extrañás a tu familia a rabiar. Sos o te hacen sentir distinto, o te integrás o quedás afuera y tenés que refugiarte en la colectividad.
Pero a pesar de todas las adversidades, uno carga con su mochila de sueños y emprende el camino de sus realizaciones. He tenido que dormir de contrabando ( asilado, le decíamos) en la pieza de un compatriota, en una pensión en el Abasto, cuando todavía las ratas poblaban las calles Agüero y Anchorena. Eramos los únicos peruanos de la zona: pudimos haber sido los pioneros; de habernos avivado, ¡ ya manejaríamos un restaurante peruano fusión! A propósito, me gusta llevar a mi mujer a comer a Camino Real, en Chacarita, un resto peruano en el cual me siento como en casa.
Terminé trabajando en un ga- rage en Mataderos mientras mantenía viva la esperanza de volver a estudiar, sueño cada vez más lejano e imposible; se me ocurrió estudiar para técnico radiólogo pensando retomar mis estudios universitarios, hice muy buena diferencia económica y, comparando con lo que ganaba un médico, decidí seguir trabajando y enterrar por siempre al frustrado sueño.
En mis ratos libres siempre le metí mano a la poesía, y comencé a escribir lo que yo consideraba teatro. Se me fue metiendo en la sangre hasta convertirse en una pasión, le pongo el cuerpo y el alma, estudio y lo practico. He formado decenas de grupos de teatro con la finalidad de representar mis obras inconclusas.
De actor pasé a la dirección, me felicitaron y entusiasmaron para que me licenciara en dirección teatral. Así lo hice y junto a Miguel Herrera formamos el Grupo Imagen Teatro Experimental ( GITE), con el cual llevamos más de una década de trayectoria en el teatro independiente. Piel de chancho, de José María Muscari, es el último trabajo que estamos presentando, los sábados a las 23 horas, en el Teatro La Tertulia en el Abasto.
Es gracioso cómo la vida te va llevando de un lado al otro, pero al final siempre volvés a recorrer los mismos lugares, pero desde otra óptica. Me falta volver a La Plata, algo me impide hacerlo, siempre tengo una excusa a pesar de las insistentes invitaciones de mis compatriotas anclados allí.
Sin embargo volví al Abasto como director teatral. Cuando tengo función, camino por Gallo y miro el portón de la pensión en la que viví, o recorro el Shopping y recuerdo el viejo mercado.
“...Para todos aquellos que quie- ran habitar el suelo argentino...” Siempre estuve comprometido con la realidad social que me rodea, como muchos latinoamericanos; tuve suerte en los años duros de la dictadura, la vi pasar muy de cerca, debo tener un dios aparte porque otros no la pueden contar.
La Argentina es tierra de oportunidades. Es cierto que te cuesta menos tenerlas si uno es rubio y de ojos celestes, pero trabajando sin parar, en algún momento Baires te recompensa, en ella conocí al amor de mi vida que me dio mi otro gran amor.
Si no hubiera sido por la maravillosa Buenos Aires, por esa posibilidad contradictoria de anonimato y fama, hoy no sería feliz, con todo el trabajo diario que implica, pero feliz.
Si me sintiera extranjero debería denunciarlos al Inadi por discriminación. ¿Me tomarán la denuncia? Por lo oscura de mi piel, por ser peruano. ¿ O acaso es que después de 40 años debo sentirme tan argentino como vos?
Total, me pasaron todas, como a vos. ¿Viste?