¿Gago puede asumir el reto?
Con la turbia salida de Riquelme, Bianchi tomó una determinación que no tiene vuelta atrás: Boca no jugará con enganche. Con Román en el club, no le quedaba otra alternativa que armar la estructura alrededor de él. Sin Román, el cuestionado técnico optará por el dibujo que más le gusta: el 4- 4-2. Tan decidido estaba a archivar la fórmula del estratega, que ni siquiera solicitó alguno cuando confeccionó la lista de refuerzos. Y llegaron seis... Entre ellos, cuatro mediocampistas: Carrizo, Castellani, Fuenzalida y Meli. Si se suman los que ya integraban el plantel ( Gago, Erbes, Bravo, Colazo, Ledesma, Acosta y Cubas), se puede armar un equipo con once volantes. Increíble. ¿ Que un par puede adaptarse a la función ahora abolida? Sí, como Castellani y el pibe Acosta. Pese a esto, Bianchi no repara en ese detalle. Primero, porque para él no existe nadie como Riquelme ( tiene razón). Segundo, porque con el esquema actual imagina un Boca más equilibrado.
Ahora, ¿ qué cuerda toca Gago en este escenario? Si de condiciones técnicas se trata, es el futbolista más lúcido que dispone Bianchi para manejar la pelota. No es un conductor natural, está claro. No puede jugar de Riquelme. Sin embargo, por nombre, por experiencia, por espalda y por trayectoria internacional, sería el tipo ideal para asumir el reto de alzar la bandera del fútbol de Boca y para absorber presiones. ¿Puede hacerlo el Gago de hoy? Esa es la gran incógnita. Una incógnita que, sin duda, también habita en la mente de Bianchi. Por algo, en su momento se inclinó -insólitamente- por Ribair Rodríguez.
El Gago que regresó al fútbol argentino, tras su paso por Europa, jamás se acercó al viejo Gago. Ni en Vélez ni en Boca. Ni siquiera el Mundial lo sacudió: empezó en el banco, se ganó el puesto (fue titular en tres partidos) y lo perdió otra vez. Ahora, sin la sombra de Riquelme, está frente a una nueva chance para recuperar la memoria y reencontrarse con el exponente que fue. Quizás, sea una de las últimas.