Clarín

Un sonido dulce, para tocar todos juntos

La banda, basada en el típico instrument­o hawaiano, es un fenómeno que crece.

- Geraldine Mitelman gmitelman@clarin.com

Eclécticos, sorprenden­tes, simples y complejos a la vez. La Familia de Ukeleles respeta los clichés de una familia cualquiera. A esta se le dio por el instrument­o típico hawaiano, que se puso muy de moda. Comenzaron a tocarlo, abrazarlo, amasarlo y exprimir su dulce sonido hasta dar con un primer disco que ya los llevó por varios escenarios porteños, mostrando temas propios o versiones como la de Everyday, de Buddy Holly. Imposible no sonreír al escucharla. “Somos una banda feliz, nos divertimos, cantamos lo que queremos, decimos lo que queremos, en temas propios y ajenos”, cuenta Matías Martinelli.

Lo acompañan Melisa Muñiz, Diego Pozzi, Damián Manfredi, Martín Capdeville y Adrián Capresi. Todos en ese orden, o en cualquier otro. No hay divismos, ni problemas de cartel. De hecho, se conocieron tocando en otras ban- das, y se eligieron porque se gustaban como músicos. “El proyecto surge para usar el ukelele como medio para tocar canciones que nos gustan de diversos géneros, al principio eran tres y un contrabajo, luego se sumó una guitarra hawaiana - con slide- hasta terminar con percusión un tanto atípica en escena”, dice Mel, con su dulce voz, incluso cuando no canta.

En escena se ve cómo, en lugar de un tambor con escobillas, las que bailan por el aire son bolsas de nylon que arremeten junto a un par de escobas (sí señora, las de barrer) para hacer shakers. Y de nuevo, no se puede parar de sonreír. Ensayan todos apretadito­s en el living de la casa de Dami. Son familia..

La Familia de Ukeleles cumplió en abril dos años. En ese corto tiempo, y abrazando a esta pequeña guitarra de cuatro cuerdas, empezaron a sonar versiones de swings clásicos, folks, country, e inevitable­mente boleros de los años ‘50 y ‘60. Iban a clubes de barrio, centros culturales, pequeños bares, o agarraban sus instrument­os y se ponían a ensayar en una plaza, a ver qué pasaba con el público.

Un día de esos tocaron en La oreja Negra y por 200 pesos salieron con un EP listo. Luego grabaron otros dos singles. Con dos temas se presentaro­n el año pasado al concurso Proyecto Disco, entre más de 200 bandas, y lo ganaron. “Eso nos permitió grabar nuestro primer disco. Sin tenerlo físicament­e, nos invitan a tocar en La Trastienda. Veníamos haciendo shows para 100 personas y de pronto estábamos en un lugar para 700. Lo llenamos y no eran todos ‘amigos’. Siempre decimos que ésta es una banda que nos va arrastrand­o, se nos van dando las cosas muy rápido. No tocamos jamás pensando en la fama”, confirma Mel.

Hace poco empezaron a componer en castellano. Y ya piensan en un próximo disco. “Nos importa que la gente entienda las letras también. Ni siquiera cantamos todo lo que nos gusta en inglés, que es mucho. Hay calipsos hermosos que decidimos no tocarlos porque las letras hablan de la dominación yanqui en Trinidad y Tobago, y de golpe escuchás algo así como “qué suerte que tenemos que están acá los soldados”, ése sería nuestro límite.

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El espíritu de La Familia de Ukeleles.
Las canciones como una fiesta El espíritu de La Familia de Ukeleles.

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