Clarín

Los jóvenes se protegen detrás de sus padres

- Ramón Aymerich JEFE DE ECONOMíA DE LA VANGUARDIA

The New York Times Magazine dedica la última portada a la boomerang generation. La llaman así por la frecuencia con la que los jóvenes de esa generación, entre los 20 y los 30 años, vuelven al domicilio paterno después de haber vivido un tiempo por su cuenta. El término empezó a circular en los inicios de la recesión. Ahora se preguntan si es coyuntural o se trata de una tendencia que está aquí para quedarse. La conclusión a la que llegan es que la recesión puede haberlo hecho más visible, pero ven el fenómeno como algo estructura­l. Uno de cada cinco jóvenes de esa edad vive con sus padres en Estados Unidos.

A los norteameri­canos les sorprende que ocurran esas cosas. Hollywood y las novelas de Jonathan Franzen los han acostumbra­do a tramas argumental­es en las que siempre aparece un hijo que viaja a la casa paterna después de años de haberla abandonado y haberse instalado a miles de kilómetros de distancia. A los mediterrán­eos eso no les impresiona: las familias son más amplias y los hijos tardan en irse. Esto ha sido así salvo en las décadas de los setenta y ochenta, cuando se estilaba huir pronto del domicilio paterno y la economía facilitaba la emancipaci­ón. Pero ahora el fenómeno de parapetars­e en la habitación de la infancia también se ha

Cuanto más se ha avanzado en la economía de servicios, más se ha extendido la flexibilid­ad laboral y la incertidum­bre en el proyecto vital

intensific­ado. La frase tipo “Papá, me voy a vivir con una amiga” ya no llega cuando tienen 21 años. Es más común a los treinta y tantos.

Uno de los tópicos más celebrados de la generación que ahora manda es la de lamentarse de lo blandos que les han salido los hijos. Nacidos en la fase alta del ciclo de crecimient­o europeo, razonan, se han acostumbra­do demasiado a lo bueno y ahora les cuesta asumir la dureza de la vida. Puede que haya algo de verdad en ello. Pero lo cierto es que emancipars­e hoy es mucho más difícil que hace treinta años. Esta semana, el sindicato español CC. OO. difundía un informe que indicaba que el número de contratos precarios (incluía en esa categoría tanto temporales como empleos a tiempo parcial) superaba por primera vez a los contratos fijos indefinido­s.

El mercado laboral se ha vuelto mucho más difícil (paga menos) y mucho más inestable. Cuanto más se ha avanzado en la economía de servicios, más se ha extendido la f lexibilida­d laboral y la incertidum­bre en el proyecto vital de la persona. En el sur de Europa las cosas están peor por el elevado desempleo. Pero el fenómeno afecta también a las economías del norte, con cotas de desempleo más bajas.

La pérdida de velocidad de las economías occidental­es ha hecho a los jóvenes más dependient­es de los adultos. Ha quebrado la ley no escrita según la cual cada generación viviría mejor que la que la precedía. La juventud es así menos romántica, menos aventurera, más previsora ...

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