Clarín

El Gobierno no puede buscar épica en el default

- Diego R. Guelar SECRETARIO DE RELACIONES INTERNACIO­NALES DE PRO

Argentina no es un país normal. Estamos sobre un segundo default en 13 años. El primero fue una tragedia que se nos cayó encima como las Torres Gemelas condenando al 50% de los argentinos a la pobreza y al resto, a la desesperan­za y la frustració­n. El mundo lo entendió así. No nos culpó y nos tuvo mucha pena.

Hoy, más allá de la bronca que nos genera la angurria de beneficios extraordin­arios por parte de un muy pequeño número de acreedores que no aceptaron los canjes del 2005 y el 2010, enfrentamo­s una “opción de hierro” que no puede quedar al arbitrio individual de un juez que otorgue – o no – una autorizaci­ón por 24 horas. Tampoco es importante el desacuerdo que tengamos con ese juez. La responsabi­lidad es nuestra. Tenemos los recursos para cumplir con nuestras obligacion­es internacio­nales, nos gusten o no.

No podemos aceptar otra vez la

Que no esperen las plazas llenas, ni las banderas flameando, ni los partidos políticos aplaudiend­o

“malvinizac­ión” al servicio de los intereses de un grupo de funcionari­os aterrados con el fin de su ciclo y la alucinació­n de rescatar consignas que ya nos hicieron mucho daño en el pasado.

No existe la alternativ­a de “vivir con lo nuestro” en un mundo tan interdepen­diente. No es cierto que el acuerdo con China nos permitirá negociar en yuanes (porque China negocia en dólares). No es cierto que los países de la OEA o del G-77 nos apoyarán y nos preservará­n del aislamient­o (porque claramente y por escrito apoyaron “la voluntad de Argentina de pagar al 100% de sus acreedores”). No es cierto que se pueda tener un “default técnico o parcial”. El default es default y sus consecuenc­ias persistirá­n por largo tiempo. Esta vez, el mundo no nos tendrá pena, sino que nos atribuirá una irresponsa­bilidad que caerá sobre toda la Nación.

Que no espere el Gobierno las plazas llenas, ni las banderas f lameando, ni los partidos políticos aplaudiend­o el despropósi­to. En los últimos 38 años hemos pasado por un genocidio, una guerra perdida, una hiperinf lación y un default. No hay tiempo ni espacio para un nuevo desatino.

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